3 de septiembre de 1994, en un Estadio San Carlos de Apoquindo lleno hasta las banderas, la UC recibe a Palestino, en la última fecha de la primea rueda. La expectación de la hinchada católica es inmensa, ya que el equipo juega como los dioses y recién hace siete días se le ganó el clásico a Universidad de Chile, en un partido emocionante. Por eso, la consigna es mantener el nivel, a como dé lugar. Y vaya que lo lograron.
Lo que se vivió esa tarde en la pre cordillera quedaría guardado en la historia grande de nuestro fútbol, ya que el cuadro de la franja arrasó con el equipo árabe por la impresionante cifra de 10 goles a 1. En la primera parte, todo transitaba por cauces normales, la UC había abierto la cuenta, a los 11 minutos, con un tanto de Luka Tudor, pero instantes después igualó el marcador Erik Lecaros, para los tricolores. Y casi al final de los primeros 45, Sergio Fabián Vásquez puso el dos a uno. Lo mejor vendría a la vuelta de los vestuarios. En el segundo tiempo, la UC salió con todo y Palestino comenzó a hacer agua por todos los costados. Ya antes de los 70 minutos de juego el equipo local había encajado cuatro goles más (dos de Tudor, uno de Parraguéz y otro de Gorosito) dejando la cuenta 6-1. Pero todavía faltaba más, ya que en los últimos 20 vendría otro tanto de Tudor, dos de Barrera y una segunda anotación de Vásquez. El equipo de Pellegrini ganaba, gustaba y goleaba sembrando esperanzas en su miles de fanáticos. Lamentablemente, el final de esa temporada sería triste para las huestes católica. /HDF La expectación era gigante ese 30 de marzo de 1955, en Santiago, nadie quería perderse el partido final entre Chile y Argentina, por el Sudamericano de ese año. Ambas escuadras llegaban invictas con siete puntos, por lo que estaba la posibilidad real de ver a la Roja vencer por primera vez a los trasandinos, levantar una copa y ser los campeones del continente. La campaña de la selección había sido fenomenal (7 a 1 a Ecuador, 5-2 a Perú, empate a 2 con Uruguay; y un aplastante 5 a 0 a Paraguay), por lo que había mucha esperanza en que el equipo conducido por Luis Tirado y que tenía como figuras a Hormazábal, Robledo y Muñóz, alcanzara la máxima gloria deportiva.
Todo este escenario de inigualable ansiedad y expectativa fue alimentado por los principales medios de difusión de la época, que contribuyeron a exacerbar el clima de triunfalismo. Por eso no extrañó que casi tres mil personas se instalaran en las inmediaciones del Estadio Nacional, en la noche del día 29, con el objetivo de comprar, a primera hora, el boleto y así no quedar fuera de la esperada final. Familias completas en camiones, autos y hasta en carretas podían verse esa noche, las que guarecidas con mantas o chales, y acompañadas de café y algo de comer, pasaron las horas, hasta que llegó la luz de la mañana y pudieron acudir a las escasas ocho boleterías que daban a calle Maratón (increíblemente, se fijó la venta de entradas, sólo en el estadio, lo que fue otro grave error de los organizadores). Ya durante la mañana y tarde de ese jueves 30 esos tres mil fanáticos se habían convertido en más de 20 mil, que esperaban ansiosos, inquietos y tensos contras las rejas del coliseo ñuñoíno. Lamentablemente, las autoridades podrían haber advertido, en ese largo rato, antes de la apertura de puertas, que la situación podría descontrolarse y ponerse peligrosa. Recién a las 18 horas decidieron abrir las rejas y pocos minutos después sonó, por los parlantes, un desafortunado mensaje anunciando que las entradas disponibles eran menos de mil. Este lamentable hecho colmó la paciencia de una muchedumbre cansada de esperar, hambrienta y molesta, que no dudó entrar al estadio, a como diera lugar. Y la tragedia evitable se volvió una cruda realidad, ya que miles de personas empujando provocaron una arrolladora avalancha humana, donde muchos cayeron y los que venían atrás tropezaron sobre los primeros, dejando víctimas tendidas en el suelo pisoteadas y sangrando, sin que nadie se percatara de lo que estaba ocurriendo. El escuadrón montado de carabineros y el recién estrenado carro lanza agua intentaron, sin mucho éxito, contener a la multitud y el drama pudo haber sido dantesco si es que no hubiesen llegado rápidamente los bomberos, que tiraron agua con sus mangueras a los cientos que todavía se agolpaban intentando entrar, logrando que gran cantidad de personas se retiraran, ante la fuerza de los chorros. Lamentablemente, siete personas perdieron la vida esa tarde en el Nacional y más de 150 quedaron heridas, con lesiones de diversa consideración, teniendo que ser trasladas a los diferentes hospitales de la capital. Pero increíblemente, al interior del recinto, la vida continuaba como si nada pasase, aunque corría el fuerte rumor, entre