A inicios de los 40 se adueña de la valla nacional uno de los tres grandes arqueros de toda la historia del fútbol chileno, hablamos de Sergio Roberto Livingstone, muy recordado por sus brillantes jornadas principalmente en la valla de la Roja y de su equipo de siempre, Universidad Católica. El "Sapo" comenzó su carrera como portero en 1938, justo cuando el equipo cruzado aparecía en el profesionalismo y con los años se transformó en todo un símbolo de la institución. De hecho, fue uno de los pilares en los dos primeros títulos de la UC (1949 y 1954) y en total estuvo 19 años en el club (en sus 21 temporadas de trayectoria sólo en dos no estuvo en la UC, en 1943 emigró a Racing de Avellaneda; y en 1957 recaló en Colo Colo). Livingstone era un portero muy completo, irradiaba seguridad, tenía voz de mando, poseía buen juego aéreo, achicaba como los dioses y por su agilidad llegaba a pelotas casi imposibles. En síntesis era un meta muy completo, lo que lo incluye en la galería selecta de los mejores de la historia. Su debut en la selección nacional tuvo lugar el 2 de febrero de 1941, con motivo del Campeonato Sudamericano jugado en Santiago. Fue en el 5 x 0 contra Ecuador y donde el “Sapo” mostró todas sus grandes cualidades. Después de eso, jugó en cinco otros sudamericanos (1942, 1945, 1947, 1949 y 1953), registrando -hasta el día de hoy- el récord de participaciones en el máximo torneo continental. Entre sus muchas actuaciones en esas justas hay dos que fueron realmente memorables y que quedaron, para siempre, en la memoria del hincha. Una fue en 1945 cuando, frente a los argentinos, lo atajó literalmente todo. Fue un muro de piedra para la brillante delantera transandina integrada por Méndez, Pontoni y Martino, quienes no entendían cómo todas sus brillantes jugadas chocaban con las manos del "Sapo". Sólo una fortuita acción albiceleste, con rebote incluido, y cuando Sergio estaba muy tapado, logró vencerlo, casi en las postrimerías del encuentro. Pese a la amarga derrota, ese día su titánica actuación quedó grabada, a sangre y fuego, en el aficionado criollo. La otra, fue en febrero de 1954 en Asunción (eliminatorias para el mundial de Suiza), cuando intervenciones realmente espectaculares motivaron, al término del partido, a que todo el equipo guaraní decidiera levantar en andas a Livingstone, como gesto de admiración por su gran calidad. Y eso que Chile perdió ese partido 4 x 0. Actuación en el Mundial de 1950 Después de 20 años, desde aquel mundial jugado en Montevideo, Chile volvíó a la Copa del mundo en el Brasil 1950, torneo que los cariocas organizaron para ganarlo, pero que sorpresivamente se lo llevaron los uruguayos, con “Maracanazo” incluido. El capitán de esa Roja mundialista fue Sergio Livingstone, quien, a esas alturas, ya llevaba casi una década como arquero de la selección, una gran trayectoria a la que le faltaba justamente la participación en un campeonato mundial de fútbol, el deseo supremo de cualquier jugador. El "Sapo" comandó en Brasil una defensa compuesta por Manuel Álvarez (UC), Arturo Farías (Colo Colo) y Víctor Roldán (UC).. Chile-Inglaterra (25 de junio, Estadio Maracaná). En el primer duelo se enfrentó a la “enorme” Inglaterra, que curiosamente debutaba en los mundiales. El nerviosismo de los jugadores chilenos sumado el excesivo respeto hacia los inventores de fútbol hizo que la selección no mostrara todo su potencial. Había muchos prejuicios y desconocimiento del real nivel que tenía el rival, incluso en Chile muchos temían una goleada en contra. Y la verdad es que el partido fue bastante parejo, aunque siempre fue la Roja la que cedió el dominio del encuentro. En el arco, y desde el primer minuto, Sergio gritaba con fuerza para ordenar a su defensa. Los ingleses tenían el control de la pelota y merodeaban el área chilena, pero sin gran peligro. En la primera media hora hay que consignar un fuerte disparo de Mortensen que el “Sapo” contuvo, en gran reacción, y alguna que otra semi llegada. Hasta que en el minuto 38 el alero izquierdo de los británicos, Finney, desbordó por su banda y centró prácticamente a la cabeza de Mortensen, quien la colocó, de emboquillada, junto al vertical derecho de Livingstone. El gran testazo del inglés fue imposible de atajar para nuestro arquero, que vio batida su valla por primera vez. Ya en el segundo tiempo, los europeos volvieron a la carga desde el primer instante. Y en los 7 minutos cobraron de nuevo. Fue una excelente combinación entre Bentley y Mullen que finalizó, en gran forma, Mannion, con un tiro fuerte y arrastrado que se le fue alejando al “Sapo” hasta incrustarse en las mallas. La gran precisión del disparo atentó contra una mayor reacción de Sergio, que lamentó el tanto con un dejo de fastidio en su rostro. El duelo finalizó 0 x 2, aunque Chile perfectamente pudo haber logrado el descuento y a lo mejor algo mas. Chile-España (29 de junio, Estadio Maracaná). El segundo partido fue ante España otra gran selección europea, en el cual Chile volvió a realizar un buen duelo, en términos generales. Sin embargo, hubo dos factores que hicieron la diferencia. La gran movilidad y ritmo de los hispanos, contra la lentitud y parsimonia chilena; y la efectividad en el arco rival, Muñóz y Robledo fallaron inmejorables ocasiones de gol, mientras que Basora y Zarra convirtieron en el arco chileno. La actuación del “Sapo” en este segundo lance tuvo de dulce y agraz. En la primara parte tuvo que ir a buscar la pelota al fondo de las mallas en dos ocasiones. En la apertura de la cuenta para los españoles (17 minutos) tuvo una desinteligencia con Roldán en el borde del área grande, en la que ninguno de los dos se hablaron, situación que fue aprovechada por Basora para hacerse con el balón y marcar el 1 x 0. La desazón fue tan grande que el “Sapo” indignado con su defensa gritó su rabia a los cuatro vientos. Y más tarde, a los 30 minutos de juego, un infernal carrerón de la figura hispana, Zarra, terminó en gol, tras un infructuoso achique del portero chileno. Ahora, independiente de los tantos españoles, uno claramente evitable, la actuación de Sergio estuvo en los niveles acostumbrados, acorde con su bien ganado prestigio internacional. Le atajó dos tremendos tiros a Zarra que perfectamente pudieron haber entrado y tuvo varias otras intervenciones seguras y de gran lucidez. Chile-Estados Unidos (2 de julio, Estadio Ilha do Retiro, Recife). En el último duelo del mundial la Roja se batió con la sorprendente y desordenada selección de Estados Unidos. Fue, sin duda, el mejor encuentro de los chilenos, que dominaron el partido con paciencia, calidad en el juego y goles en la valla contraria (algo que faltó en los match anteriores). Incluso, cuando los norteamericanos lograron la igualdad a dos, a inicios del segundo tiempo, el equipo no se desesperó y conservó la serenidad y confianza en los propios recursos, tanto así que se terminó ganando 5 x 2. Respecto del desempeño de Sergio Livingstone hay que decir que en el primer tiempo tuvo muy poco trabajo gracias al amplio dominio de la Roja, que se tradujo en dos goles en la primera media hora (Robledo, a los 16; y Cremashi, a los 32). En todo caso, se vio a un “Sapo” siempre preocupado de dar instrucciones, ordenando a los hombres del bloque posterior chileno y motivando a sus compañeros a ir en busca de la victoria. Ya en la segunda fracción vendría la sorpresa y desconsuelo para nuestro protagonista. Apenas iniciadas las acciones, tras el descanso, la valla chilena vivió cinco minutos de terror. Tras una falla del colocolino Manuel Machuca, el delantero rival Souza se despachó un fuerte remate, a corta distancia, que fue imposible de detener para Sergio. Y tras cartón, una mano de Farías dentro del área hizo que el juez Mario Gardelli decretara la pena máxima. El penal lo transformó en gol el mismo Souza, ante la frustración de equipo chileno. En dos errores evitables Estados Unidos había logrado rápidamente el empate. Después de eso y aunque los yanquis se fueron como locos en busca de la victoria el orden y serenidad de la zaga chilena controló, de buena forma, los desordenados intentos del rival, que nunca volvieron a inquietar a Livingstone. Ayudó también la rápida reacción en el marcador, ya que antes de los 15 minutos Chile ya se imponía 4 x 2, con goles de Prieto y Cremashi. La parte final del partido fue un verdadero baile de los rojos, que dominaban a placer las acciones, incluso con burla. Así terminó el segundo mundial chileno, que significó una experiencia única e irrepetible para nuestro gran Sergio Livingstone, quién ratificó en la cancha toda esa capacidad de líder del equipo y grandísimo portero. El “Sapo” dejaría definitivamente el arco de la selección en 1954 y muchos años después, sería considerado por la Federación de Historia y Estadística del Fútbol como el noveno mejor portero sudamericano en todo el siglo XX. . HDF/jma Roberto Cortés o el “Viejo”, como lo llamaba la afición, por su precoz calvicie, se hizo conocido a raíz de esa notable selección de la Zona Norte formada en 1926, con motivo de la búsqueda de jugadores, con miras al campeonato sudamericano que se jugaría en Chile. Gracias a sus sólidas presentaciones, en las cuales destacaron su buen juego aéreo y seguridad, el portero iquiqueño fue nominado dentro de la lista final de futbolistas que se concentró, por varias semanas, en el antiguo Estadio El Llano. Pero fue un partido, en particular, el que elevó a figura a Cortés y que le aseguró la titularidad en el arco de los “Cóndores Blancos”. Fue en el segundo match del antiguo torneo continental, cuando Chile enfrentó a los campeones olímpicos de Uruguay, que eran -en esos tiempos- los mejores del mundo (en el primer duelo con Bolivia jugó Carlos Hill). En ese encuentro, disputado en Los Campos Sports de Ñuñoa, literalmente no cabía un alfiler, ya