La selección chilena es una de las pocas que tuvo el honor de participar en el primer campeonato mundial de la historia, celebrado en Uruguay, un ya lejano 1930. En ese torneo le tocó debutar contra el combinado de México, el 16 de Julio, en el Estadio Parque Central de Montevideo. Esa tarde, al inicio del segundo tiempo, cuando ya Chile ganaba por la cuenta mínima, gracias al gol de Carlos "Zorro" Vidal, se produjo una jugada que quedaría marcada como el primer récord de Chile en un mundial.
A los 6 minutos, el defensor chileno Guillermo Saavedra despejó un ataque azteca y luego le cedió el balón a Carlos Subiabre, quien eludió a dos rivales y se le pasó a Villalobos, el que remató fuerte al ángulo derecho del arco defendido por el meta Isidoro Sota. Pero un desesperado defensa rival, Manuel Rozas, trató de interrumpir el tiro, con tan mala fortuna que la pelota rozó con su cabeza metiéndola mansamente en la propia portería. Fue el primer autogol en la historia de los mundiales y benefició a los "Cóndores Chilenos", que en esa jornada terminarían venciendo por tres tantos a cero. Días más tarde, el 19 de julio, Chile se enfrenta a la difícil selección de Francia. El partido es de ida y vuelta, mientras la zaga nacional logra contener los ataques europeos, gracias a brillantes intervenciones de Chaparro y Cortés; al otro lado los zagueros Chentrel y Thepot frenan las incursiones de los chilenos. Y cuando ya termina el primer tiempo, el árbitro uruguayo Alberto Tejeda cobra un claro penal, en contra de Tomás Ojeda. Se pone frente al balón Carlos "Zorro" Vidal (quien va en busca de su tercer gol en el mundial), el que dispara a la derecha del arquero, pero este intuye la trayectoria y se queda con el esférico. Es el primer lanzamiento perdido, desde los doce pasos, en la historia de los mundiales y Vidal no esconde su desazón. Afortunadamente, Chile terminaría ganando ese encuentro, por la cuenta mínima, con gol del "Chato" Subiabre, Casi 44 años después de la primera cita del fútbol mundial, un 14 de junio de 1974, Chile enfrenta, en el partido inaugural de la Copa del Mundo, a la poderosa selección anfitriona de Alemania Federal. Es el debut de los europeos y el Estadio Olímpico de Berlín ruge con 85 mil personas. Chile hace gran partido en su defensa, con una monumental dupla Figueroa-Quintano que maravilla a todos, a pesar del gol teutón, luego de un zapatazo infernal de Paul Breitner, a los 16 minutos de juego. Y ya entrado al partido, cuando el cronómetro marca 67 minutos de contienda, el árbitro turco Dogan Babacan expulsa al delantero chileno Carlos Caszely, por una falta en contra del jugador germano Berti Vogts. El goleador de la roja reaccionó desmedidamente, ante la enésima arremetida fuerte del defensa germano, pero el juez, que estaba al lado de la incidencia, caminó lentamente hacia él y metió su mano en su bolsillo superior, sacando la cartulina roja y mandando al chileno a las duchas. Fue la primera expulsión en la historia de los mundiales. La ausencia del crack terminó siendo vital en la eliminación de la Roja en primera ronda, tras empatar con Alemania Democrática y Australia, con sendos empates a cero. /HDF A la cita mundialista de España 1982, llegamos más agrandados que nunca, después de una campaña invicta en las eliminatorias. La ilusión era inmensa con el equipo dirigido por Luis Santibáñez, ya que había una buena base de jugadores, con la que se venía jugando desde hace un buen rato. Sin embargo, la mala preparación previa, el exceso de triunfalismo y el equivocado sistema de concentración que se aplicó a los jugadores hicieron de este proceso uno de los más grandes fracasos en la historia del fútbol chileno.
Sudamericano de 1942 en Uruguay, Chile juega su cuarto partido, después de sufrir dos humillantes goleadas con Uruguay y Brasil y otra más aceptable derrota con Paraguay. La Roja obviamente quería mejorar su deteriorada imagen en el torneo y qué mejor hacerlo con Argentina, el eterno candidato al título. Ya en el campo del Estadio Centenario, los primeros minutos son de la albiceleste, que se va con todo sobre el arco chileno, pero afortunadamente la defensa nacional está muy sólida, con la seguridad acostumbrada de Livingstone en la valla, más la calidad de sus dos secuaces, hablamos de Roa y Salfate. El asedio rioplatense dura hasta el minuto 10, cuando Chile se anima y comienza a acercarse con peligro a la portería rival, custodiada por el meta Gualco. La Roja pasa de dominada a dominadora, aprovechando las licencias defensivas argentinas. En eso estaba el partido cuando cerca de los 20 minutos de juego llega la polémica. Todo comenzó cuando un ataque chileno, comandado por el delantero Norton, fue cortado, con una evidente falta dentro del área, por los trasandinos. El árbitro peruano Enríque Cuenca cobró la pena máxima, pero luego, ante el desmedido reclamo argentino, cambió la sanción decretando sólo tiro libre. Los jugadores nacionales, indignados con la situación, encararon al juez y el público presente reprobó la sentencia con una sonora silbatina. Aun así, rápidamente se cobró el tiro libre, en un claro error de la selección chilena, ya que la jugada finalmente no revistió ningún peligro. Tras la incidencia, continuó el encuentro, pero minutos más tarde y producto de una jugada fortuita, el referí cobro mano dentro