los más de 60 mil espectadores, de que afuera había centenares de muertos. Sin embargo, todo quedó en segundo plano con la entrada a la cancha de los seleccionados y el inicio del partido de definición. Lo que pasó en la cancha, ya en el partido, consumó otro día negro para el fútbol chileno, ya que a pesar de un inicio prometedor, la Roja no repitió el rendimiento de partidos anteriores y no supo cómo hacer daño a los argentinos, comandados por el brillante Ángel Labruna. Y en el minuto 15 del segundo tiempo los trasandinos armaron la jugada que les dio el título. Pase profundo de Baley para Labruna, que envía un fuerte zapatazo, en dirección del arco defendido por Escutti, quien alcanza a rechazar el fuerte impacto, pero no impide que el rebote lo capitalice Michelli, que bate la valla chilena, con un tiro arrastrado, que se le metió junto al palo izquierdo al golero chileno. Hasta ahí llegó el sueño del título, habría que esperar otros 60 años para alcanzarlo. Semanas después, tras una investigación oficial acerca de la tragedia, se pudo identificar como causas del accidente, la negligencia de la Asociación Central de Fútbol, que emitió más entradas que la capacidad total del estadio; el ineficiente sistema de venta de entradas; y los errores de las fuerzas policiales, para contener a las masas que ese día llegaron hasta el Nacional. Pero como tantas veces ocurre en Chile, el paso de las semanas y los meses fueron dejando en el olvido la tragedia, lo que ayudó a que no hubiese culpables ni indemnizados, y a que ningún monolito recuerde hoy a las siete personas que ese día murieron asfixiadas y pisoteadas. /HDF Fue un 11 de septiembre de 1983, una fecha especial, ya que se cumplían 10 años del golpe militar. Ese día la Roja de todos, por fin pudo ganarle a Uruguay un partido por Copa América, en un histórico dos a cero en el Estadio Nacional, ante 55 mil personas, que deliraron con los goles de Rodolfo Dubó y Juan Carlos Letelier. La Copa América de ese año, la última que se jugó sin sede fija, tenía a Chile agrupado con Uruguayos y venezolanos. Se había perdido con los charrúas, en Montevideo, por dos a uno, y luego habíamos goleado a los "llaneros" por 5 a cero, en Santiago. Era imprescindible vencer, ya que así quedaban intactas las opciones para clasificar a las semifinales. Además, había que taparle la boca al irónico técnico de la celeste Omar Borrás, quien antes del partido había dicho, sarcásticamente, "Ustedes no tienen historia, y no piensen que van a comenzar a escribirla con nosotros". Chile salió como "león enjaulado" a ganar el parrido, eso se notó desde el primer minuto, ya que los dirigidos por el profesor Luis Ibarra se instalaron en el arco uruguayo. Por eso a nadie extrañó que a los nueve minutos la selección abriera la cuenta. Fue un centro contra la raya de Rubén Espinoza, que reboto en Oscar Arriaza y le quedó mansita a Dubó, a la entrada del área grande, quien remató fuerte y rasante, la pelota cruzó todo un bosque de piernas y se coló en el arco del grandote Rodolfo Rodríguez. De ahí, en adelante, lo que se vivió en la cancha del Nacional fue lo que se esperaba, un encuentro muy violento, con faltas descomunales que pasaron inadvertidas por el juez argentino Teodoro Niti. Sobresale, en ese sentido, el violento codazo que recibió Arriaza, quién resultó con una fractura en su boca. En lo netamente futbolístico, ya en el minuto 80 se produjo una falta a favor de Chile, por el lado izquierdo del ataque, el que sirvió magistralmente Juan Carlos Orellana, para que su tocayo, Juan Carlos Letelier, empalmara de cabeza, marcando el dos a cero final, con el que finalizó el duelo. Chile formó esa histórica tarde-noche con Roberto Rojas, en la valla; Rubén Espinoza, Leonel Herrera, René Valenzuela y Alejandro Hisis, en la defensa; Juan Soto, Luis Rojas y Jorge Aravena, en el medio; y Juan Carlos Letelier, Oscar Arriaza y Juan Carlos Orellana, en la delantera. /HDF El 17 de noviembre de 1985 Chile empataba a dos tantos con Paraguay, ante 80 mil personas, en el Estadio Nacional y quedaba fuera del Mundial México 1986. La tarea era muy difícil, ya que había que remontar el 0-3 registrado en el partido de ida en Asunción, al inicio de la serie de “Repechaje”. Aun así los miles de aficionados de la Roja se ilusionaban hasta las lágrimas, porque a los 13 minutos de partido Hugo Rubio aprovechaba un rebote para abrir la cuenta. Jugaba muy bien la escuadra nacional, de hecho mereció algo más en esos 20 minutos iniciales. Por eso fue un verdadero balde agua fría el zurdazo de Schettina que significó el empate, a los 21 minutos. Y para que decir lo que fue el tanto de Julio Cesar Romero minutos después, para decretar el 2 a 1. La amargura se sentía por todos los rincones del Nacional.