que los fanáticos chilenos estaban ansiosos de presenciar a la poderosa escuadra oriental. Sin embargo, al final del partido los miles de espectadores terminaron rindiéndose ante la portentosa actuación del “Viejo Cortés”, que jugó uno de los mejores partidos de su vida. Fue realmente emocionante la presentación del portero chileno que cortaba centros; volaba, de palo a palo; achicaba magistralmente a los delanteros que venían solos, a su arco; y salvaba goles casi cantados. Los monstruos uruguayos Nazazi y Scarone no podrían creer lo que presenciaban, es más éste último tras un zapatazo embolsado por Cortés, sólo atinó a abrazarlo y darle un beso en la pelada. El marcador final fue 3 x 1 a favor de los uruguayos, pero pudieron ser 10 fácilmente, de no ser por el “Viejo”. Tras esa monumental actuación Roberto siguió jugando a gran nivel, tanto en el empate ante Argentina, como en la goleada frente a los paraguayos. Estas actuaciones llevaron a los dirigentes de Colo Colo a poner atención en el guardapalos, lo que posteriormente se transformó en un acuerdo formal. Así, Cortés se transformó en el nuevo meta del cacique, club con el cual tendría la suerte de ser parte de la extensa gira por Europa, en los primeros meses de 1927. Fue así como el “Viejo” tuvo la fortuna de jugar ante linajudos rivales, y de defender con clase la valla colocolina en la numerosa serie de partidos que disputaron los albos en ese periplo. Una experiencia que, también lo tuvo como testigo presencial de la desgraciada muerte del capitán David Arellano, que enlutó a todo el país y que marcó para siempre a toda esa delegación. Dos años después, en 1928, Cortés formó parte de otra gira europea, esta vez con motivo de la participación de la selección chilena de fútbol en las Olimpiadas de Amsterdam. Aunque en esa oportunidad fue arquero reserva de Juan Ibacache, su eterno rival en la portería del equipo de todos. Actuación en el Mundial 1930 Durante los preparativos de Chile, antes de viajar a Montevideo (estaban concentrados en la Escuela de Carabineros), Roberto Cortés le ganó la titularidad, en base a esfuerzo y calidad, a otro gran arquero como Cesar Espinoza, quien defendía a Santiago Wanderers. Cuentan que en los entrenamientos de la selección para la cita mundialista era tanta la sana rivalidad entre los dos porteros que ambos se jugaban la vida en todos las prácticas, causando el asombro y admiración del resto de los futbolistas. Finalmente, Cortés se quedó con el puesto y la verdad es que justificó con creces la decisión del técnico húngaro Jorge Orth. En los dos primeros lances (victorias ante México y Francia) Cortés se alzó con la valla invicta, lo que lo llenó de orgullo. Es que pesaba su experiencia, algo que se notó en el primer duelo con los aztecas, cuando algunos jugadores estaban nerviosos, porque nunca habían jugado un partido internacional y ante tanto público. En esos instantes el “Viejo” puso la voz de tranquilidad y apoyo, para transmitirles confianza a sus jóvenes compañeros. Y cuando los mexicanos llegaron con peligro a su área siempre se le vio rápido en reflejos y muy seguro con sus manos, aunque en una lo salvó el horizontal. Con los galos, en cambio, tuvo más trabajo, apenas iniciado el encuentro, tapándole un tiro bajo a Villaplane; atajando con calidad, tras carga de Pinel y mostrando toda su destreza en varias otros ataques franceses. Tras los 45 iniciales, Cortés ya era una de las figuras de Chile, lo que despertó la admiración del público y la felicitación de sus propios compañeros. En el segundo tiempo no tendría gran trabajo, pero su seguridad irradió confianza en la última línea chilena. En el tercer partido, derrota ante argentina, el “Viejo Cortés” parecía repetir su regularidad bajo los tres palos, lo que quedó refrendado al frenar un veloz ataque de Peucelle, a poco de iniciarse el match. Sin embargo, algunas dudas aparecieron en escena, después de una mala salida, que afortunadamente corrigió Morales. Pero minutos después, nada pudo hacer en el primer gol de Stabile, un violento testazo que lo dejó sin opción. E instantes más tarde el mismo Stabile le encajaba el segundo a poca distancia, lo que no le permitió reacción alguna. En apenas 14 minutos Chile perdía 2 x 0, aunque sin mayor responsabilidad de Cortés. Tras cartón, los argentinos siguieron atacando con furia y Cortez ahogó el 3 x 1 con una atajada de antología, tras una embestida de Ferreira, a la que siguió otra increíble contención a un terrible tiro de Stabile. En el segundo tiempo, en tanto, Cortés la tuvo bien complicada, a raíz de la lesión del defensor chileno Arturo Torres, quien casi no podía mantenerse en pie. De hecho cada ataque rioplatense lo pillaba mano a mano con Ferrari, Evaristo o Stabile. Salvó hartos goles y también los palos fueron en su ayuda, hasta que fue vencido en una pelota cruzada por Evaristo, que lo dejó algo sorprendido y con cara de culpable (fue el único tanto en el que tuvo algo de responsabilidad). Ya en la parte final del partido Cortés volvió a salvar varios goles inminentes de los transandinos, dejando totalmente en olvido las dudas de ese último gol recibido. Así acabó la gran aventura de Roberto Cortés en el primer mundial de 1930, esa que lo dejó para siempre en la historia grande del futbol chileno. Cinco años después, en 1935, se registrarían las últimas actuaciones de Cortés defendiendo el arco chileno, con motivo del Campeonato Sudamericano de Lima. En esa oportunidad la selección perdió con Argentina (4 x 1) y Uruguay ( 2 x1), y ganó a Perú, por la cuenta mínima. HDF/jma Desde sus años de infancia, en la población Lo Franco (Quinta Normal) a Lizardo Garrido le gustaba cambiarse de posición en las pichangas de barrio. A veces era delantero, otras defensa y en algunas también mediocampista. Esa costumbre de ser polivalente lo fue distinguiendo, algo que profundizó en las inferiores de Colo Colo, a donde llegó en 1975, llamando la atención del en ese entonces técnico albo, Luis "Zorro" Alamos. En aquella época la política de los albos era que las jóvenes promesas se foguearan en el duro torneo de ascenso, para que después llegaran más maduros al primer equipo. Y ese fue precisamente el derrotero que siguió Lizardo. En 1977 fue cedido en préstamo a Colchagua, donde tuvo que lidiar con la lejanía de su casa y también con las precariedades de la segunda división. Ese primera experiencia no fue fácil para Garrido, quien al año siguiente fue cedido a Trasandino, donde sí rindió más, como todos esperaban. Hizo dupla con Carreño en la zaga realizando una buena temporada, pero que no alcanzó para clasificar a la liguilla de promoción. El tiempo de aprendizaje para el "Chano" continuaría, en 1979, con su regreso a Colchagua, donde siguió puliendo sus dotes de zaguero. Así, a fines de ese año terminaba la "travesía por el desierto" de Lizardo, quien ahora más maduro, personal y futbolísticamente, pasaba al primer equipo de Colo Colo. Rápida consolidación Tener una oportunidad en el Colo Colo de principios de los 80 no era tarea fácil, menos para un jugador como Lizardo Garrido, quien venía recién haciendo sus primeras armas, Es que el camarín albo estaba lleno de grandes figuras como Osbén, Caszely, Galindo, y Véliz, por nombrar solo algunas. Sin embargo esto no amilanó a Garrido quien se concentró en "matarse" en los entrenamientos para que el entrenador, Pedro Morales, le diese la opción de jugar. Tenía la convicción de que teniendo esa chance la aprovecharía al máximo. Y la verdad es que tuvo que esperar su resto, en un torneo 1980 donde el cacique siempre "remó desde atrás" para defender el título, frente a dos grandes oponentes como Cobreloa y Universidad de Chile. El día tan esperado llegó el 21 de septiembre, ante Aviación, en el Estadio Nacional. Esa tarde los albos goelaron 4 x 0 y el "Chano" ingresó como marcador de punta causando una excelente impresión en el ambiente del fútbol, por su agresividad, fiera marca, buen domino de balón y destacable proyección ofensiva. Apenas dos meses después, cerca del final de ese año, la vida le sonreía a Lizardo. La prensa especializada lo llenaba de elogios y la titularidad en Colo Colo era ya una firme realidad. En ese minuto fueron claves los consejos y apoyo de su compañero de equipo y rival en el puesto, Mario Galindo, quién siempre lo alentó para que siguiera mejorando. Todo contribuyó para que Garrido fuera transformándose, en poco tiempo, en un excelente marcador de punta que defendía con calidad, salía jugando con prestancia y que iba al ataque con decisión También, en ese inolvidable año 80, el "Chano" fue considerado en la Roja de Santibáñez, que se preparaba para las eliminatorias, con miras al Mundial España 1982. Su debut fue en un amistoso frente al Fluminense brasileño, el 8 de octubre (triunfo 3 x 0), donde demostró personalidad y buen juego. Esa noche le tocó compartir labores defensivas con el gran Elías Figueroa, momento que no olvidaría jamás y que le daría más fuerza para seguir consolidándose como jugador. 