del área al defensa argentino Ramos, apuntando claramente con su brazo al punto penal. Nuevamente los argentinos rodearon al colegiado y éste, ante la sorpresa de todo el estadio, volvió a cambiar el cobro, decretando tiro libre fuera del área, en favor de Chile. Los jugadores chilenos, encabezados por Livingstone, no podían creer lo que estaba ocurriendo y tampoco los cerca de 10 mil espectadores que reprobaban abiertamente el proceder del juez. En esos momentos de alta tensión el árbitro Cuenca decidió delegar sus funciones en unos de sus ayudantes de apellido Tejada, quien curiosamente lo primero que hizo fue validar el tiro libre. El equipo chileno no aceptó tal determinación y decidió retirarse de la cancha, haciendo ver su repudio por la injusticia de lo ocurrido. Mientras tanto, los argentinos permanecieron en el campo, esperando el tiempo reglamentario que les permitiera declarar ganado el match, por abandono de la escuadra rival. Ya en los vestuarios la delegación nacional exigió que se cambiara el juez, apuntando a que esa era la única opción viable, para que ellos retornaran a la cancha. Minutos después, ésta última alternativa parecía darse, lo que convenció a los futbolistas chilenos a retornar hacia el campo de juego, pero cuando aparecieron en la cancha se dieron cuenta que los argentinos ya se habían retirado. La razón, ellos pensaban que ya habían esperado el tiempo reglamentario suficiente, por lo que tomaron la determinación de dar por terminado el partido. De hecho, el árbitro Tejada volvió a llamar a los equipos al campo, pero a esas alturas los argentinos ya estaban duchados y con ropa. Muchos pensaban que el partido se iba a completar días después, ya que faltaban casi 60 minutos de juego, pero increíblemente nada de eso pasó, es más Chile perdió los puntos y el resultado oficial que quedó registrado fue empate cero a cero. Insólito, por decir lo menos, justo cuando las opciones chilenas de ganar ese partido eran inmejorables. Pudo ser la primera victoria oficial frente a Argentina, pero no, para eso había que esperar otros largos 66 años. /HDF La segunda rueda de las eliminatorias marca la consolidación definitiva del equipo, en términos de sistema de juego, funcionamiento, efectividad en el arco contrario e individualidades. Además, la selección se hizo casi inexpugnable de local, donde estuvo su fuerte, pero siguió quedando en deuda en su cosecha de visita.
El resultado de los primeros tres partidos alentó hasta el más indeciso de los hinchas de la roja, ya que se partió destrozando a Venezuela en el Monumental por seis a cero, en una jornada donde Zamorano anotó cinco goles. Luego se vivó una fecha muy afortunada en el Estadio Atahualpa de Quito, donde rescatamos milagrosamente un empate a un tanto (se jugó francamente mal y sólo el oportunismo de Salas nos salvó de un mal mayor). Y después volvimos a sonreír en el partido en casa con Colombia, con una victoria revitalizante por 4 goles a 1, que devolvió la confianza, sobre todo por realizado en el primer tiempo, en el cual se demolió a los cafeteros con tres goles de Salas. Sin duda, una jornada memorable, donde lo más importante fue que el equipo se convenció internamente que el objetivo era absolutamente alcanzable. En las tres fechas siguientes la selección tenía una dura tarea, ya que debía abordar dos difíciles partidos de local con Paraguay y Argentina y, además, una casi imposible visita al Centenario de Montevideo. En el partido con los guaraníes en Santiago, Zamorano se mandó una de sus mejores partidos en la selección, anotando dos goles de gran factura, que dejaron más que claro su trascendencia en este equipo. Fue una tarde noche soñada para Bam Bam, que entregó a caudales fútbol, entrega y calidad. Y justo cuando más se necesitaba, ya que el equipo paraguayo, que llegó como líder de las eliminatorias, no regaló nada ese día y siempre intentó complicar a los rojos, así lo demostró el descuento de Brizuela a los 61 minutos. Fue una victoria merecida que dejaba a la selección en buen pie para intentar la hazaña con los uruguayos. Sin embargo, la historia pesó como tantas veces y la estantería nuevamente se cayó ese 20 de agosto en el Centenario, donde si bien Chile nunca se vio superado, pagó caro su único error grave en todo el partido. Minuto 20, desconcentración de Miguel Ponce y Otero que agradece el regalo y fusila a Nelson Tapia. Dolió bastante esa derrota, porque había fe en lo que se estaba logrando en la segunda rueda, pero también hay que considerar que no tuvimos a Zamorano afectado por una lesión. Así se llegó a la segunda batalla con nuestra bestia negra, Argentina, que arribaba a Santiago con un equipo consolidado y fuerte. Los primeros minutos de partido reflejaron justamente eso, los trasandinos nos tocaron el balón como ellos saben, lo que complicó al equipo chileno. Con absoluta justicia la albiceleste abrió la cuenta a los 25, en los pies del "Muñeco" Gallardo, Ahí recién despertó Chile, qué como contraparte, hizo daño en la primera de peligro que tuvo Salas, el qe marcó a los 33. Se veía un partido equilibrado, donde la diferencia la haría el primero que cometiera un error. De esa manera el duelo se hizo entretenido, de ida y vuelta, lo que benefició el espectáculo. Y cuando los dos cuadros ya firmaban el empate, apareció una genialidad del "Burrito" Ortega, quien tras gran maniobra personal dejó solo al "Piojo" López, que marcó el 2 a 1. La derrota dolió igual que en Uruguay, y más encima se volvía a perder un partido de local por eliminatorias después de 40 años. Ahora Chile dependía de sí mismo para llegar a Francia, sólo había que ganar los dos últimos partidos en casa, frente a Perú y Bolivia. Esos dos duelos finales demostraron la convicción del equipo y su hambre de gloria. Primero, un brillante 4 a 0 sobre los peruanos, con tripleta de Salas, y después el 3 por cero ante los altiplánicos. Un broche de oro perfecto para una campaña notable, que nos instaló nuevamente en un mundial después de muchos desaciertos, procesos fallidos y derrotas amargas. La tarea estaba hecha, lo había logrado una excelente generación de jugadores chilenos que tenía marcado a sangre y fuego el sello de una dupla fantástica, los Zamorano-Salas (Zasa), que dejarían su huella imborrable en la memoria nacional. Y eso que todavía faltaba el Mundial de Francia 1998. /HDF La tarde del domingo 16 de noviembre de 1997 el Estadio Nacional se veía esplendoroso y brillante, no sólo por el sol primaveral que había ese día, sino también por las casi 80 mil personas que llenaban el principal coliseo deportivo de Chile. La alegría y expectación desbordaban por todos los rincones del recinto ñuñoíno, del cual brotaban miles de banderas rojas. Todo estaba preparado para vivir una fiesta, como pocas, en la historia de nuestro fútbol. Se jugaba la última fecha de las eliminatorias para el Mundial de Francia 1998 y la roja recibía al débil combinado de Bolivia, que se mantenía en el penúltimo lugar de la tabla. Ganando la selección clasificaba directamente, ya que teníamos el mismo puntaje que Perú, pero superábamos ampliamente a los del Rímac, en la diferencia de goles. Los bolivianos no tenían nada que perder, y por rivalidad histórica no nos regalarían nada, eso estaba claro y se notó temprano en la cancha de juego, donde se podía leer su disposición defensiva y un esquema aprendido de los tiempos de Azkargorta. Chile, con la presión pegada al cuerpo, sufrió más de la cuenta, ya que no había movilidad en sus volantes. Esto hizo que la pelota deambulara en los pies de los altiplánicos, liderados por el "Diablo", Marco Antonio Etcheverry. En eso estaba el partido cuando, siguiendo una constante en todas las eliminatorias, Chile logró convertir cuando más mal lo pasaba. Minuto 24 y Sierra manda uno de sus pases con la mano, para que corra Rodrigo Barrera, quien supera el achique del arquero Carlos Truco y marca el uno a cero. Fue lo mejor que le pudo pasar a la selección, el gol descomprimió la presión en los jugadores que se fueron soltando y pudieron jugar con más tranquilidad. Eso quedó en evidencia casi al término de la primera etapa, cuando apareció la magia y el talento del "Matador" Salas, para dejar la cuenta 2 a 0. Fin de la primera parte y la sensación de alegría y satisfacción desbordaba el estadio, sólo faltaban 45 minutos para terminar con una larga espera de 16 años y tres mundiales vistos por la TV. El segundo lapso entra en el terreno casi de la anécdota, Chile jugando a placer y los bolivianos tratando de intentar algo que nunca sale. Más encima se ofuscaron lo que les costó tres jugadores expulsados. Pero faltaba la guinda de la torta para que la fiesta fuera completa, ya que a los 84 minutos Juan "Candonga" Carreño, que había entrado dos minutos antes, en reemplazo de Sierra, acierta un cabezazo largo y bombeado que se cuela en el arco de Truco. La tarea está completada, Chile vuelve a los mundiales, Francia 98 nos espera. Antes, la eliminatoria más difícil del mundo Pero para llegar a ese último partido lleno de emoción y alegría, antes tuvieron que pasar largos y desgastadores 19 meses, donde muchas veces hubo dudas y complicaciones, pero también certezas y claridad en lo que se estaba construyendo. Todo comenzó un 2 de junio de 1996 en Barinas, Venezuela, cuando en una actuación para el olvido, donde de no ser por un afortunado gol de Margas, en el último minuto, habríamos perdido el partido. El vergonzoso empate a un gol significó la salida del entrenador Xavier Azkargorta, que ponía un manto de duda a un proceso que recién comenzaba. El segundo encuentro con Ecuador supuso el desahogo de los jugadores y el reencuentro con la afición. Fue un contundente 4 a 1 en el Nacional, con dos goles de Zamorano, uno de Salas y otro de Estay, que llenaron de alegría esa noche del 6 de julio del 96. En la banca ya estaba Nelson Acosta, quien le imprimiría su acostumbrado sentido de lucha al equipo, lo que ayudaría mucho en los momentos difíciles. Esos que llegarían en la tercera fecha, cuando Colombia nos dio un baile de esos en Barranquilla, una sinfonía perfecta de los Valderrama, Rincón, Serna y Asprilla; que nos dejaron fuera de servicio por largos pasajes del encuentro. Chile, por momentos humillado, no tuvo poder de reacción ante la inmensa superioridad cafetera, lo que obligaba a volver a revisar el repertorio y ajustar varias piezas del sistema. La siguiente estación nos llevaba a Asunción, donde nos recibía el Paraguay de Chilavert, Gamarra, Arce y Acuña, rival complicado y que también estaba en uno de sus momentos de gloria. Tuvimos un rayo de esperanza con el tempranero gol de Margas, pero luego todo se fue diluyendo, ya