En muchos rincones del mundo, pero principalmente en Sudamérica, es muy frecuente que el exacerbado fanatismo por el fútbol genere, a veces, episodios y casos que tienen más que ver con la superstición que con la lógica del juego. Esto se da, por ejemplo, cuándo los malos resultados de un equipo o de una selección nacional persisten en el tiempo y se vuelven verdaderas "maldiciones" para los hinchas. En estas circunstancias de mala suerte prolongada la cultura popular suele vincular la poca fortuna con la actuación de personas y también con lugares., que por estar "malditos", impedirían el éxito deportivo.
Esto es lo que pasó por mucho tiempo en Chile con nuestro querido Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, donde por largo tiempo ningún equipo local y menos le Roja de todos pudieron ganar algo en las instancias decisivas de torneos (Llámese sudamericanos, panamericanos, Copa Libertadores y Copa Sudamericana). Se excluyen en esta serie desafortunada las eliminatorias mundialistas donde si se lograron victorias importantes en los procesos de España 1982, Francia 1998, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Para muchos la "maldición" comenzó en el verano de 1941, en el marco del campeonato sudamericano que se jugó en Chile. En esa ocasión una aguerrida selección chilena dio dura batalla para hacerse con el título goleando a Ecuador y venciendo después a los peruanos. Sin embargo en los encuentros decisivos cayó, como casi siempre en esa época, contra uruguayos y argentinos. De hecho, en el último duelo con la albiceleste cuando ya se decretaba el empate a cero, una fortuita jugada de los transandinos le permitió al "Chueco" García marcar el 1 x 0 final. Cuatro años más tarde (1945) en otro sudamericano jugado en Chile la "maldición" volvió a meter la mano. Chile hizo un torneo memorable derrotando a Ecuador, Bolivia, Colombia y Uruguay. Luego se tuvo a los argentinos en las cuerdas, pero un inalcanzable taponazo de Méndez batió la resistencia del gran Sergio Livingstone decretando el definitivo 1 x 1. Pero la mayor tristeza vendría en el último partido con Brasil donde un gol de Heleno sepultó todas las esperanzas chilenas. La historia pudo ser distinta si Medina o Las Heras concretaban sus inmejorables ocasiones de gol, pero el destino no quizo. La fatídica serie continuó en 1952 con ocasión del Torneo Panamericano. Esa vez la Roja volvió a realizar un inmejorable campeonato venciendo a Panamá, México, Perú y Uruguay. Pero terminó perdiendo nuevamente con Brasil, en un doloroso 3 x 0. Tres años después, en una nueva versión chilena de los sudamericanos, la Roja dio cuenta de Ecuador, Perú y Paraguay; además de igualar con la celeste uruguaya. Y en el último y decisivo duelo con Argentina, cuando el título estaba más cerca que nunca, Chile exhibió un nivel más bajo del acostumbrado malogrando, además, claras opciones de gol. Por eso, no extrañó que el puntero transandino Micheli batiera -en los 60- a Misael Escuti para llevarse nuevamente la gloria del primer lugar. Hay que agregar, aparte de la muy dolorosa derrota, que antes del partido se produjo una trágica estampida entre las personas que esperaban ingresar al estadio, lo que resultó en siete personas fallecidas y mas de 100 heridos de diversa consideración. Nuestro viaje por la mala fortuna deportiva llega hasta 1962, con ocasión de la séptima Copa del Mundo jugada en suelo chileno. Esa vez la Roja realizó su mejor desempeño histórico logrando un meritorio tercer lugar, tras vencer, en el "partido de consuelo", al representativo de Yugolslavia. Pero días antes en quizá el duelo más importante de su historia, la selección enfrentó, por semifinales, al temible Brasil, en la que se consideró como la "final anticipada" del mundial (el vigente campeón del mundo contra el sorpresivo y fuerte anfitrión). Fue un encuentro de dientes apretados, pero como siempre -hasta esa fecha- la fortuna estuvo con el rival. Primero en la apertura de la cuenta para los cariocas (rebote que dejó sólo a un jugador amarillo); luego en tiros en los palos, que ahogaron el gol chileno; y después en la baja actuación del portero chileno Escuti, quien fue responsable de por lo menos dos de los cuatro tantos brasileños. No había caso, la Roja no podía ganar nada jugando en el coloso de Ñuñoa. La "maldición" se traspasa a los clubes A comienzos de los sesenta comenzó a jugarse la Copa Libertadores de América entre los equipos campeones de los países sudamericanos, competición que luego se abrió a los vice campeones. Los cuadros chilenos tuvieron presentaciones muy destacadas ya desde la década del setenta, cuando Colo Colo (1973) y Unión Española (1975) llegaron a disputar la final del certamen continental (perdiendo en ambas ocasiones con Independiente de Avellaneda, pero fuera de Chile). Y a principios de los 80 otro cuadro chileno, Cobreloa, accedió, también, a dos finales consecutivas de la Libertadores. La primera la perdió en tercer partido de definición con Flamengo y en la segunda, cayó dolorosamente con Peñarol de Montevideo. Adivinen dónde se resolvió esta última.... Fue el 30 de noviembre de 1982 en un repleto Estadio Nacional y con miles de fanáticos en todo el país alentando al mejor cuadro loíno de la historia. Todo parecía darse, ya que los naranjas habían sacado un valioso empate a cero en el partido de ida, jugado en Montevideo. Ese panorama abría grandes esperanzas para cerrar -con éxito- la llave en Chile, donde todo un país estaría apoyando al gran cuadro nortino. Sin duda, fue un partido apretado y tenso, desde el primer minuto. Los chilenos buscaron por todos lados y los charrúas se defendieron con dientes y uñas. Y ya casi al final del partido cuando todos daban por sentada la igualdad y, por consiguiente, la opción de disputar un tercer duelo en cancha neutral vino nuevamente la cruel "maldición". Se jugaba literalmente el último minuto y en un infernal contragolpe de Peñarol, iniciado por Venancio Ramos, vino un centro a media altura desde la derecha y el goleador Fernando Morena aprovecho la ocasión para batir con un calculado zurdazo al portero Oscar Wirth. La decepción y la tristeza de jugadores, público del estadio y de todo Chile fue incalculable esa noche, incluso ese partido es, hasta ahora, el duelo más fatídico en la rica historia del elenco minero. Las últimas estaciones de la mala suerte En 1991, la Copa América (el antiguo torneo sudamericano) volvió a jugarse en Chile, en tiempos de una Roja castigada (por los sucesos del Maracaná, en 1989) y que tenía como principal estandarte al gran Iván Zamorano. En esa ocasión Chile volvió a realizar un buen torneo ganando a Venezuela, Perú y Paraguay; empatando con Argentina y Colombia; y perdiendo dolorosamente con Brasil. En la segunda fase de la copa hubo episodios muy desafortunados como el penal perdido por Zamorano ante Colombia, el que pudo haber significado la victoria y también la posibilidad de haber llegado con más opciones al final del certamen. Pero también jugaron en contra la copiosa lluvia que cayó el día del segundo partido con Argentina y la expulsión de Patricio Yáñez, en ese mismo duelo, que dificultó mucho las opciones del equipo para ir por la victoria. Las posibilidades chilenas de lograr la ansiada copa se esfumaron completamente en el último partido con Brasil, que termino obviamente con derrota. Dos años más tarde la gran Universidad Católica de Wirth, Lepe, Lunari, Pérez, Tupper Almada y compañía llegaba a la tan deseada final de la Copa Libertadores, instancia en la que debía verse las caras con el temible Sao Paulo comandado por Telé Santana. En el partido de ida, jugado en el Estadio Morumbí, el gigante paulista arrasó con la UC con un abusivo 5 x 1, marcador que puso bien cuesta arriba la llave, ya que obligaba a