1981, El año bisagra El nuevo año encontraba a Lizardo Garrido frente a un escenario a lo mejor impensado, en el que se le abrían todas las puertas para triunfar en el fútbol. Había logrado instalarse como una pieza clave en Colo Colo, pero también en la selección, justo en un período en que las otras alternativas, en el puesto de marcador de punta, pasaban por bajos momentos o largas lesiones. La diferencia del "Chano" es que él exhibía condiciones inusuales para un jugador joven (adaptabilidad, velocidad, resistencia, ductibilidad, buen juego aéreo y gran proyección de ataque).. Los medios hablaban del "primer todocampista del fútbol chileno" y no estaban tan errados, porque el "Chano" podía rendir bien como lateral, zaguero o volante. Era algo que llevaba en su ADN de jugador, desde las pichangas de barrio en Lo Franco. Y el destino le tenía preparado el éxito, ya que fue pieza fundamental en la Roja que clasificó invicta al Mundial de España 82, Todavía está en la retina del hincha ese monumental desborde por derecha, en el partido contra Paraguay, en el que, tras pared con Herrera, gana linea de fondo y centra hacia atrás, para que anote Miguel Angel Neira. Una postal de juego que ilustra, en toda su real magnitud, lo que era capaz de hacer Lizardo Garrido. Pero Garrido no se conformó con lo logrado en la selección, ya que siguió jugando a gran nivel el resto del año, incluso postergando a la banca a un crack como Mario Galindo. Su faceta de jugador completo lo convirtió en inamovible en el esquema del técnico Pedro García y en uno de los baluartes del título albo de 1981. Y como guinda de la torta, nuestro protagonista fue elegido como el "Jugador del año". Un premio a su constancia, trabajo silencioso e inteligencia para aprovechar las oportunidades que se le iban presentando. Esa temporada jugó más de 60 encuentros, con un rendimiento siempre óptimo, que lo catapultó definitivamente a nivel de figura del fútbol nacional. El amargo mundial y el primer bajón A principios del 82 Lizardo rebosaba de optimismo, sobre todo porque en el horizonte aparecía la oportunidad única de jugar un mundial, instancia máxima para cualquier futbolista. Además, su puesto de titular en Colo Colo ya era indiscutido, por lo que irían por el bicampeonato probablemente en lucha con Cobreloa, el rival de esos años. Pero como todos saben la historia de la participación chilena en esa copa del mundo terminó en el más rotundo de los fracasos. Mucha expectativa por la gran eliminatoria previa, una concentración extremadamente larga que desgastó a los jugadores, desconocimiento de los rivales y una sorpresiva fragilidad del equipo fueron algunas de las razones que propiciaron el descalabro. Y, obviamente, el "Chano" fue parte de esa inercia negativa, pese a que jugó dos de los tres encuentros (contra Austria y Alemania) y con un nivel más que aceptable. Tras el mundial las críticas por el nivel exhibido en España arreciaron sobre los jugadores, a los que les costó un tiempo despercudirse de la amarga experiencia. En el caso de Garrido lo vivido hizo mella en su rendimiento, que tuvo un bajón importante. incluso algunos medios llegaron a decir que "ya no era el de antes". En la íntima el "Chano" confesó que tuvo una caída en lo anímico, lo que impactó en su nivel de juego dentro de la cancha. Aparecieron algunos fantasmas que incidieron en alguna pérdida de confianza en sus recursos y que ante fallas tendían a maximizarse. Más encima, ese mismo año Colo Colo perdió la batalla por el título con Cobreloa, lo que terminó por cerrar una temporada realmente para olvido. Retomando el nivel de juego No fue fácil para el "Chano" despercudirse de las malas vibras de 1982. De hecho durante los primeros meses del 83 su nivel de juego y confianza todavía era un pálido reflejo de los del jugador del 81. Pero fiel a su estilo de trabajo sostenido y perseverante Lizardo pudo dar vuelta la situación y traer de regreso a ese jugador polifuncional que todos habían alabado tanto. Fue importante, en ese sentido, el apoyo permanente del entrenador Pedro García, quien lo estimuló para que fuera exigiéndose cada vez más. Cuento corto, Garrido fue subiendo gradualmente su rendimiento hasta llegar a convertirse, nuevamente, en figura estelar del equipo y pieza clave en la obtención de un nuevo título albo, Por eso, su desahogo fue total esa tarde de abril de 1984 cuando, tras derrotar a Audax Italiano, lograron bajar una nueva estrella, esa vez por sólo un punto de diferencia respecto de Cobreloa. Ese día el éxito deportivo tuvo un sabor distinto para Garrido, ya que tuvo que revertir con esfuerzo malos momentos. Durante los dos años siguientes Lizardo mantuvo su titularidad en el equipo y con un nivel de juego siempre destacado. De hecho, a fines de 1984, fue distinguido como el "Mejor deportista de Chile", estímulo que lo llenó de orgullo, ya que fue un premio no sólo al futbolista, sino también a su persona. Las buenas noticias seguirían en 1985, ya que Lizardo fue nominado a la selección que disputó las clasificatorias para el Mundial de México 1986, proceso comandado por Pedro Morales. Fue titular en todos los duelos, conformando una retaguardia junto a Eduardo Gómez, Mario Soto y Luis "Chupete" Hormazábal. El equipo y Lizardo, dieron dura batalla hasta instancias de repechaje, en la cual finalmente se cayó ante los paraguayos. Se esfumó así la pretensión de Garrido de haber jugado un segundo mundial, En esa frustrante última llave de las eliminatoria Lizardo vivió uno de los momentos más complejos de su carrera al cometer un autogol, en el partido de ida, en Asunción. Fue una desafortunada jugada que se produjo tras un centro del delantero paraguayo Buenaventura Ferreira, en la que el "Chano" terminó metiéndola dentro del arco de Roberto Rojas, con su pierna izquierda. Lo pasó mal Garrido después de este autogol, ya que apenas salía a la calle muchos hinchas le recordaban, con no buenas maneras, su error en ese duelo. Lo otro no tan bueno es que Colo Colo cayó en una mini sequía de títulos que llevaron a una renovación del plantel y a la llegada de Arturo Salah, en la dirección técnica, en 1986. Y no fueron fáciles los primeros meses para el nuevo estratega albo, ya que los resultados no acompañaron durante toda la primera rueda, situación que causó la ira de la hinchada que pedía a gritos la salida del entrenador y la renovación del equipo. El ·"Chano" recordaba a un medio, respecto de esos días, que hubo varios partidos en que tuvieron que salir protegidos por Carabineros, porque sino los linchaban a todos. Afortunadamente la compleja situación se revirtió en la segunda parte del año, y el equipo saco fuerzas de flaqueza para torcer el destino y, más todavía, para lograr un nuevo título, tras aquella recordada definición con Palestino., en enero de 1987. Sus años dorados con Colo Colo En las dos temporadas siguientes (torneos 1987-88) Lizardo Garrido fue dejando, gradualmente, su puesto tradicional de lateral derecho, para posicionarse en el centro de la zaga. Al principio haciendo dupla con Oscar Rojas y luego con Hugo González. Este cambio le vino bien, ya que, producto de su experiencia, aportaba valor con su visión panorámica del juego, su cabezazo y esa salida limpia desde el fondo de la cancha. Y a pesar de que Colo Colo no pudo retomar la senda de títulos, la linea defensiva del cacique fue uno de los puntos altos en ambos campeonatos. Todo mejoró en 1989, durante la última etapa de Arturo Salah, ya que el equipo se consolidó en su funcionamiento, algo que partía desde la defensa, donde la dupla Lizardo Garrido-Eduardo Vílchez logró acoplarse de manera perfecta. Allí sentaron las bases de un trabajo que luego continuaría Mirko Jozic y que le daría frutos inéditos a Colo Colo. Ese verdadero equipazo lograría tres títulos en fila, algo que sólo había conseguido el Magallanes de los años 30. Con el entrenador croata Garrido después comenzó a hacer dupla con el joven Miguel Ramírez, ya que Vílches pasó a labores más de contención. El momento estelar en la carrera de Garrido llegó en el invierno de 1991, donde, tras una campaña espectacular y en la que él fue uno de los actores principales, Colo Colo obtuvo la ansiada y, hasta ese día esquiva, Copa Libertadores de América. Era el justo premio a años de sacrificios, constantes retos, algunos sin sabores, pero mucha constancia. Y pegadito al título continental, Lizardo participaría, con su acostumbrada regularidad, en la Copa America Chile 1991 (su primer torneo de este tipo, ya que no fue nominado a las de 1983/87), en la cual un "Colo Colo reforzado" obtuvo un aceptable, aunque algo amargo tercer puesto. El partido con Brasil (derrota 0 x 2) sería su último encuentro con la casaquilla nacional, con la que totalizaría una suma total de 44 duelos, en poco más de 10 años. Ultimo año en Colo Colo y la aventura mexicana En 1992 la carrera de Lizardo Garrido ya vislumbraba el retiro. De hecho, su última temporada en el cacique es de participación parcial (17 de 28 partidos), aunque tuvo activo rol en la obtención de dos nuevos títulos internacionales como la Recopa Sudamericana y la Copa Interamericana. Sin embargo, a fines de esa temporada surgió la opción de probar suerte en el floreciente fútbol mexicano. Específicamente en el Santos Laguna, equipo de la ciudad azteca de Torreón. La expectativa era grande, tanto del "Chano" como de la hinchada de su nuevo club. pero lamentablemente no fue buena la experiencia, a pesar de que lograron un subcampeonato. No se logró afirmar en la titularidad del equipo y la relación con la fanaticada nunca fue buena. Todo esto hizo que a fines de 1993 Lizardo tomara la decisión de "colgar los botines". cosa que concretó de forma natural y sin mayor parafernalia. Terminaba así la carrera, como jugador, de un grande del fútbol chileno (con 15 títulos a su haber), y uno de los primeros que fueron llamados "todocampistas". HDF/jma Es el 31 de mayo de 1987 y en el Estadio Santa Laura está a punto de comenzar el partido entre Universidad Católica y Everton, por la fecha 13 del Campeonato de Apertura. De pronto, por los parlantes del recinto hispano el locutor pide un minuto de silencio por la sensible muerte del gran Honorino Landa, uno de los símbolos de la Unión Española. Segundos después no se escucha un alma en el estadio, una señal de respeto que habla de lo arraigado que siempre estuvo el "Nino" en el hincha del fútbol.