que tras cartón Gamarra nos volvió a la realidad con un derechazo que batió a Ramírez. El equipo mejoró de ahí en adelante, pero se notaba aún herido por la goleada de Barranquilla, lo que le impedía llegar a su mejor nivel. Faltaba eso que hace la diferencia, aquello que cuando no está se traduce en gol en contra, tal como ocurrió en el minuto 63, cuando Rivarola aprovechó un rebote y la mandó al fondo del arco chileno. Las dudas seguían instaladas, había que mantener la serenidad y seguir trabajando el equipo. El 12 de octubre de 1996, en el marco de la sexta fecha, Chile lograría uno de los triunfos más importantes de este proceso eliminatorio, al derrotar por uno a cero a la difícil selección uruguaya. Ese día, en lo que muchos denominaron “el partido bisagra”, Chile se sobrepuso a la celeste en un duelo de dientes apretados y escaso margen de error, que se definió gracias a una genialidad de Marcelo Salas, en el minuto 60. La victoria, que era en extremo importante por la ubicación de la tabla, conectó definitivamente a la gente con este equipo, que, de ahí en adelante, brindo apoyo y aliento permanente. Y todo mejoró, aún más, en diciembre, cuando en una actuación notable la roja le sacó un empate a uno, a Argentina en Buenos Aires. La clave ese día fue que la selección jugo sin presión, sabiendo que si trabajaba bien el encuentro a lo mejor encontraba premio. Toda la responsabilidad estaba en el local que no encontró la manera para superar la zaga chilena, bien plantada sobre el pasto del Monumental de River. Y la ilusión llegó con ese perfecto tiro libre del ya desaparecido Fernando Cornejo, que batió al meta Cavallero, y que puso en ventaja a los rojos. Chile siguió de la misma manera y aunque el gol de Ortega equiparó las cosas, la sensación final fue de absoluta conformidad con lo que se estaba haciendo. El nuevo año 1997 nos pilló en la octava fecha y con la misión de ir a dar la sorpresa a Lima. Había fundadas expectativas, principalmente, por lo hecho en los partidos recientes. Sin embargo, existían también dos puntos clave: Los del Rímac debían ganar para seguir en carrera y Chile presentaba ausencias importantes como las de Salas, Fuentes, Castañeda y Chavarría. Cuento corto se improvisó una alineación y el experimento no funcionó, ya que Perú de la mano de Maestri, Solano y Olivares nos complicó de sobremanera. Y más encima, nos encontramos con un gol en contra a los 15 minutos de juego. Todo mal. Y pudo ser peor, ya que por algunos pasajes de ese primer tiempo fue casi baile, lo que coincidió con el segundo gol de Palacios, a los 34. Incluso, de no ser por la impericia de los locales no hubiese sido raro una goleada más abultada en esa primera parte. En los segundos 45 minutos Chile mejoró un resto, gracias a la entrada de Jorge Contreras y Pedro González, pero sólo alcanzó para el descuento del "Heidi". Así terminaba la aventura a Lima, que nuevamente hacía revivir algunos fantasmas. La primera rueda terminó el 12 de febrero en la altura de La Paz, con un revitalizante empate a uno, que fue la mejor presentación como visita de este equipo. Nelson Acosta jugo las cartas con inteligencia, ya que privilegió la aclimatación a la atura y dispuso la entrada a la oncena titular de varios jugadores de Cobreloa, acostumbrados a estos menesteres. Esto hizo que el equipo realizara un buen juego sobre la cancha del Hernando Siles, caracterizado por el correcto trato al balón y la seguridad en la tenencia. Y pese a que los bolivianos se adelantaron en el marcador, con el gol de Soria, no extrañó el empate chileno que llegó con ese zurdazo mágico de Pedro Gonzáles, en el minuto 41, un justo premio para una planificación bien pensada, por parte de la selección. /HDF Ir a la segunda parte Chile tuvo el honor de ser protagonista del primer mundial de la historia, que tuvo lugar en julio de 1930, en Uruguay. La digna actuación del equipo nacional, dirigido por el húngaro Jorge Orth, comenzó un miércoles 16 de julio, en el Estadio Parque Central, con un merecido triunfo sobre México. Ese histórico día, en cuya jornada fallecía -en Chile- el ex presidente Juan Luis Sanfuentes, los "Cóndores Blancos" formaron con Roberto Cortés, en la valla; Ulises Poirier y Víctor Morales, en la zaga; Humberto Elgueta, Guillermo Saavedra y Arturo Torres, en el medio terreno; Carlos Schneeberger y Tomás Ojeda, por las bandas; y Carlos Vidal, Eberando Villalobos y Guillermo Subiabre, en ofensiva.
La serie la inició el "Zorro" Vidal, a los tres minutos de partido, quien culminó una vistosa jugada colectiva entre Ojeda, Rozas, Subiabre y Villalobos. Fue la única conquista de ese primer tiempo, donde Chile dominó las acciones, aunque exhibió algunas licencias defensivas y poco finiquito frente al arco contrario. Recién iniciada la segunda fracción, a los 6 minutos, Guillermo Saavedra despejó un ataque azteca y la cedió larga a Subiabre, quien burló a dos rivales y se le pasó a Villalobos, que disparó al ángulo derecho del arco defendido por el meta Isidoro Sota. En el camino el defensa rival Manuel Rozas trató desesperadamente de interrumpir el tiro, con tan mala suerte que rozó el balón con su cabeza introduciéndola mansamente en la propia portería. Rozas quedaría inmortalizado esa tarde al marcar el primer autogol en la historia de los mundiales. El segundo gol fue un duro