lograr una verdadera hazaña en el partido de vuelta, a disputarse en el Nacional santiaguino. Pero contra todo, los cruzados se pusieron dos a cero arriba en los 15 primeros minutos, lo que encendió la ilusión en la hinchada católica. Es más, a los 40 minutos de esa primera etapa Luis Pérez quedó solo frente al arco rival, pero su tiro se fue mordiendo uno de los postes. El atacante de la UC se tomó la cabeza como no entendiendo porque esa pelota no fue gol. Era clave ese tercer tanto, porque significaba irse al descanso con la moral a tope y así tener todo el segundo lapso para marcar el gol de diferencia e igualar la serie, Pero nuevamente el esquivo destino o la "maldición del Nacional" truncaron las aspiraciones chilenas. Tras esa opción perdida los de la franja literalmente bajaron los brazos y en el período complementario sólo fueron a estrellarse una y otra vez contra la bien parada defensa visitante. Así llegó el final del partido y nuevamente otro cuadro foráneo celebró un título en el Estadio Nacional. Para no creerlo. El último episodio de la "saga" ocurrió el 13 de diciembre de 2006, cuando el inolvidable Colo Colo de Claudio Borghi llegó hasta la final de la Copa Sudamericana, donde tuvo que enfrentar al Pachuca mexicano. En la ida los albos lograron un trabajado empate a uno, reservando todas las fichas para la vuelta que, para sorpresa de muchos, no se jugaría en el Estadio Monumental, sino en Nacional de Ñuñoa. Mala cosa. dijeron muchos. Todo partió bien para el cacique, porque a los 35 minutos del primer tiempo Humberto Suazo abrió la cuenta con un derechazo letal que venció la resistencia del meta Miguel Calero. Se pensó que, a partir de ahí, los albos asegurarían el partido, a través de su potente eje ofensivo integrado por un joven Alexis Sánchez, Matías Fernandez y el mismo Suazo, a los que se sumaba un defensor con buena vocación ofensiva, un tal Arturo Vidal. Sin embargo, el campeón chileno se relajó, lo que hizo posible el crecimiento de los aztecas, los que, tras el descanso, salieron enfocados en dar vuelta el partido. Así, a los ocho del complemento Caballero puso el 1 x 1 aprovechando una desconcentración de la zaga colocolina. El tanto de la igualdad paralizó a Colo Colo que nunca mas volvió al encuentro, factor que fue aprovechado por el Pachuca que siguió machacando. Y en otro rápido contragolpe vino el golpe de gracia, nuevo centro por izquierda y esta vez Jimenez fue el encargado de batir a Cejas, con un fuerte derechazo cruzado. La desazón en las huestes blancas fue total y ya no hubo reacción alguna hasta el final del match. Mientras tanto en las tribunas la hinchada del cacique masticaba la rabia y más de alguno comentaba; "Este estadio es yeta, si lo jugábamos en el Monumental lo ganábamos todo el rato"... Entre JM y la U rompen el maleficio Pero como "no hay mal que dure cien años...", la ya histórica mala fortuna atribuida al Estadio Nacional algún día tenía que romperse. Algunos sostienen que todo cambió a mediados de 2008 cuando el estadio pasó a llamarse Julio Martínez Prádanos, atribuyendo al recordado comentarista alguna acción desde el "más allá" para poner fin al maleficio. Lo cierto es que, coincidencia o no, después de eso, en octubre de ese año, la Roja de Marcelo Bielsa le ganó a Argentina por primera vez en partidos oficiales, y fue precisamente en la cancha del Nacional. Todo un logro que costó varias décadas poder alcanzar. Ahí parece que algo se liberó. El fin definitivo de la mala suerte del recinto ñuñoíno llegaría en diciembre de 2011, cuando una inmensa Universidad de Chile derrotó en la final de la Copa Sudamericana a Liga Deportiva de Quito. Fue un 3 x 0 categórico (goles de Vargas, en dos ocasiones y Lorenzetti) que enterró para siempre la tan comentada "Maldición del Nacional". En todo caso, si quedaba algún fantasma dando vuelta esto se disipó totalmente en el glorioso 2015, cuando