El día anterior, justo cuando se cumplían 25 años de la gesta del 62, se había apagado la vida del gran Honorino, después de una dura batalla contra el cáncer que lo había apartado de su pasión en el último tiempo. Aparición en la Unión Española Original de puerto Natales, Honorino se trasladó a Santiago, a raíz de la enfermedad de su padre. Y es en la capital donde surge la opción de ser futbolista, de hecho, a mediados de los 50 ingresa a las divisiones inferiores de la Union. Con el tiempo aparecieron sus dotes goleadoras y poco poco comenzó a figurar como una de las buenas promesas del cuadro rojo. El ansiado debut llegó en 1959, en un partido contra O'higgins de Rancagua, donde Landa anotó tres goles, cautivando a todos con su letalidad y oportunismo. Ese año aportó en forma esporádica a su equipo que terminó en la sexta posición. Pero es en 1960 cuando nuestro protagonista asomó con todas sus luces transformándose en la revelación del fútbol chileno. Esa temporada, que fue bastante irregular para su equipo, Landa convirtió 16 goles, que lo convirtieron en el segundo goleador de torneo, detrás de Falcon de Palestino. A esa altura aparte de ser un goleador en potencia, Honorino mostraba otras cosas adicionales como su personalidad magnética y una creatividad distinta e impredecible en el juego. Al año siguiente el "Nino" continuó en carrera ascendente terminando como figura del torneo y goleador del año, junto a Carlos Campos, con 24 tantos. Pero a diferencia de Campos (un 9 clásico), Landa se mostraba con más versatilidad, lo que le permitía desarrollar más funciones en el campo de juego. Esas condiciones lo pusieron en la mira de Fernando Riera que lo llamó a la selección que se preparaba para el Mundial de 1962. Su debut en la Roja se produjo el 12 de octubre de 1961, ante Uruguay, donde deleitó a la afición con su sello y calidad. El mundial y el primer adiós a la Unión En el año del mundial Landa integró la exclusiva nómina del plantel que disputó la copa del mundo, siendo el más joven de todo el equipo. Riera confiaba en sus capacidades y su desequilibrio en el área por lo que lo utilizó en cinco de los seis partidos. Incluso el único en el que faltó fue el último frente a Yugoslavia, en el que quedó suspendido por haber sido expulsado ante Brasil. En general, su actuación en el torneo fue buena, a pesar de que muchos lo criticaron por no haber hecho ningún gol, que era gran parte de su función. Pero como el mismo señaló en una entrevista: "en un mundial ultra defensivo como el del 62 los puntas de lanza fuimos muy perjudicados, ya que no teníamos espacio para desplegar nuestro juego". En todo caso la experiencia del mundial marcó la carrera de Landa, ya que después se le vio más maduro futbolísticamente, aunque sin perder nunca su impronta de jugador rebelde y con pinceladas de genialidad. Es que así era Honorino, un jugador de extremos, de repente hacía el gol más difícil y en la jugada siguiente erraba el más fácil, lo que llevaba al hincha a estados emocionales desequilibrados (pasión-decepción, admiración-molestia...). A medida que transcurrió el tiempo su relación con Unión Española se fue agrietando cada vez más, hasta que en 1965 el hilo se rompió. Tras una serie de roces con los dirigentes anunció finalmente que dejaba la tienda hispana, su casa desde siempre. En ese minuto se habló de conversaciones avanzadas con Universidad de Chile, pero finalmente y en una operación relámpago Landa terminó firmando por Green Cross Temuco que tenía un proyecto bien ambicioso, de la mano de Gustavo Becker. Hay que pensar que Honorino estuvo todos los años 60 en los rankings de mejores delanteros, por lo que su partida golpeó fuerte a la tienda de Santa Laura. Buenas y Malas Entre 1966 y 1968 Honorino Landa estuvo en Temuco defendiendo al nuevo Green Cross, ya que el antiguo club se había fusionado el año anterior con Temuco trasladándose definitivamente a las tierras del Ñielol. Esta experiencia sirvió mucho al "Nino", ya que lo descongestionó del mundanal ruido santiaguino y le permitió disfrutar más del fútbol. Si bien es cierto, fueron buenos años para él el equipo no anduvo como se quería, fundamentalmente porque gran parte del año debían entrenar en gimnasios por las inclemencias del tiempo en esa región (se hablaba de las rachas de Green Cross, ya que cuando mejoraba el clima el equipo remontaba en la tabla). En ea época Landa siguió jugando en la selección, de hecho formó parte del plantel que clasificó al Mundial de Inglaterra 1966 y también integró el equipo que fue a la cita planetaria en Europa. En su segunda copa del mundo fue titular en los encuentros con Corea y la Unión Soviética, en los que a pesar de no haber podido convertir hizo buenos duelos, en compañía de Pedro Araya, Guillermo Yavar y Leonel Sánchez. Ese partido con los soviéticos sería, a la postre, el último de Honorino con la casaquilla roja, con la que sumó 34 partidos entre amistosos y oficiales. En 1968, la etapa temucana llega a su fin y Landa emprende regreso a Santiago, esta vez tentado por una jugosa oferta de Magallanes. Sin embargo la estadía en la "Academia" se trunca en el tercer partido, a raíz de una molesta lesión que lo tiene parado poco más de dos meses, Lo pasa mal Honorino en esos días, ya que se siente en deuda con su club, sobre todo por la costosa que fue su transferencia al cuadro albiceleste. Ya cuando regresa a las canchas Magallanes está pelando en la liguilla por no descender y su aporte no tiene mucha gravitación, aunque el equipo finalmente salva la categoría En la temporada siguiente se produce el esperado retorno de Honorino Landa a Unión Española. El hijo pródigo vuelve a casa, después de años de exilo voluntario y con las ganas de volver a encontrar al Landa de antes. Sin embargo las lesiones que se arrastran del año anterior lo condenan a la irregularidad y se pierde gran parte de la temporada entre cuidados y recuperaciones. Juega apenas cinco partidos y sólo en dos muestra cabalmente sus capacidades. Entre 1970 y 1972 Landa vuelve a dejar la Unión Española para recalar primero en Deportes La Serena, donde colabora en una aceptable campaña en el Nacional B, y luego en Huachipato, en el que se queda más tiempo, impresionado por las comodidades y nivel institucional del club acerero. En la escuadra de la usina destaca sobre todo en el torneo 72, donde hizo grandes partidos, como aquel contra Colo Colo, en el duelo en que los albos levantaron la corona. Título y adiós al fútbol Después de su segundo auto exilio Landa regresa a Unió Española, esta vez solicitado por el nuevo entrenador, Luis Santibáñez. El siente que es el momento de reverdecer laureles en el club que lo vio nacer, por lo que se esfuerza por ponerse a punto, dejando atrás los tiempos de lesiones y rendimientos insatisfactorios. Y vaya que lo logra, ya que se consolida como titular en un gran equipo rojo, en el que figuraban nombres como Rogelio Farías, Guillermo Yavar, Hugo Berly y Jorge Toro, entre otros. En total vio minutos en 23 partidos y convirtió ocho goles, transformándose en el cuarto goleador del equipo (detrás de Yavar, González y Farías). Esta vez la Unión alcanza la gloria del título y Honorino grita por primera vez ¡Campéon!.. Es un festejo que lo celebra con toda su alma rebelde y juguetona, pero que también va cargado con la mesura que entrega la madurez y el camino recorrido. Al año siguiente Landa defiende los colores de Deportivo Aviación, que seria la ultima estación en su destacada carrera como jugador. Una que termina recordándolo por siempre como uno de los máximos artilleros de los campeonatos nacionales (cuarto, después de Esteban Paredes, Francisco Valdés y Pedro Gonzalez). Mas tarde, entre 1982 y 1983, es designado entrenador de Unión Española, que sería el capítulo final de su historia ligada al fútbol. Hoy la memoria de Honorino Landa sigue viva en Unión Española, ya que la galería sur del viejo Estadio Santa Laura lleva su nombre, un gesto noble para un jugador especial que paseó su talento rebelde y distinto por todas las canchas chilenas. HDF/ MisterPipa, Figura emblemática de nuestro fútbol en los años 30, se lo peleaban los grandes de esa época, aunque también brilló en la selección nacional, sobre todo en el primer mundial de la historia. Lo cuenta el recordado periodista penquista Francisco Willson, “sería a mediados de los años 20 cuando vino de Schwager un cabrito que jugaba de wing derecho, usaba un gorrito negro y se caracterizaba por correr agachado. Era ladino y escurridizo, por lo que lo bautizamos como Zorro”. En esos años nuestro protagonista (nacido en Valdivia, pero criado en la zona del carbón) jugaba por el Marcos Serrano de Schwager, donde muy tempranamente destacó por sus habilidades futbolísticas: era calladito, pero sobresalía por su viveza, gran capacidad para conquistar el balón y endiabladas fintas para burlar al adversario. Ya en 1929, llegaría el minuto de gloria para Vidal, ya que ese año la poderosa selección penquista disputó la final del antiguo campeonato nacional con el combinado de Santiago. En el duelo, jugado en los Campos Sport de Ñuñoa, los sureños aplastaron a los capitalinos por 7 a 3, con gran actuación del “Zorro”, que deleitó al público y también a los busca talentos del incipiente fútbol semi profesional chileno. Ya en esos años Carlos había migrado de puesto, de wing a insider, ya que como el mismo lo contaba en las entrevistas: “una tarde, cuando era wing, me tocó un insider que nunca me soltó la pelota, por lo que desde ese minuto decidí mudarme a esa posición, ya que no quería depender de nadie. Entraría a la cancha a jugar y a buscar/distribuir el balón”. Su paso a Colo Colo, la consolidación y el Mundial de 1930 Tanto gustó el rendimiento y la calidad de Vidal en Santiago que muy pronto comenzaron a llover las ofertas. Y la que más le gustó fue la de Colo Colo, que en esos tiempos tenía un elenco de lujo, lo que lo convertía en el amo y señor de las canchas nacionales. “Fue el mejor equipo que integré en mi carrera futbolística” reconoció Vidal ya