golpe para los mexicanos, que desde ahí tendieron al descontrol y al juego brusco, lo que facilitó las acciones para los chilenos. Tanto así que a los 20 minutos Guillermo Saavedra, la figura del partido, avanzó como 30 metros con pelota dominada, para luego cederla a Tomás Ojeda, quien rápidamente habilitó a Subiabre. Y el "Chato", como venía, le plantó un fuerte derechazo, que afortunadamente rebotó en Rozas y le quedó servida a Vidal, quien sólo tuvo que pegarle fuerte para anotar su segundo gol y el tercero para la selección. La alegría y emoción de los jugadores y de un puñado de chilenos en las tribunas era indescriptible, ya que el equipo, pese a no jugar un buen partido, se llevaba un victoria merecida y estimulante. Siguen las sonrisas El triunfo en el debut fue un buen motivador psicológico para el cuadro nacional, aunque al interior del plantel no quedaron del todo satisfechos con lo realizado frente a México. Ahora venían los franceses, potencia europea contra los que necesariamente había que corregir errores y subir el nivel. El duelo se juega el sábado 19 de julio en el Estadio Centenario, y en los primeros minutos Chile se va con todo al ataque convirtiendo en figura al meta galo Alex Thepot. Tras el buen comienzo chileno, los franceses emparejan las acciones, con lo que el encuentro se vuelve entretenido para los miles de espectadores que observan desde las tribunas. El partido es de ida y vuelta, mientras la zaga chilena logra contener los embates europeos, gracias a brillantes intervenciones de Chaparro y Cortés; al otro lado el zaguero Chentrel y Thepot frenan las incursiones de los "Cóndores". Así, se llega a las postrimerías del primer tiempo, cuando todo el estadio reprueba el accionar del árbitro uruguayo Alberto Tejeda, quien no cobra un claro penal, en contra del "Zorro" Vidal. E instantes después, se produce otra falta penal, ahora contra Tomás Ojeda, la que es cobrada, sin vacilaciones, por el juez charrúa. Se pone frente al balón Vidal, quien va en busca de su tercer gol en el mundial, el que dispara a la derecha del arquero, pero este intuye la trayectoria y se queda con el esférico. Es el primer lanzamiento perdido, desde los doce pasos, en la historia de los mundiales y Vidal no esconde su desazón. Así terminan los primeros 45 minutos, en los cuales Chile ha hecho un buen partido. A la vuelta del descanso, el partido transita por los mismos caminos, presión chilena y brillante contención defensiva de los galos. Pero a los 20 minutos todo cambia, Saavedra muerde en el medio y quita una pelota, para luego cederla raudamente a Scheeneberger. El "Gringo" encara y al verse marcado por Villaplane se la entrega a Vidal, quien se despacha un gran centro hacia la derecha, que sobrepasa a toda la zaga francesa y encuentra solo al "Chato" Subiabre, que salta y conecta de cabeza para batir al buen portero Thepot. El gol nacional es un mazazo para los europeos que, después de eso, ya casi no llegan a portería chilena. El elenco nacional termina jugando de manera sólida, aunque algo cansado, y ahora hay plena conformidad con el juego mostrado en el pasto del Centenario. El clásico de Los Andes La previa del tercer partido con Argentina se ve rodeada por dos hechos que marcan el ambiente. Una es la gran polémica que se arma, a raíz de las interpretaciones surgidas con el reglamento del torneo, en cuanto al paso a las semifinales. La situación llega a tal punto que la delegación chilena amenaza con abandonar la primera copa del mundo sino se respetan las reglas. Y la otra es la lamentable lesión del capitán chileno Carlos Schneeberger, quien no podrá ser de la partida. Así se llega al crucial duelo del martes 22 de julio, en el Centenario, con un Chile alineando con Cortés; Víctor Morales y Eugenio Chaparro, en la zaga; Casimiro Torres, Guillermo Saavedra y Arturo Torres, en el medio; Juan Aguilera y Guillermo Arellano, por las bandas; y Carlos Vidal, Eberardo Villalobos y Guillermo Subiabre, en ofensiva. Hay expectación en las poco más de 40 mil almas uruguayas que están en el estadio, ya que Chile con el empate clasifica a las semifinales, dejando fuera a los trasandinos. Por eso, desde que el árbitro belga Jean Langenus pita el comienzo del partido parte un cerrado aliento para los "Cóndores Blancos". Durante los primeros minutos y, marcando la tendencia de los partidos anteriores, Chile se vuelca sobre campo argentino, asediando al portero Angel Bossio. En esas primeras escaramuzas Vidal casi convierte con un tiro arrastrado que se va por poco. Aún así; los embates chilenos son bien contenidos por los defensas De la Torre y Paternoster. Y luego Argentina también empareja las acciones, a través del incisivo Peucelle, que prueba las manos de Cortés. A los 12 minutos del encuentro, el apoyo para Chile es ensordecedor y el equipo nacional se ve algo mejor que su oponente. Sin embargo, un arranque en velocidad de Peucelle deja mal parado al cuadro chileno y su centro encuentra la cabeza del gran Guillemo Stabile, que bate a Cortés y marca el uno a cero. Luego de eso, y envalentonados con la apertura de la cuenta, los albicelestes juegan quiza sus mejores pasajes y a los 14 Stabile remata fuerte contra el pórtico chileno y vuelve a superar a Cortés, El segundo tanto es demasiado castigo para los blancos, que se ven apabullados, aunque no