una Roja fantástica e inolvidable derrotó en Ñuñoa y por penales, a la Argentina de Messi y compañía, coronándose campeón de la Copa América. Fue el final feliz de una de las "mufas" más largas de nuestra historia futbolera. HDF/jma Corría enero de 1963 y Jorge Fuenzalida Retamal o el "Huaso" como le decían cariñosamente sus compañeros de Santiago Morning estaba particularmente contento, ya que figuraba como segundo mejor goleador del campeonato de primera división. De hecho llevaba 22 tantos, cuando ya se había jugado la novena fecha de la segunda rueda del torneo 1962, Un logro que lo llenaba de satisfacción, ya que lo suyo eran los goles. Así fue desde sus primeros partidos por el "Chago·" (también sus primeros en el fútbol profesional), por allá por 1956, cuando ya en la tercera fecha mostró sus dotes de goleador en un partido con Unión Española. Ese era su séptimo año entre los "Bohemios", período en el que le tocó vivir muchas experiencias, tanto de las buenas, como de las no tan buenas Ese año del debut vivió la amargura del descenso, la primera del cuadro "autobusero" en toda su historia, algo que lo marcó bastante, como a todo ese plantel. Pero también pasó por esos tres largos años en que el Morning tuvo que batallar en el ascenso, para finalmente conseguir el boleto de regreso, a fines de 1959. Y en toda esa dura etapa en segunda división siempre fue el goleador indiscutido del equipo (tercer goleador del ascenso, en 1957, con 17 dianas; segundo goleador, en 1958, con 23 tantos; y goleador del torneo, en 1959, con 22 anotaciones). a pesar de que a principios de 1958 sufrió una grave fractura de tibia y peroné, que lo tuvo varios meses alejado de las canchas. Pero, independiente de todo, fue, sin duda, uno de los pilares en esa vuelta a primera del 59, donde comandó un tridente ofensivo letal junto a Rodríguez y Leiva. La experiencia en el ascenso lo formó como eje de ataque y le sirvió para explotar, tras el regreso a la división de honor. De hecho, ya desde en 1960 comenzó a aparecer en todos los rankings de delanteros destacados y su peligrosidad en el área era una preocupación constante para las defensas rivales. Como se ve, no cabe duda de que su carrera iba en ascenso, incluso en enero de 1962 tuvo el honor de reforzar a Colo Colo en un cuadrangular internacional en el que enfrentaron a los brasileños de Botafogo. Y para completar el cuadro hay que decir que a medidos de ese enero de 1963 firmaría un nuevo contrato con el "Chago", con mucho mejores condiciones para él, producto de sus exitosas campañas como artillero. Un mal paso en la ruta Lamentablemente, para el "Huaso" ese ascenso expectante de su carrera futbolística se truncaría, de manera fatal, la madrugada del 14 de enero de 1963, en un desgraciado accidente en la carretera norte, a ocho kilómetros de Los Vilos. Fuenzalida venía de regreso de La Serena, donde habían derrotado al elenco local 1 X 0. El viaje lo hacía en un taxi, junto a otros jugadores, entre los que figuraban Fernando Rodríguez, Constantino Mohor, Isaac Carrasco y Humberto Cruz.. El grupo había solicitado volver a Santiago en auto, ya que varios tenían compromisos personales en la capital. Y a la altura de un lugar denominado "Mal Paso" el auto chocó, de frente, con un camión quedando gravemente lesionados Mohor, Rodríguez y Fuenzalida. Rato después, cuando el "Huaso" era trasladado a Santiago, debido a las graves lesiones, su cuerpo no resistió más y falleció, a la altura de Pichidangui. Ese fue el triste final de este destacado futbolista y goleador de Santiago Morning, que se fue a sus 25 años, dejando una profunda huella entre sus compañeros de equipo y en la institución bohemia. El impacto en el medio futbolero fue hondo, así lo reflejó el imponente funeral en que se despidieron sus restos mortales, días después en Santiago. HDF/MrPipa Nota: en la foto de abajo (delantera de Santiago Morning, en 