después del retiro. En realidad era casi una selección nacional ese "team" de los albos con figuras como Roberto Cortéz, Arturo Torres, Guillermo Saavedra, Eduardo Schneeberger, y Guiilermo “Chato” Subiabre, entre otros. “Eramos imbatibles, de hecho estuvimos casi dos años invictos, hasta que perdimos con Independiente de Argentina”, recordaba el “Zorro”. El rápido acople de Vidal en el equipo fue perfecto, lo que ayudó a que en cosa de semanas comenzara a desplegar toda su habilidad como jugador de fútbol: rápido para quitar y entregar, destreza para filtrarse en las defensas contrarias y gran capacidad para defender el balón. Un jugador incansable, que juega retrasado, haciendo de nexo entre la defensa y el ataque, pero que, además, dirige la línea y mueve-ordena el ataque. Su gran rendimiento en el Colo Colo 1930 lo pusieron claramente como puesto fijo en la selección que se preparaba para asistir a Montevideo, con ocasión del primer campeonato mundial de fútbol. Y la verdad es que Vidal no defraudó, de hecho jugó bien en los tres partidos disputados por Chile (victoria ante México y Francia, y derrota ante Argentina). Y de paso quedó en la historia del fútbol nacional y mundial, ya que convirtió el primer gol chileno en estos certámenes y también fue autor del primer penal perdido en la historia de las copas del mundo. A esa altura Vidal no sólo sobresalía como futbolista, sino también como persona. Destacaban su honradez, rectitud y gran espíritu profesional. Era el primero en estar entrenando, jamás faltaba a una convocatoria y su comportamiento en la cancha era siempre ejemplar. Para él el fútbol era más que despliegue de energía y desarrollo del físico. Se trataba, más bien, de un juego táctico donde lo cerebral hacía la diferencia. El idilio con el cacique, sin embargo, duraría sólo hasta el año 1932, ya que preso por la nostalgia de su tierra, Carlos Vidal decidió regresar a su Schwager querido, donde estuvo un año entre entrenando y jugando en los equipos de la zona, pero además trabajando como contratista de la compañía carbonífera, lo que le permitió siempre un buen pasar económico. Segunda etapa en Santiago En 1933 el “Zorro” fue nuevamente tentado por las “grúas de Santiago”, esta vez fue el Audax Italiano quien tomó la delantera y la oferta era tentadora, ya que se anunciaba la creación de la primera liga profesional chilena. Cuento corto, el “Zorro” empacó sus cosas y enfiló hacia la capital. Sin embargo no sería el primer torneo nacional lo más relevante de su paso por el Audax, sino -más bien- su participación en la espectacular gira que los verdes hicieron ese año por gran parte de América. En total fueron 10 meses de viaje por más de ocho países (Estados Unidos, México, Costa Rica, Cuba y Perú, entre otros), donde jugaron 65 partidos. Lo más destacable es que se ganaron 56 duelos, en los cuales Vidal siempre fue el motor del equipo. Al año siguiente, surgió una oferta irresistible, que lo llevó a cambiar nuevamente de camiseta. Esta vez fue el equipo de los “Aguerridos” (Magallanes), el que movió montañas para quedarse con Vidal. Incluso hizo la propuesta económica más alta de la época por un jugador de fútbol: $17.000. Obviamente Carlos aceptó y se enroló en la “academia”. Esa temporada el cuadro albiceleste ganó su segundo título consecutivo de forma impecable, apena cediendo un punto. Y aunque Vidal juegó apenas tres de los 11 duelos, alcanzó a anotarse con dos goles, dejando clara su valía en un equipo que ya venía afiatado desde el año anterior, con figuras como Ibacache, Torres, Vargas, Carmona, Avendaño y Ogaz, entre otros. Pero es en 1935 cuando Carlos Vidal mostró toda su madurez y sello dentro de la cancha. Esa temporada jugó ocho de los 10 partidos del torneo oficial y se convirtió en uno de los baluartes del equipo que, en forma sufrida, logró el tercer título en línea para Magallanes (el campeonato se decidió por “secretaría”, un mes después de finalizado, quedando Magallanes un punto arriba de Audax Italiano). Ese logro llenó de satisfacción a Carlos que vio cumplido su sueño de ser campeón como protagonista central del equipo. Pero al año siguiente, ya el “Zorro” tenía el convencimiento de que la tarea estaba cumplida, por lo que a mediados de la temporada anunció su regreso definitivo a la zona del carbón, ante la sorpresa de los magallánicos que no entendían su decisión. Vidal se alejaría del club poco antes del término del torneo, lo que coincidió con la pérdida de puntos claves en la lucha por el título, que finalmente quedó en manos de Audax Italiano. Regreso definitivo A fines de 1936 el “Zorro” ya estaba instalado nuevamente en sus queridas tierras lotinas, y gracias a su capacidad de ahorro y mentalidad previsora contaba con un muy buen pasar económico. Después de eso, no faltaron las ofertas para volver a la capital, es más cada cierto tiempo desfilaban los emisarios que trataban de convencerlo, pero el “Zorro” siempre dijo que no. En los años siguientes fue jugador y DT del “Coquimbo” de Penco y también figuró en todas las selecciones penquistas que disputaban el antiguo campeonato nacional. Incluso, todavía a los 42 años seguía jugando, lo que combinaba con las labores de formador de jugadores jóvenes y director técnico de algunos cuadros de la zona, como el club Universitario de la Universidad de Concepción. Su vida se apagó el 7 de junio de 1982, en Penco, transformándose, hasta el día de hoy, en una de las leyendas del fútbol penquista y chileno. HDF/JMA España 82 y su partida a Europa La actuación de Chile en la cita mundialista de 1982 fue un rotundo fracaso, pese a la gran expectativa que existía en la previa, Se perdieron todos los partidos frente a Alemania, Austria y Argelia en uno de los desempeños más bajos de la Roja en las copas del mundo. Pero en ese magro escenario quizá lo más destacable fueron las ganas y personalidad que puso Patricio Yáñez en el campo de juego (actuó de titular en los tres encuentros). Gracias a sus desbordes, diagonales y fortaleza en ataque se crearon las pocas opciones que tuvo el ataque chileno, lo que significó que su valorización no se resintiera tanto. Tras el mundial, el futuro del Pato estaba en Europa, eso era un hecho seguro. Lo único incierto era saber que equipo se lo llevaría. Finalmente el que más se la jugó fue el Real Valladolid, equipo mediano de la liga hispana, que aspiraba a no pasar zozobras con el descenso. Nunca se supo el monto exacto del traspaso, pero se cree que anduvo cerca de los 800 mil dólares. El debut en la Liga 82-83 fue soñado, en la primera fecha los "blanquivioletas" enfrentaron al poderoso Real Madrid y Yáñez le dio un verdadero baile al defensa Camacho, lo que encendió las expectativas de los hinchas. Sin embargo, la poca pretemporada del Pato y la alta exigencia física del fútbol español le pasaron rápidamente la cuenta, lo que se tradujo en una rebelde lesión que lo complicó durante varios meses. Más encima, el equipo tuvo una racha negra gran parte de la primera rueda, la que sólo se superó tras el cambio de técnico. La revancha vendría en el torneo 83-84 cuando abrochó una gran temporada, jugó 50 partidos y fue elegido el tercer mejor extranjero de la liga. Ello coincidió con su crecimiento como jugador, el fútbol europeo le potenció el toque con balón y aprendió a retrasarse hacia el mediocampo para ir a buscar la pelota. Además ese año formó una exitosa dupla con el uruguayo Jorge Da Silva, quien salió goleador de la liga con muchas asistencia suyas. De hecho, ambos fueron piezas claves para que el equipo escapara del descenso y también en la obtención de la Copa de la Liga, tras vencer -en la final- al Atlético Madrid. Ese logro, hasta ahora el único título en la historia del Valladolid, fue un momento memorable para Yáñez, quien pasó a ser uno de los jugadores históricos del club. Estuvo otras dos temporadas en Valladolid, en las cuales hizo su debut en la antigua copa de la UEFA y ayudó en la permanente tarea de salvar la categoría. Su última etapa en el club coincidió con a llegada a la banca de Vicente Cantatore y también de Jorge "Mortero" Aravena. Con ellos se rearmó el equipo ofreciendo muy buenos duelos con los equipos grandes (Barcelona, Real Madrid y Sevilla), que deleitaron en a los hinchas en el Estadio José Zorillla. Ultimos años en Europa y su regreso fugaz a la Roja luego de su inolvidable paso por Valladolid, Patricio Yáñez sorprendía al inicio de la temporada 86-87 al pasar al Zaragoza en un millón de dólares, la cifra más alta pagada por un futbolista chileno, hasta esa fecha. Allí alcanzaría a estar sólo un año con un desempeño irregular, ya que por diversas razones no pudo demostrar en cancha los pergaminos con los que había llegado. La difícil adaptación a la nueva ciudad combinado con las lesiones y algo de desmotivación atentaron contra su rendimiento. Se le criticaba su debilidad ante la marca rival y también la falta de asociación con sus compañeros especialmente con Francisco Pineda y el uruguayo Ruben Soza. Quizá el único gran hito de esta etapa fue su gran participación en la Recopa, donde destacaron sus dos goles frente al Wrexham inglés, aunque el Zaragoza, después de un gran torneo, fue finalmente eliminado por el recordado Ayax de Van Basten y Rijhaard. Tras "bailar con la fea" todo ese año, en la temporada siguiente Patricio decidió emigrar al Real Betis de Sevilla, donde alcanzó a jugar dos torneos, En la primera tuvo regularidad como titular e hizo gran sociedad con los colombianos Rincón y Gabino; mientras que en la segunda, tuvo bastantes molestias físicas a raíz de la detección de una hernia cervical que, según los médicos, podría poner en duda su futuro como jugador. Esto complico su titularidad e impidió que volviese a tener un alto rendimiento. Más encima el equipo perdió la categoría a mediados de 1989, lo que