abatidos. Curiosamente el destino hace que apenas reiniciado el juego Arellano -el hermano de David- arranca por la izquierda y combina con Subiabre, quien pasa el balón a Villalobos. Y este último la agarra llenita y manda un violento zapatazo que apenas puede contener Bossio, tanto que el rebote lo capitaliza Arellano para poner el descuento (el registro oficial le asigna el gol equivocadamente a Subiabre). La alegría de los chilenos es inmensa, y el rápido descuento inyecta esperanzas de poder dar vuelta el marcador. El duelo entre argentinos y chilenos es espectacular, en apenas 15 minutos ya van tres goles, lo que entusiasma al público, que, eso sí, sigue alentando a los de casquilla blanca. Y los rioplatenses van de nuevo a la carga, a los 23 Cortés salva providencialmente el 3 a 1, tras gran disparo de Ferreira, y tras cartón, impide un casi gol de Stabile. Chile, con más garra que fútbol, opone tenaz resistencia y Arellano y Casimiro Torres también tienen ocasiones para empatar el partido. En esos pasajes Chile toma un pequeño respiro y casi consigue la paridad, a través de Villalobos, que se lo pierde solo frente al arco. El desconsuelo del delantero centro es evidente, opciones como esa no sobran, asi lo sienten sus demás compañeros que son presa del nerviosismo. Casi al final del primer tiempo se produce una jugada clave, Luis Monti va fuerte sobre el "Chato" Subiabre", quien cae desplomado sobre el campo de juego. El pequeño jugador chileno se levanta y va por explicaciones, pero el argentino más encima lo insulta, por lo que Subiabre le propina un derechazo seco en el mentón, que hace caer al capitán albiceleste. Acto seguido se arma una gresca de aquellas, entre los jugadores, la que solo es controlada por la policía y lo dirigentes de ambas escuadras que invaden la cancha. Lo más increíble de todo es que el juez belga no expulsó a nadie, eran otros tiempos. Así termina la primera fracción. Cuando comienzan los segundos 45 minutos Chile parte dando ventaja, ya que Arturo Torres apenas puede caminar (en ese tiempo no se permitían cambios). Eso lo aprovechan los argentinos que atacan con todo. Son minutos de terror para los nacionales, un tiro en el travesaño y varios casi gol se suceden en campo de los blancos. Y a los 5 el cántaro se rompe, Peucelle se arranca por enésima vez y aplica un preciso centro al corazón del área chilena, para que aparezca Mario Evaristo, quien remata cruzado sorprendiendo a Cortés. La noche se viene para la selección, y más encima a los 14 Arturo Torres ya no aguanta más y debe abandonar la cancha, dejando a Chile con 10 hombres. Pero contra todo pronóstico, promediando los 20 minutos viene un pequeño relajo argentino y los "Cóndores Blancos" comienzan a llegar, con peligro, a la portería trasandina. Villalobos prueba dos veces a Bossio y casi lo vence y después, el propio Villalobos y Vidal se pierden goles en inmejorable posición. Puede decirse que es casi una farra lo de los chilenos ese día en el Centenario, ya que de haber tenido mejor finiquito otra habría sido la historia. Ya en los últimos minutos y, tras ese envión chileno el partido se vuelve algo intrascendente, también por el cansancio de la brega. Se acababa la ilusión mundialista para los chilenos y Argentina se instalaba en semifinales. Al final, los "Cóndores" se retiraron amargados por la derrota, pero orgullosos de haber dejado el corazón en la cancha. /HDF Es abril de 1926 y tras intensas gestiones del dirigente nacional Arturo Flores la Confederación Sudamericana de fútbol entrega a Chile la organización del torneo sudamericano de ese año, una buena oportunidad para que nuestro país exhiba a sus vecinos sus progresos en el juego. El desafío no es menor, en menos de un semestre hay que organizar el campeonato y también conformar un equipo competitivo. Para esto último se toma la decisión de que todas las ligas del país, divididas en seis zonas (de Arica a Punta Arenas) formen sus respectivas selecciones, de los cuales emergerá finalmente un combinado definitivo. Independiente de la búsqueda nacional de un seleccionado, hay confianza en la gente, más que nada por la irrupción brillante del nuevo equipo Colo Colo, escindido un año antes de Magallanes. El elenco albo maravilla por su buen rendimiento, que lo llevó a ganar fácil la Liga Metropolitana, para después vencer con comodidad a los campeones de la Asociación Santiago (Brigada Central y Unión Española). Lo que más se destaca del naciente club es el gran profesionalismo con que encara la competencia, con entrenamientos sistemáticos, una táctica de juego que se plasma, de manera clara, en la cancha, y un líder absoluto como David Arellano, que encandila con su capacidad de organización y talento. Comienza el desafío A comienzos de septiembre, a poco más de un mes del inicio del sudamericano, la selección ya está delineada, bajo las órdenes del italiano José Rosetti, quien había llegado, tiempo atrás, para jugar en el Audax Italiano (la dirigencia le había solicitado expresamente que se hiciera cargo de la dirección técnica, dada su gran experiencia en el fútbol europeo). El equipo está concentrado en el Estadio El Llano y en el destacan nombres como David Arellano y Humberto Moreno, de Colo Colo; Ulises Poirier, de La Cruz FC; Manuel Ramírez, del The Commercial; y Guillermo Subiabre, de Santiago Wanderers. La