1960) Jorge Fuenzalida es el tercero, de izquierda a derecha. Eliminatorias para México 1986, Estadio Nacional, Chile enfrenta a Perú, en el ¨Clásico del Pacífico¨, un duelo siempre difícil y disputado, pero en 20 minutos la Roja se pone arriba 3 x 0, con la complicidad del meta incaico Eusebio Acasuzo, quien viviría esa tarde una de las jornadas más aciagas de su carrera deportiva. Ese 27 de octubre de 1985, había una confianza mesurada en las filas de la selección chilena, ya que se enfrentaba a la escuadra peruana, un escollo nunca fácil. Era el primer duelo de la fase de repechaje, donde nos jugábamos la penúltima llave para definir un cupo para el mundial mexicano. El partido comenzó con todo para Chile, con un cuarteto ofensivo de gran movilidad que incluía a Patricio Yáñez, Hugo Rubio, Jorge Aravena y Héctor Puebla. Y fue precisamente el ¨Pato¨ el que motivó el primer estallido de gol, recién a los cinco minutos de juego. El defensa visitante Toribio Díaz le cometió una vistosa falta al puntero chileno, por lo que Aravena se puso frente a la pelota a una distancia no menor, muy cerca de la orilla lateral derecha. Y el ¨Mortero¨ se despachó un tiro no tan fuerte, pero con su acostumbrado efecto. La pelota dio un bote y se le coló al portero peruano Eusebio Acasuzo, superando, su volada hacia la izquierda. Todo el estadio estalló en un solo grito, aunque los hinchas estaban un poco sorprendidos, por la tempranera apertura de la cuenta. Tres minutos después, Hugo Rubio escapó por la izquierda y recibió un preciso pase de Aravena, luego de lo cual se fue, de frente, hacia el arco peruano, rematando, de derecha, con no tanta fuerza. La verdad es que era un disparo blando y atajable, pero Acasuzo tuvo una débil resistencia y el balón traspasó la línea de sentencia. Era el segundo en casi un suspiro. Pero el drama del arquero peruano no acabaría ahí, porque a los 14 minutos Alejandro Hisis probó de media distancia y la pelota se metió junto al poste izquierdo del desgraciado arquero visitante. Este también fue un gol evitable, para la mayoría de los arqueros de selección. Tras el tercer gol el pobre Acasuzo estaba como aturdido, y la inseguridad y el pánico escénico dominaban todos sus movimientos. Era un episodio angustiante que todo el estadio percibía con pena y verguenza ajena. Lamentablemente, la situación se volvió insostenible psicológicamente para el arquero, quien sorpresivamente fue relevado por la banca visitante, a los 25 minutos, ante la sorpresa generalizada de los chilenos y peruanos presentes. Así, en pocos segundos el portero suplente, el veterano Ramón Quiroga, se puso los guantes e ingresó a la cancha, mientras Acasuzo se perdía silenciosamente por el túnel que desemboca en los camarines. Tras el final del partido, que finalizó 4 x 2 para la Roja, el malogrado jugador peruano confesó que no podía explicar su penosa actuación y que, sin duda, fue una de las peores tardes de su vida personal y deportiva. Cómo era de esperar la prensa incaica lo destrozó a la llegada del equipo a Lima y muchos lo tildaron de ¨vendido y traidor¨. Lo más terrible es que antes del partido Acasuzo pasaba por uno de sus mejores momentos, ya que había ganado la titularidad en la selección y acababa de ser contratado por un equipo extranjero. Sin embargo la fatídica tarde del nacional lo condenó para siempre, Incluso, pese a un título obtenido en el Bolívar de Bolivia, en 1986, que algo mejoró su imagen, se decidió por el retiro, en 1987, después de lo cual inició la carrera de entrenador. HDF-jma A principio de los años 20 del siglo pasado Magallanes era uno de los protagonistas principales del fútbol amateur capitalino. Los "Aguerridos", como se les llamaba, ostentaban cinco títulos de la Asociación de Fútbol de Santiago (1908, 1913, 1916, 1920 y 1921). Entre sus figuras consulares de esos años destacaban nombres como Víctor Vergara, Francisco Troncoso, Juan Rochefort, Juan Leiva, Roberto Gellona y Enríque Gutiérerz.