aceleró una decisión que ya tenía en mente, volver a jugar en Chile. Respecto a su relación con la Roja, después del mundial de España, Yáñez estuvo ausente un buen tiempo de la selección. Para la Copa América 1983 inexplicablemente ni siquiera fue llamado por el entrenador Luis Ibarra, por lo que sólo se concentró en su aterrizaje en la liga española. Sólo dos años después, ya con Pedro Morales en la banca, Patricio volvió a reaparecer aunque fugazmente, en el marco de las eliminatorias para México 1986. Presionado por su club que no quería cederlo (el Valladolid estaba jugándose el descenso) alcanzó a jugar sólo un partido de la primera fase de clasificación. Fue el empate a 1 con Ecuador el 3 de marzo de 1985, el mismo día del recordado terremoto en Chile. Luego de eso debió volver a España perdiéndose el resto de los duelos con Perú y Uruguay que finalmente decretaron que Chile jugara el repechaje con Paraguay, Y en la repesca, tampoco participó en los trascendentales duelos que sellaron la suerte de Chile. La eliminación caló hondo en el Pato que deseaba más que nunca tener una revancha en el Mundial de México 86, además le dolieron las criticas del medio chileno que puso en duda su esfuerzo por ponerse la camiseta de todos. Todo esto desembocó en que se marginara, hasta nuevo aviso, de la selección. Por esta razón, por ejemplo, no estuvo en la Copa América de 1987, cuando se perdió la final con los uruguayos y sólo reapareció para las eliminatorias de Italia 1990, donde tuvo activa participación en los duelos contra Venezuela y Brasil, un proceso que terminó dramáticamente el 3 de septiembre de 1989 en el Estadio Maracaná. Regreso a Chile: la U, Colo colo, la Libertadores y el retiro A principios de 1990 la decisión de volver a Chile ya estaba tomada, gracias al interés real de la Universidad de Chile. El cuadro azul recién había regresado a primera división, después de un difícil año en el ascenso, y estaba de cabeza armando un cuadro competitivo que le permitiera retomar su historia de club grande. En ese sentido, la repatriación del Pato aparecía como la contratación ideal, ya que le devolvería la fe al hincha y, además, era una carta segura para reforzar el plantel y lograr los objetivos institucionales. Sin embargo, pese a las grandes expectativas de los dirigentes y de la afición la operación Patricio Yáñez no tuvo los resultados esperados. ¿Qué pasó? Varias razones. En primer lugar, el Pato arrastraba varias molestias físicas que afectaron su regularidad (de hecho tuvo que someterse a una operación). Entre torneo de apertura y campeonato nacional alcanzó a jugar 13 encuentros y convirtió sólo un gol, fue el último de los cuatro tantos, en la victoria frente a Union Española, que salvó a la U de caer en la liguilla de promoción ( Fue un año para el olvido del chuncho, ya que que terminó en el lugar 11). El otro motivo fue más de corte motivacional y se generó por la aguda crisis económica que sufrió la Universidad de Chile en el transcurso de ese año 1990, lo que derivó en el no pago de varios meses de sueldo al plantel de jugadores, y de las obligaciones contractuales y financieras acordadas con Patricio Yáñez. Esto lo sorprendió profundamente, ya que no estaba acostumbrado a vivir este tipo de situaciones, incluso llegó a declarar que era la momento más difícil que le tocó vivir en el fútbol. Obviamente, todo este bochornoso episodio enredó, de ahí en adelante, sus relaciones con los dirigentes estudiantiles, lo que -sin lugar a dudas- tuvo un efecto en su ánimo y disposición. Las cosas cambiaron para el Pato a principios de 1991 cuando después de secretas negociaciones fue presentado como flamante contratación de Colo Colo, lo que detonó la ira en las huestes azules que alegaron alta traición. Su llegada al cacique había sido especialmente solicitada por Mirko Jozic, quien buscaba a alguien como el Pato para implementar su sistema de ataque rápido y masivo. Afortunadamente la adaptación de Patricio al equipo fue excelente, a lo que se sumó su casi total recuperación física, gracias al apoyo multidisciplinario del equipo albo. . Todo esto se reflejó en la cancha, donde reapareció el Yáñez de las jornadas inolvidables de los 80; un jugador veloz, incisivo y desequilibrante. Y con este rejuvenecimiento físico y anímico los frutos no tardarían en llegar, ya que en el primer semestre fue protagonista de ese campañón histórico en la Copa Libertadores de América, que culminó con la obtención del primer título continental para un equipo chileno. Quedaron para siempre en la memoria esos partidos de epopeya con Boca Juniors, donde el Pato mostró su placa de crack, tanto en Buenos Aires como en Santiago, incluso jugando com el hombro dislocado. Pocas semanas después de ganar la final continental con Colo Colo el Pato se ponía la roja para jugar la Copa América en nuestro país, con el sueño íntimo de salir campeón.. Al principio saltó dede la banca (victoria con Perú y derrota con Argentina) para ya desde el duelo con Paraguay encontrar un cupo en el equipo titular. Influyó su gran desempeño en la goleada cuatro por cero a los guaraníes, donde mostró toda su estampa de crack. Algo que también exhibió en el siguiente partido (empate con Colombia) donde volvió locos a los defensas cafeteros. Sin embargo la esperanza se vino abajo para Yáñez y la selección en la segunda fase con el disputado empate con Argentina (donde el Pato fue expulsado) y en la derrota final con los brasileños. Ese 1991 Yáñez sanaría las penas vividas en la Copa América con la obtención de su primer título en un torneo nacional, cerrando así el espectacular tricampeonato de los albos (1989-91). De esta manera, su su nombre quedó grabado, para siempre, en ese histórico equipo de Colo Colo que, con él en cancha, lo ganó todo en esa época.. Más tarde vendrían más títulos para su bitácora: Recopa Sudamericana, en Japón; Interamericana; y un nueva corona con Colo Colo, en la temporada 1993, en la cual volvió a ser pieza fundamental. El retiro definitivo vendría en 1995 cerrando así una trayectoria de 18 años como jugador profesional que lo catapultaron como uno de los mejores y más recordados delanteros en la centenaria historia de nuestro fútbol. Tras colgar los botines el destino de Pato seguiría ligado al deporte rey, pero esta vez desde el micrófono radial y las cámaras de televisión. /HDF Desde su aparición, en 1977, en el modesto San Luis de Quillota se notaba que pintaba para crack, dentro y fuera de la cancha. Razones para triunfar le sobraban: potencia física inusual para el medio nacional, velocidad imparable y habilidad con y sin balón, Por eso, su consagración fue tan rápida como sus corridas por la punta derecha y en pocos meses pasó a la Roja de todos, donde brilló con luces propias, pese a su juventud. Copa América, eliminatorias y mundial lo catapultaron el primer nivel y finalmente lo llevaron a Europa, donde vistió las camisetas de Valladolid, Zaragoza y Betis. Después volvió a Chile a terminar su carrera en los dos equipos grandes, aunque el broche de oro fue el título continental con Colo Colo. Del colegio al fútbol profesional Corría el primer semestre de 1977 y el joven Patricio Yáñez, de 16 años, disfrutaba como cualquier colegial de los tiempos de juventud, Le gustaba mucho hacer deporte, principalmente el fútbol aunque también el atletismo. De hecho, ese año el profesor de educación física del Liceo de Quilpué lo motivó a que compitiera en las pruebas previas para el campeonato nacional escolar, resultando ganador, lo que le permitió representar a la Quinta Región en la pista del Estadio Nacional. Pero el fútbol ganaría la partida, ya que meses después lo invitaron a participar en duelo entre los liceos de Quilpué y Quillota, el que marcaría para siempre su destino. Tras el encuentro inter-liceo se le acercaron a Yáñez dos representantes del club San Luis, en ese entonces militante de la segunda división profesional. Se trataba del gerente técnico Eduardo "Punto" Silva y el preparador físico Carlos "Maquinita" Hernández. Fue Silva el que derechamente le preguntó si quería integrarse al conjunto canario y ser futbolista profesional, ofrecimiento que Patricio aceptó inmediatamente. Dos semanas después nuestro protagonista era sacado de clases para ir a jugar un partido amistoso con Unión La Calera, en el cual marcó un gol de entrada y más encima entregó dos asistencias perfectas a sus compañeros, en el 5 por uno final, Quedaron tan impresionados con él los directivos de San Luis que le ofrecieron al tiro un contrato. Este fue firmado el 28 de diciembre y el Pato dudó hasta el último minuto de que el acuerdo se concretase, ya que temía que fuese una broma del día de los inocentes. Así se inició la aventura de Yáñez en el fútbol profesional y con ello uno de los períodos más fructíferos en la historia del club quillotano. El llamado de la Roja, la fama y los millones Su primer año (1978) fue de adaptación al equipo, aunque rápidamente llamó la atención del medio su potencia y juego desequilibrante, lo que incluso motivó a O´Higgins de Rancagua a poner sobre la mesa una oferta por 100 mil dólares por el jugador de apenas 18 años, la que obviamente fue rechazada. Sin embargo, en la temporada 1979 vino su explosión definitiva como jugador, ayudando a San Luis a meterse de lleno en la pelea por el ascenso. Y aunque esto no se logró (el equipo terminó en quinto lugar) en esa campaña se sentaron las bases definitivas que encaminarían la anhelada subida a primera división. Pero ese 1979 fue doblemente especial para el Pato, ya que impensadamente para muchos fue llamado a integrar la selección chilena, comandada por Luis Santibáñez, quien estaba armando una competitiva escuadra para pelear Copa América y eliminatorias para la Copa del Mundo España 1982. Cuando se enteró de la nominación los nervios