preparación se realiza con una prolijidad y esmero, sin precedentes, lo que abriga muchas esperanzas en la afición, que espera que en este segundo certamen celebrado en casa se logre el ansiado título. El debut no puede ser más auspicioso, ya que Chile enfrenta a una debutante Bolivia, que llega con un equipo conformado por estudiantes universitarios. Por eso, a nadie extrañó la goleada chilena ese 12 de octubre, en unos atestados Campos Sport de Ñuñoa, con casi 13 mil personas en las tribunas. Eso sí, el partido comenzó con sorpresa, ya que a los cuatro minutos el altiplánico Teófilo Aguilar silenciaba a todo el estadio con la apertura de la cuenta. Sin embargo la diferencia entre ambas escuadras era sideral, por lo que en los siguientes 11 minutos la Roja ya ganaba 3 a 1 con anotaciones de Manuel Ramírez, Guillermo Subiabre y David Arellano. Y pudieron caer muchos más, pero la selección sacó el pie del acelerador rotando la pelota, hasta el minuto 41, cuando Arellano marcó el cuarto. En el segundo tiempo, los chilenos siguieron siendo los dueños absolutos de la cancha y, de entrada, Moreno marcaba el quinto, con un precioso gol olímpico, que sería el primero de su tipo en la historia de la hoy Copa América. La serie se finiquitaría en los diez minutos finales, con otros dos goles de David Arellano. Se cerraba así una jornada histórica, ya que Chile conseguía su primera victoria en el torneo y la primera goleada sobre un oponente. Además, su gran figura, David Arellano, se alzaba como el primer jugador en anotar más de un gol en un partido y en la competencia. El segundo encuentro tuvo lugar el 17 de octubre frente a la difícil escuadra uruguaya. La expectativa era alta, pero también se sabía que los celestes eran los amplios favoritos para llevarse el título. Y aunque en la cancha los chilenos dejaron el alma, esto no alcanzó para evitar la derrota, por tres goles a uno. Los visitantes marcaron a través de René Borja, Héctor Castro y Héctor Scarone; mientras que Chile descontó vía Guillermo Subiabre, desde los 12 pasos. La caída dolió bastante en la hinchada, ya que con ella se alejaba el sueño de levantar la copa. La desazón se notó en la asistencia a las tribunas, ya que en el partido siguiente, con Argentina (31 de octubre), llegaron a Ñuñoa sólo siete mil personas. Pero los que fueron disfrutaron de un gran partido. Gran presentación de los chilenos, que comandados por el talento de David Arellano, hicieron ver muy mal a los trasandinos. Guillermo Saavedra abrió la cuenta para los nacionales, haciendo explotar los Campos Sport y luego la impericia de los atacantes rojos impidió que el marcador aumentara, lo que habría sido lo más justo. El duelo cambió a los 14 de la segunda etapa, cuando el chileno Leoncio Veloso se lesionó, lo que lo obligó a salir de la cancha y dejar con 10 su equipo (no existían cambios). Esto envalentonó a la escuadra argentina que se fue en forma desordenada en busca del empate, el que lamentablemente llegaría a los 86 minutos, vía Domingo Tarasconi. El amargo resultado esfumó nuestra opción de ser campeones. El último partido de Chile en el sudamericano del 26 fue contra Paraguay, pero cuando los equipos salieron a la cancha, ese 3 de noviembre, ya se sabía que Uruguay era el monarca de Sudamérica. Aun así la selección chilena se despidió con orgullo, antes las seis mil personas que llegaron al estadio ese día, ya que pasó por arriba de los guaraníes, por cinco tantos a uno (tres goles de David Arellano y dos de Manuel Ramírez). Concluía un torneo histórico lleno de marcas para Chile, quizá la más importante, que se logró un inédito -hasta esa fecha- sub campeonato, lugar que se compartió con Argentina. /HDF La fecha quedaría marcada a sangre y fuego, el 10 de enero de 1937 Chile le gana, por primera vez, un partido oficial a Uruguay y termina así con 26 años de frustraciones en duelos con la "Celeste". Fue un día de verano, en la cancha de San Lorenzo de Almagro, en el tercer partido que jugaba La Roja por el Torneo Sudamericano realizado en Argentina, y que curiosamente comenzó en el mes de diciembre de 1936, con celebración de año nuevo entre medio.
El protagonista indiscutido de esa jornada memorable para la selección nacional fue Raúl Toro, quien se inscribió con dos tantos frente a los charrúas (El otro gol lo convirtió Arancibia, quien ingresó al campo de juego en reemplazo de Avilés). Toro tuvo una actuación sobresaliente y fue halagado por la prensa trasandina por su gran capacidad de conducción, pero también por su efectividad goleadora, que lo llevarían a convertirse en el "scorer" del campeonato. Hay que decir, en todo caso, que, pese al histórico triunfo ante los uruguayos la presentación de los chilenos en canchas argentinas fue bastante irregular en esa edición del sudamericano. Perdió con los locales, Brasil y Paraguay; y empató con los peruanos, en el último encuentro. Con estos resultados, Chile terminó en el penúltimo lugar, entre seis equipos, con solo tres unidades. /HDF 24 de Enero de 1956, la selección chilena debutaba en el Campeonato Sudamericano de Uruguay y nada menos que ante el poderoso Brasil. El reto era difícil, pero había confianza en el equipo nacional, ya que en los últimos dos encuentros, disputados en septiembre del año anterior (por la Copa O´higgins), se habían logrado dos peleados empates a uno, donde Chile perfectamente pudo haberse llevado la victoria. Esta vez el Estadio Centenario lucía imponente y aunque habían cerca de 11.500 espectadores el escenario lucía ideal para intentar la hazaña, algo que no había sucedido nunca en 40 años, desde el lejano primer partido de 1916.