En 1923, puntualmente, la "Academia" se integró a la Liga Metropolitana de Deportes, nueva liga surgida en esos años (que tuvo vigencia hasta 1927), donde se enfrentó a equipos como Green Cross, Carioca, Britania, Primero de Mayo, Gold Cross y Audax Italiano. Un domingo de junio de ese año, en una tarde fría e invernal, el arquero de Magallanes, Isaias Hormazábal acudió como cada fin de semana, a la cancha de calle independencia (a la altura del 1400), para defender a su equipo. Cuando el reloj marcaba 20 minutos del partido con Britania se produjo una falta cerca del área de castigo de los albicelestes, a lo que siguió un tiro libre fuerte y arrastrado que obligó a Hormazábal a embolsar el balón, reteniéndolo en el piso. Lamentablemente, algunos jugadores rivales embistieron fuertemente al golero magallánico en su afán por ir en busca de la pelota, que lo dejó bastante adolorido. Tras la acción, el partido continuó normalmente, pero dentro del cuerpo de Isaías comenzaba una hemorragia interna que no se detendría, producto de los golpes sufridos en la anterior escaramuza. Ya antes de que termina el primer tiempo Hormazábal mostraba evidentes signos de dolor, pese a que seguía bajo los tres palos. Hasta que en un minuto tuvo que abandonar el pórtico, por que ya no se podía mantener en pie. Desgraciadamente el portero de Magallanes falleció horas después debido a las graves lesiones internas, convirtiéndose en un ejemplo de heroísmo deportivo. HDF / Mister Pipa. 1. Las primeras multas en el fútbol profesional chileno se registraron el 27 de junio de 1933 y recayeron sobre los jugadores Labra, de Unión Española, y Yacoponi, de Audax Italiano, quienes tuvieron un severo altercado durante el duelo entre los clásicos rivales de colonia. La sanción fue de 25 pesos para cada uno y se originó a raíz del informe del delegado de Ferrobadminton, Jorge Bate, la que fue corroborada después por testigos presenciales del hecho.
2. A fines de los 80 en el tercer aniversario del Estadio Monumental hubo un minuto en que las luces del estadio se apagaron por completo para que los asistentes pudiesen disfrutar de los fuegos artificiales preparados por la organización del evento. Pero nadie pensó que este hecho sería aprovechado por los amigos de lo ajeno que arrasaron con casi todos (público, periodistas, organizadores y hasta los mismos carabineros). La guinda de la torta llegó cuando la seguridad del estadio se percató de que faltaba una radio de comunicación. Mientras los efectivos se apuraban en encontrar el equipo se recibió un mensaje muy chileno: “Si son tan pulentos, vengan a buscarlo…..”. 3. 22 de mayo de 1960, tres y cuarto de la tarde, juegan la U y San Luis, ante poco más de 21 mil personas, en el estadio Nacional. El partido está que arde porque ganan los quillotanos lo que ha provocado que los azules se vuelquen sobre el arco contrario, en busca de la paridad. De pronto, pasa algo inusual, ya que surgen gritos desde las tribunas. Los jugadores no se percatan de inmediato, pero luego sienten que la tierra está moviéndose con fuerza. Surge la inquietud automática en todos los que están en el estadio, lo que lleva al locutor oficial a pedir, por los altoparlantes, que se mantenga la calma. El sismo sigue, pero el árbitro ordena seguir con el duelo, aunque algunos futbolistas dudan como el arquero Zazzalli de San Luis, que observa como su arco no deja de cimbrarse. Y poco más allá unos asustados reporteros gráficos no ocultan el miedo en sus caras. El comentario obligado que se hacen todos es que lo más probable es que haya sido terremoto en alguna parte, más que nada por lo fuerte del temblor. Y estaban en lo cierto, ya que el sur de Chile se teñía con el amargo color de la tragedia. Ya en el segundo tiempo, cuando se producía el segundo gol de los amarillos vino otro fuerte movimiento que terminó de preocupar a jugadores y público del estadio Al final ganó la visita por 3 goles a 1 (uno de Millán y dos de Rolón para San Luis; y Sánchez para la U), en lo que se conoció para la posteridad como "el partido del terremoto". 