lo invadieron, pero así todo una fría mañana de mayo partió en bus a Santiago y a las nueve en punto estaba en Juan Pinto Durán listo para entrenar. Era extraño porque se veía integrando un equipo con muchos de los que eran sus ídolos y a los que hasta hacía poco sólo conocía por fotos. Afortunadamente los demás seleccionados lo recibieron cálidamente, sobre todo Alberto Quintano, quien lo acogió al comienzo, casi paternalmente. Ya en los primeros partidos asomó la calidad y talento del Pato, que comenzó a adueñarse, poco a poco, de la punta derecha. Su debut por la Roja fue el 13 de junio de 1979, en el Estadio Nacional, ante Ecuador. En ese partido, que terminó sin goles, Yáñez reemplazó a Jorge Neumann y en el poco tiempo que estuvo sorprendió gratamente por sus agresivos desbordes por la banda derecha. Poco después formaría parte de esa histórica Roja que llegó a la final de la Copa América, en tres dramáticos partidos de definición con Paraguay. Y no sería mera comparsa, ya que arrancó desde el primer minuto en varios paridos, lo que demuestra la importancia que fue adquiriendo dentro del plantel, recién a sus 18 años, La temporada 1980 es inolvidable para el Pato, ya que San Luis logra el ansiado ascenso a primera división juntando un equipo de leyenda, en el que sobresalía el brillante y recordado trío conformado por él junto a Víctor Pititore Cabrera y Jorge Pindinga Muñóz. Tras el título la fama de Yáñez creció como la espuma. ahora era permanentemente acosado por las mujeres y los niños se peleaban por su autógrafo. Su popularidad era realmente increíble, algo que no se veía desde los tiempos de Leonel Sánchez o Tito Fouilloux. La "guinda de la torta" llegó, a fines de ese año, cuando fue nominado para formar parte del equipo Resto del Mundo y el técnico transandino César Luis Menotti lo llenó de elogios y alabanzas. Ya en 1981, vendrían desafíos más trascendentes, debutar en primera con San Luis y jugar por Chile en las eliminatorias para el mundial de España, En su equipo las cosas no marcharon tan bien (de hecho el equipo descendió a fin de año), pero en la selección sus actuaciones fueron consagratorias. Jugó brillantes partidos con Ecuador, pero sobre todo con Paraguay., frente al cual macó quizá el gol más importante de su carrera aquella noche del 7 de junio, en el Estadio Defensores del Chaco de Asunción. Al cierre del 81 todo su talento y esfuerzo tuvo sus frutos, ya que fue elegido el mejor puntero de América, compartiendo, en un equipo ideal, con figuras como Maradona, Pasarella y Zico. Esto hizo que los interesados en contratarlo hicieran fila. A las desesperadas intenciones de los grandes de Chile (La U llego a ofrecer 800 mil dólares), se sumaba River Plate, pero también tomaba fuerza la opción del Barcelona de España, que lo venía siguiendo desde hace bastante tiempo, Pese a todo, San Luis no quería dejarlo partir por menos de un millón de los verdes). mientras el Pato ponía toda su energía y foco en llegar lo más alto posible, con la selección, en la copa mundial. Ir a la segunda parte A los tres años su padrino futbolístico, Alberto Buccicardi, lo inscribió como socio del Club Universidad Católica; a los cinco, acompañó a su padre a todos los partidos del Sudamericano de 1945, jugado en Chile (donde nació su admiración profunda por Sergio Livingstone); a los ocho, en su primer colegio, tuvo la suerte de tener como profesor de educación física al gran Luis Tirado, donde nació la motivación de ser futbolista; y a los 12, cuando cursaba estudios en el Colegio San Ignacio, ingresó a la tercera infantil de la UC, iniciando así su carrera deportiva. Como se ve, desde muy niño el fútbol estaba en el ADN del gran Alberto Fouilloux, quien en pocos años se transformaría en la promesa emergente de cuadro cruzado y en figura promisoria de la Roja. .
Su paso por las series infantiles y juveniles fue tranquilo, pero de mucho aprendizaje, siempre atento al consejo y sugerencia de los mayores. Y sin nunca dejar de lado los estudios, de hecho fue siempre uno de los mejores alumnos de su colegio, algo que repetiría después cuando ingresó a estudiar leyes. El primer gran hito de su carrera futbolística llega en 1958, cuando es convocado a ser parte de la selección juvenil que participaría en el sudamericano de la categoría, a lo que se sumó, poco después, otro llamado para un cuadrangular internacional en Perú, con la selección local, Brasil y Venezuela. Fueron sus primeras actuaciones internacionales, donde pese a no sumar muchos minutos aparecieron algunas luces de su potencial futbolístico. Algo que demostró en el histórico triunfo sobre argentina, en 1959, con motivo de la despedida oficial a Sergio Livingstone. En 1960 llegaría su estreno oficial en primera división con la UC. Fue contra Audax Italiano y Tito marcó dos goles en el triunfo cruzado por 5 goles a dos. Un debut soñado, pero que contrastaría con la magra campaña del equipo durante ese año, que terminaría último de la tabla y salvado del descenso sólo porque Magallanes tuvo el peor promedio acumulado. En todo caso, en esos primeros duelos como profesional Fouilloux ratificaría con creces las grandes expectativas que todo el medio tenía de él. Entre sus características de destacaban velocidad, precisión, fortaleza física, visión de juego (siempre estaba bien ubicado) y su potente remate, que tempo después perfeccionaría magistralmente. Surgimiento rápido en la UC y la Roja 1961 está marcado, a sangre y fuego, en su hoja de vida en el fútbol, ese año aparece todo su talento y calidad de jugador, la que pone al servicio de su equipo, que logra una histórico título en dramática definición con Universidad de Chile. Durante ese torneo ambas universidades se pelearon el campeonato palmo a palmo, lo que se tradujo en dos dramáticos partidos de definición, a comienzos de 1962. En el último match, ya en las postrimerías de un cerrado encuentro, que estaba empatado a dos, se produjo una falta penal en el área azul. Sorpresivamente Tito agarró la pelota y no la soltó más, no era el asignado para patear, pero se tenía mucha confianza, ya que venía jugando muy bien, Acto seguido, se paró frente al portero René Pacheco y lo fusiló con potente tiro, el que curiosamente pegó en unos de los fierros que sostenían la red, confundiendo a gran parte del público que pensó que el delantero se había perdido el penal. Fue su primera corona con el club que lo vio nacer y la que siempre recordaría por la emoción que tuvo el desenlace de esa final. Pero ese 1961 también lo vio vistiendo la roja de Fernando Riera. Primero integrando una de las cuatro selecciones que armó el "Tata", de cara al mundial chileno; después siendo parte de esa histórica gira a Europa, en la cual se enfrentó -sin mucho éxito- a Francia, Alemania, Bélgica, Suiza e Inter de Milán; y finalmente conformando el grupo final que disputó el campeonato del mundo (donde junto a Luis Eyzaguirre, Honorino Landa y Jorge Toro, fueron los convocados más jóvenes). Antes de la cita planetaria Fouilloux se transformó en un personaje de fama nacional por su figura rubia y atlética, que cautivó a las adolescentes. Incluso tuvo su canción, "Tito, mi amor", que se transformó en todo un suceso en la previa mundialera. Ya en e mundial, Alberto Fouilloux estuvo en los dos primeros partidos con Suiza e Italia, donde tuvo una aceptable actuación, de hecho, fue protagonista del segundo gol frente a la azurra. Después de eso Riera no lo volvió a considerar, prefiriendo a jugadores más experimentados, aún cuando su desempeño fue más que correcto. La consolidación de un crack Después del mundial Fouilloux se concentra en la UC, donde se transforma en protagonista de su equipo en casi todos los campeonatos. En tres de los siguientes cuatro torneos (62, 64 y 65) la Católica le pelea el título a la U con sangre sudor y lágrimas y Tito es un estandarte en esas luchas a muerte con los chunchos. El premio llegaría el 66 cuando al mando de un gran equipo baja una nueva estrella para la UC. Ese fue quizá su mejor año en el fútbol profesional, ya que meses antes del título fue pieza clave en la llegada a semifinales de los cruzados en la Copa Libertadores de América, y luego, fue parte de la selección que disputó el Mundial Inglaterra 1966, donde participó en los dos primeros partidos con Italia y Corea del Sur. En la última parte de los 60 Alberto ya es un referente absoluto de Universidad Católica, que pelea los títulos 67 y 68 con el "Ballet" azul y los "Panzer" de Wanderers, pero ya en 1969 esa generación cruzada inolvidable experimenta su declinación, siempre a la sombra de la Universidad de Chile más exitosa de todos los tiempos. Partida de la UC y experiencia europea En 1970, el mercado de pases del futbol nacional se remeció como nunca, figuras históricas de los equipos grandes decidieron dejar sus clubes tentados por las cifras millonarias de los traspasos. Francisco "Chamaco" Valdés se movió de Colo Colo a Unión Española, Leonel Sánchez saltó de la U a los albos y Tito Fouilloux sorprendió a todos emigrando de la UC a Huachipato, por cien millones de pesos, alta cifra para la época. Su paso por el cuadro de Talcahuano revolucionó a toda la zona penquista, aunque finalmente los resultados no fueron los esperados, ya que los siderúrgicos no pudieron clasificar a la liguilla final. Al año siguiente Alberto decidió volver a Santiago, esta vez para enrolarse en Unión Española, tentado por Nestor Isella, quien estaba armando un gran equipo en la tienda hispana. Con los rojos realiza una gran campaña, pero finalmente terminan segundos, tras el sorprendente campeón, Unión San Felipe. Ya desligado de la Unión, Fouilloux emprende, a fines de 1972, quizá uno de los capítulos estelares de su carrera de futbolista, al emigrar al Lille Francés, equipo que jugaba en la segunda división gala. El traspaso se