Ya al inicio del duelo la Roja exhibió una disposición distinta, más frontal y decidida con la pelota. Los brasileños sintieron esa presión, sobre todo, porque recién a los 8 minutos Enríque "Cua Cua" Hormazábal abría la cuenta, ante la sorpresa de todo el estadio. La tempranera ventaja en el marcador acentuó la confianza chilena que siguió con su juego protagónico, aunque Brasil comenzó a mostrar los suyo con la peligrosidad de Jair, las subidas de Djalma Santos y los desbordes de Maurinho. En todo caso, lo mejor de ese primer lapso fue el duelo entre Leonel Sánchez y Santos, que ganó por mucho el en ese entonces joven alero nacional, que volvió loco al moreno con sus fintas y velocidad. Y aunque Chile fue más que Brasil en esos 45 iniciales una desaplicación defensiva permitió que Maurinho convirtiera el empate transitorio, a los 38 minutos. En la segunda etapa Chile entró con todo, sabiendo que la victoria estaba al alcance de la mano. Influyó mucho la actuación de Hormazábal, que se transformó en el cerebro del equipo, y René Meléndez, infalible con el arco rival, justo cuando tenía que serlo. Y fue precisamente este último quien anotó el 2 a 1, a los 22 minutos, poniendo justicia al lance, ya que Chile era más que su oponente. Pero tres minutos después el triunfo comienza a hacerse realidad con el gol de Leonel, tras gran habilitación de Hormazábal. Los jugadores rojos se abrazan de felicidad, pero también saben que no pueden bajar los brazos frente a Brasil, necesitan concentración hasta el último segundo. El profesor Luis Tirado así lo entiende y desde la banca no cesa de dar instrucciones para que sigan yendo al frente, en busca de más goles. Y vendría uno más, porque a los 40 Chile arma una brillante jugada entre Meléndez, Sánchez y Hormazábal, que finaliza el "Cua Cua" con un fuerte tiro cruzado. El 4 a 1 histórico emociona a los uruguayos presentes y llena de alegría a la delegación chilena, que orgullosa puede decir que, por fin, ha vencido a Brasil en partidos oficiales, después de 40 largos años. /HDF Poco antes que empezara el partido con Honduras, el 16 de junio de 2010, en Nelspruit, Sudáfrica, los jugadores chilenos se juramentaron que ese día romperían esa marca maldita de 38 años sin ganar en un mundial. Es que después de ese histórico triunfo sobre Yugoslavia, curiosamente un también 16 de junio de 1962, Chile sólo había conocido de empates y derrotas en la copa del mundo. En Inglaterra 1966 se cayó con Italia y la URSS, y luego se empató con Corea del Norte; en Alemania 1974, se había perdido con Alemania Federal y luego empatado con Australia y Alemania Oriental; en España 1982, se perdieron los tres encuentros con Austria, Alemania Federal y Argelia; y finalmente, en Francia 1998, la Roja había registrado tres empates (Italia, Austria y Camerún) y una derrota con Brasil, en octavos de final. El Estadio Mbombela estaba casi lleno y la marea roja se hacía notar en las tribunas, por lo que los 11 gladiadores de Marcelo Bielsa salieron a comerse la cancha desde el minuto uno. Chile se hizo con el protagonismo inmediato de las acciones, con presión asfixiante hacia el rival, quite rápido de la pelota y explosión ofensiva en los pies de Alexis Sánchez, Jorge Valdivia, Arturo Vidal, Mauricio Isla y Jean Bonsejeur. El decálogo de Bielsa plasmado en la cancha de fútbol y ejecutado con precisión por sus jugadores. Y así las opciones no tardaron en llegar: tiro libre de Matías Fernández, desborde de Sánchez y cabezazo de Bonsejeur. Hasta que en el minuto 35 llega el instante clave, la juegan en el medio Rodrigo Millar y Carlos Carmona, quienes la ceden a Matías Fernández, el que casi sin mirar habilita a Mauricio Isla, por la derecha, quien llega a línea de fondo y centra al medio, por donde llega Bonsejeur para conectar y hacer el gol. Una jugada brillante, llena de intención y maestría en el toque final. Se hacía justicia en el campo de juego, ya que Chile administraba bien el balón, con alta posesión y mucha movilidad, lo que tenía desencajado al rival. En el segundo tiempo la película no varió en nada, Chile siguió haciendo su juego, abriendo la cancha con Valdivia y Sánchez, fundamentalmente, quienes se crearon muchas ocasiones para poder anotar. Sin embargo la falta de efectividad de los rojos impidió que el marcador aumentara para la escuadra nacional. Quizá las dos ocasiones más claras fueron a los 61 y 63 minutos de juego. En la primera, Sánchez se abrió camino en el área rival y su disparo cruzado se fue mordiendo el palo del arquero Valladares de Honduras. Y en la otra, tras un tiro libre de Fernández, pivoteó Vidal hacia el medio del área chica y Waldo Ponce conectó con sorpresiva paloma, casi en la boca del arco, pero el meta hondureño tapó el tiro, en providencial atajada. Al final de match los jugadores de Chile se fundieron en un emocionado abrazo. Se había ganado en el debut y más encima se había roto la maldición de los 38 años. La clave, según los supersticiosos estaba en la fecha: 16 de junio de 1962, 16 de junio de 2010. /HDF |