4. En un superclásico, a principios de los noventa el gran Elías Figueroa, en ese entonces flamante comentarista de radio y televisión, llegó al Estadio Nacional para desempeñar sus funciones de comunicador. Ya cuando se encontraba en uno de los controles del acceso gratuito uno de los guardias le exigió al gran capitán la respectiva credencial, a lo que Elías respondió que todavía no le había llegado el carnet desde la Asociación Nacional de Fútbol. El funcionario del estadio le dijo que sin credencial no podía dejarlo pasar y que sólo lo haría si cancelaba los $2.500 pesos de la entrada. Ante tal situación, al mejor futbolista chileno de todos los tiempos no le quedó otra que ponerse con las dos lucas y media. Cosas del fútbol. 5. Fines de los 60, juegan por el torneo de ascenso Huachipato y la Universidad Técnica, en el reducto estudiantil. Los jugadores salen a la cancha, se toman las fotos de rigor y cuando el árbitro comienza con el tradicional sorteo de los lados, se escuchan unos golpes a lo lejos, desde el sector de camarines. Todos se miran extrañados por la situación y comienzan a alarmarse cuando el ruido se hace cada vez más fuerte. La situación se aclara cuando un carabinero acude al lugar, para ver lo que ocurría percatándose de que el entrenador del equipo local se había quedado encerrado en el vestuario. El desesperado DT gritaba como un loco ¡Abran la puerta por favor!, ¡Que alguien venga con las llaves que va a empezar el partido!... HDF/Mister Pipa Enero de 1982, el nuevo año recién comienza y, tras las celebraciones, el fútbol se reanuda con todo en las diferentes canchas del país. En ese primer fin de semana de competencia las miradas están puestas en el duelo que juegan, a estadio lleno, Colo Colo y la UC. Pero cuando ambos elencos están en el campo de juego una terrible noticia golpea al mundo del fútbol, ya que se conoce la trágica muerte de Víctor Bórquez Miranda, alero izquierdo de Santiago Wanderers, quien fallece, tras ahogarse en las aguas del río Perquilauquén, mientras el equipo se dirigía hacia el sur, para jugar con Malleco Unido de Angól. Con las horas surgen más informaciones del drama que ha vivido el plantel caturro, el que en esa época era comandado por Jorge "Mosco" Venegas. Como a las seis de la tarde el bus que transportaba a la delegación se había detenido, justo antes del llegar al puente Perquilauquén, a un costado de la carretera Panamericana. Es que el cuerpo técnico y los jugadores querían estirar las piernas y refrescar el cuerpo, para paliar el calor que hacía a esa hora. En esos momentos Víctor Bórquez, como muchos de sus compañeros, se bajo del bus y, aparentemente, decidió descender hacia las aguas del río para mojarse un poco. Luego de largos minutos los demás jugadores retornaron al vehículo y ahí se percataron de la ausencia de Bórquez. Esperaron un poco más y como no había señales comenzaron a revisar el lugar. En ese momento divisaron a un lugareño, quien les dijo haber visto a un hombre acercándose al agua. río arriba. Inmediatamente acudieron al sitio señalado y comenzaron a llamar a Víctor. La desesperación de los futbolistas se tornó dramática, sobre todo cuando el jugador San Martín descubrió semi hundido el cuerpo de Bórquez, en un recodo del río. Entre todos, lo rescataron de las aguas y trataron de reanimarlo, pero no hubo caso, su malogrado compañero ya había había fallecido. La desolación y la rabia los embargó a todos, incluso mucho no pudieron soportar el llanto, no entendían y aceptaban lo que había ocurrido. Días después, en multitudinaria misa en Valparaíso; dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas despedían los restos del jugador de Wanderers. Luego su cuerpo sería trasladado a su natal Puerto Natales, ciudad, que poco tiempo más tarde lo homenajeó poniéndole su nombre al estadio principal. Hasta el día de hoy transportistas, delegaciones deportivas y fanáticos de Wanderers se detienen en la animita que existe en el puente Perquilauquén, para dejarle flores a Víctor Bórquez, El jugador tenía 25 años cuando falleció y en su corta carrera profesional vistió profesionalmente las camisetas de Everton, Ferroviarios y la del "decano". /HDF De vez en cuando, como en los demás ámbitos de la vida, el fútbol es testigo presencial de situaciones curiosas que afectan a jugadores o que impactan el desarrollo de partidos. Un ejemplo de ello es una historia que nos envió, hace poco, el lector de HDF, Álvaro Ruiz, quien vive en la hermosa ciudad de Viña del Mar. Dejemos que el mismo lo cuente.
"El año 1985 jugó en Everton un futbolista argentino llamado Jorge Raúl Cabrera, de casi inadvertido paso por el club. Lo más llamativo de este jugador sucedió fuera del fútbol. Resulta que un día, después del entrenamiento, Cabrera iba caminando por las inmediaciones de la Laguna Sausalito (a un costado del estadio), cuando, de pronto, se dio cuenta que una persona se estaba ahogando. Rápidamente el argentino atinó y se metió al agua para salvar al desesperado bañista, el que gracias a su pronta ayuda pudo escapar de la muerte. La historia salió, no estoy seguro, si en el Diario La Estrella o El Mercurio de la época". Mucho tiempo antes, por allá por fines de los años 30, el arquero de Audax Italiano, Humberto "Rucio" Roa jugaba contra Colo Colo en el viejo estadio de Carabineros. Cuando iban casi veinte minutos del encuentro el meta audino tuvo un fuerte cruce con el delantero albo Schneberger, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza, que lo dejó visiblemente aturdido. Tras algunos minutos, Roa se reincorporó y volvió a su portería, aunque el comentario general en las tribunas era que el golero no estaba repuesto del todo. Lo cierto es que el "Rucio" estuvo grogui gran parte del match, aunque nadie se dio cuenta, ya que muchos pensaron que con el correr de los minutos se había recuperado. Al final del partido, cuando los jugadores abandonaban la cancha, algunos notaron que Roa seguía jugando el partido solo, por lo que no faltaron los más piadosos que lo fueron a buscar y se lo llevaron a los camarines. Finalmente, a fines de los 80, se disputaba un partido entre Universidad Católica y Magallanes, en el Estadio San Carlos de Apoquindo, cuando por los parlantes se escuchó la voz estereofónica del locutor que decía: "Se ruega al conductor del auto Subarú, patente FZ 1779, acudir a su vehículo, porque dejó el motor andando y con las llaves puestas". Las risas entre los espectadores fueron generalizadas, nadie lo podía creer. ¿Qué había pasado? el despistado hincha católico venía atrasado al estadio y justo cuando iba entrando a los estacionamientos sintió que la UC metía el primer gol, por lo que, literalmente, salió corriendo, presa de la más intensa emoción. Tanta que casi regaló su auto. /HDF Durante la Copa Chile 1996, el ahora DT Héctor “Tito” Tapia anotaba un golazo para el cacique y mientras los jugadores albos festejaban, un temperamental Fernando Vergara no hallaba mejor idea que ir a cantarle el gol en las barbas al portero Sergio Vargas, quien picado por la actitud del delantero colocolino, le propinó un pequeño combo en el mentón, lo que aprovechó Vergara para tirarse al suelo y revolcarse de aparente dolor, en una escena casi teatral. Lo más jocoso es que el 9 blanco en un segundo se reincorporó para devolverle el combo a Vargas y meterlo literalmente dentro del arco, iniciando una mini gresca con el arquero azul, que sólo pudo ser controlada con la ayuda de los árbitros y jugadores.
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