facilitó enormemente, por su doble nacionalidad chileno-francesa, que le permitía jugar en Europa sin ocupar plaza de extranjero. En la primera temporada, tras adaptarse bien a su nuevo club, sufrió una seria lesión que lo tuvo dos meses parado, pero fortuna se recuperó en tiempo récord. Lamentablemente al equipo le faltó un punto para ascender a primera. Sin embargo, al año siguiente, ya con Ignacio Prieto de compañero, el Lille logró el regreso la serie de honor con grandes actuaciones de Tito, quien fue protagonista de la racha de 28 partidos invictos de su equipo. Según él esa fue la más grande satisfacción que vivió en el fútbol. Último capítulo, el regreso de la UC a primera Después de una temporada regular con el Lille en primera y cuando ya estaba cursando el curso de entrenador en Francia, Fouilloux recibió un llamado desde Chile, específicamente de la Universidad Católica, Los cruzados habían descendido a segunda división a fines de 1973, en una campaña para el olvido, y tras un 1974 también malo (finalizaron sextos en la zona norte del ascenso) enfrentaban su segunda temporada en los "potreros", lo que tenía sumamente inquietos a los dirigentes. En ese sentido, habían definido como prioridad repatriar a Fouilloux, para que él comandara la "operación retorno" y así terminara, con broche de oro, su destacada carrera en el fútbol. Tito no lo pensó dos veces y enfilo rumbo a Chile, para integrarse a su UC querida,. Y pese a que su nombre pesaba en el camarín llegó, como uno más, a ganarse un puesto en el equipo titular. Su presencia en el plantel fue un estímulo más que positivo para el resto de los jugadores y ayudó mucho para que el cuadro católico se uniera y mentalizara en el objetivo de volver a primera. Y así fue no más, la UC hizo una campaña espectacular, estuvo invicta hasta la fecha 20 y Fouilloux aportó con su calidad y talento, junto a otras figuras como Oscar Wirth, Eduardo Bonvallet y Gustavo Moscoso. La tarea se logró a tres fechas de finalizado el torneo, con lo que Alberto cumplió cabalmente con lo que se propuso al venirse de Francia casi un año atrás. Ese fue la última escena en la trayectoria como jugador de Tito Fouilloux, pero luego de su retiro, a fines de 1975, siguió siempre ligado a la actividad, primero como entrenador de Huachpato y Colo Colo, entre 1976 y 1978; y posteriormente como comentarista de radio y televisión, por más de 20 años. /HDF 2 de julio de 1989, Estadio Sierra Doradá de Goiania (Brasil), la Roja juega con Argentina, en el marco de la Copa América de ese año. La gran atracción del encuentro es Diego Armando Maradona, el genio albiceleste se roba todas las miradas de los miles de fanáticos que repletan el imponente recinto. Muchos piensan que el partido será un mero trámite y que los campeones de mundo pasarán por arriba de los chilenos. Sin embargo, en el campo de juego, pese al mayor dominio argentino se disputa un partido áspero y donde las ocasiones de gol escasean. Es que el férreo esquema defensivo del técnico chileno, Orlando Aravena, le pone obstáculos al monarca del fútbol. Y en esa planificación táctica hay una pieza clave, se trata del lateral volante Héctor Puebla, quien es el encargado de marcarle hasta la sombra al famoso "pibe de oro", labor que cumple casi a la perfección. Tan efectiva y correcta fue la labor defensiva del "Ligua" que el mismo Maradona al término del partido lo felicitó por su actuación y le regaló su legendaria camiseta número 10. Esa noche de Goiania fue una de las tantas jornadas llenas de entrega y talento que nos brindó Héctor Puebla a lo largo de su destacada carrera en el fútbol. Esa que comenzó por allá en 1977 cuando dejó su natal La Ligua para ir a probarse al recordado Lota Schwager de Vicente Cantatore, quien no dudó en dejarlo en el primer equipo, principalmente por su gran capacidad física. Fueron tres duros y sacrificados años en la zona del carbón, pero también de sano aprendizaje y fortalecimiento personal. Además allí encontró la amistad de Víctor Merello, con quien después coincidiría en Calama. Figura en el Cobreloa histórico Al inicio de la temporada 1980, el "Ligua" comenzó a sonar en varios equipos, lo que alimentó sus ganas de probar suerte en otros cuadros. Pudo ir a Naval de Talcahuano, pero finalmente recaló en Cobreloa, por 150 mil pesos, a expresa petición del nuevo entrenador, Vicente Cantatore. Fue la mejor decisión de su carrera, ya que con los naranjas pasaría momentos inolvidables: cinco títulos nacionales (80, 82, 85, 88 y 92), una Copa Chile, en 1986, y dos sub campeonatos de América (81-82). Fue una época de gloria para los loínos, ya que se armó un equipo legendario, donde, aparte de Puebla, brillarían nombres como Oscar Wirth, Mario Soto, Enzo Escobar, Eduardo Gómez, Armando Alarcón, Hugo Tabilo, Jorge Siviero, Washington Olivera y Juan Covarrubias, entre otros, Fue tanto el éxito de esta generación dorada, que después de la final de América, en 1981, Colo Colo y Flamengo le pusieron sendas ofertas sobre la mesa, sin embargo por esos años curiosamente Cobreloa tenía como política no vender sus jugadores, lo que impidió su traspaso. Con el paso de los años Puebla se fue transformando en todo un símbolo del equipo minero, de hecho es el jugador que más ha vestido la camiseta de Cobreloa (663 partidos), en los que alcanzó a anotar la no despreciable suma de 46 goles. Su gran trayectoria, jugó hasta 1996, lo hizo respetable, tanto dentro de la cancha como en el camarín. Incluso es uno de los pocos jugadores en Chile al cual sus propios compañeros le entregaron un trofeo, lo que habla de su liderazgo y calidad humana. Pero, además de lo anterior, el "Ligua" logró una única e irrepetible conexión con la hinchada loína, que valoraba su estirpe de caudillo y su inagotable entrega por la camiseta. Un ejemplo de esto se vivió en los 90 cuando era dirigido por Fernando Cavellieri. Tras un roce con un compañero, en un entrenamiento, el "Palito" lo sacó del primer equipo, lo que causó la indignación de la gente. Fue tanta la presión que justo después de perder la final de la Copa Chile, con Antofagasta, Cavallieri tuvo que irse de Calama. Algo parecido pasó tiempo después con Jorge Garcés, quien también, luego de un desencuentro con Puebla, terminó cesado como entrenador. Su paso por la Roja y el mundial que no fue Héctor Puebla debutó en el equipo de todos un 19 de septiembre de 1984, durante un partido amistoso con Inglaterra, en el Estadio Nacional (Chile era dirigido por Luis Santibáñez). Fueron 35 partidos con la casaquilla roja, donde participó destacadamente en procesos eliminatorios y Copas América. En casi nueve años con la selección quizá el momento mas amargo lo vivió en 1982 cuando se perdió el Mundial de España, a causa de una rebelde tifus, que le impidió sumarse a sus compañeros. Aun así, el "Ligua" ha sido uno de los mejores laterales volantes que ha tenido el fútbol chileno en su historia. /HDF Era diciembre de 1943, el campeonato nacional ya ha había terminado y el joven equipo de la Unión Española festejaba su primera estrella en el fútbol profesional chileno. Pero, en esos días había otra noticia que causaba aun más revuelo en el medio futbolero local, se trataba de la visita de Racing de Avellaneda, equipo argentino donde militaba la máxima estrella chilena de esa época, el arquero Sergio Roberto Livingstone, quien había jugado toda la temporada en el torneo trasandino, ganándose el elogio del exigente paladar de nuestros vecinos. Tanto así que el meta nacional se había adueñado de las jinetas de capitán de la conocida "Academia", gracias su calidad humana y a sus grandes dotes como arquero. El día que Racing llegó a Chile (venía a jugar una serie de partidos amistosos), la expectación era enorme, miles de personas se agolpaban en los andenes de la Estación Mapocho para recibir al ídolo. Todos esperaban ansiosos la llegada del convoy que traía a la delegación rioplatense, es que deseaban expresarle su respeto, admiración y agradecimiento, ya que sentían que el "Sapo" había representado muy bien a todos los chilenos en el competitivo campeonato argentino. Y cuando los timbres anunciaron el arribo del tren, el delirio de los fanáticos fue casi incontenible, y el grito ¡Sapo!, ¡Sapo! resonó con fuerza en el terminal. Todos se abalanzaron para ver a Livingstone, ante la sorpresa del resto del plantel trasandino, que impresionado vio como el portero era sacado en andas y llevado a las afueras de la estación. Sus ojos llorosos de emoción reflejaban lo que sentía en esos momentos y solo agradecía, con su gentileza acostumbrada, las miles de manos que lo tocaban y querían saludar. Sin duda, esa tarde de diciembre quedó para siempre muy guardada en el corazón del "Sapo" y de toda los fanáticos que le regalaron ese emotivo momento. Y en la cancha, Racing, con el "Sapo" bajo los tres palos, dominó totalmente en todos los encuentros, derrotando 6 por uno a Colo Colo, tres por dos a Magallanes, tres por uno a Rosario Central y cinco por uno a Everton. Hay que decir que la superioridad trasandina en esos años era apabullante, lo que dejaba sin opción a los mejores equipos locales. Pese a ello, los que tuvieron la suerte de ir al Estadio Nacional u al Tranque de Sausalito tuvieron el consuelo de ver jugar al "Sapo" Livingstone con Racing, y disfrutar de su exquisita calidad y vistoso juego. De hecho en los cuatro duelos jugados en suelo chileno cada intervención de Sergio era aplaudida, a rabiar, por los espectadores, muchos de los cuales, más que ir a presenciar a tal o cual escuadra, sólo querían verlo jugar a él. A la postre, esos partidos del "Sapo" por Racing serían los últimos en su fugaz paso por la "Academia", ya que meses después decidiría su regreso a Chile, por motivos personales, tras lo cual volvería a defender el arco de la Universidad Católica. /HDF |