En la segunda etapa los chilenos se fueron con todo sobre el arco del Gato Fernández, y se abrió una luz de esperanza con el penal a favor de la Roja, en el minuto 14. Sin embargo, todo se vino abajo ya que el lanzamiento de Jorge Aravena terminó en las manos del golero guaraní. Ahí murió el ímpetu y las ganas de la selección que sólo fue a estrellarse una y otra vez con la zaga paraguaya. El gol del empate, a cargo de Jorge "Pindinga" Muñóz, sólo fue el premio de consuelo de esa negra tarde primaveral en Ñuñoa. Tras el partido, se iniciaba así un período de introspección en el fútbol chileno, para detectar las causas de un nuevo fracaso. Algunos jugadores como Patricio Yáñez hablaban de la necesidad de un “cambio total” y el medio apuntaba a la inestabilidad directiva y técnica, que había afectado la preparación del proceso eliminatorio y la relación con los jugadores. /HDF 21 de noviembre de 1973, Estadio Nacional de Santiago, se juega el partido de vuelta del repechaje para el Mundial Alemania 74, entre Chile y la URSS (en la ida, jugada en Moscú, habían empatado a cero). Curiosamente, en la cancha solo se ven camisetas rojas, no están los soviéticos por ningún lado. Y es que nunca llegaron, aduciendo que por razones morales y de seguridad no jugarían en un recinto que meses antes había sido manchado con la sangre de personas inocentes. El tema es que la FIFA había decidido, de manera errónea y absurda, que los jugadores chilenos debían igual saltar a la cancha y anotar un gol simbólico, para así validar su clasificación al mundial germano. De esta manera se gestó uno de los partidos más curiosos y reprochables en la historia del fútbol mundial. Asistieron ese día al Nacional 18 mil personas, que vieron como los jugadores chilenos se pasaban la pelota entre unos a otros, hasta llegar al arco vacío, para que finalmente el capitán, Francisco "Chamaco" Valdés, anotara el polémico gol, que llevaría a la Roja a su quinto mundial. Era marzo de 1980 y la en ese entonces máxima promesa del fútbol sudamericano y mundial, Diego Armando Maradona, visitaba Chile, como jugador de Argentinos Juniors, para jugar una amistoso frente a Colo Colo. El "Pibe de Oro", como lo llamaban, era comparado, por esos días, con el mismísimo Pelé, por su talento inigualable dentro de la cancha. Esto obviamente había despertado gran expectativa en la afición chilena, que llenó el Nacional hasta las banderas, para ver en vivo y en directo al astro argentino.
Ya en la cancha y antes de que comenzara el partido, Maradona saludo con un fuerte abrazo a Carlos Caszely, a quien dijo "Me alegro mucho de conocerte che", tras lo cual el "Chino" respondió con otro cordial saludo. Sin embargo esa cordialidad no se vio mucho en el campo de juego, ya que apenas inició el encuentro se vio mucho roce y pierna fuerte. De hecho Eddio Inostroza barrió a Maradona a los dos minutos y más tarde Domenech le hizo seis feas faltas a Héctor Ponce, antes que lo expulsaran. Parecía partido de Copa Libertadores, mucha intensidad y también ocasiones de gol, ya que la dupla Caszely-Vasconcellos se perdió por lo menos tres claras ocasiones de gol, y, en el otro lado, dos tiros libres de Maradona obligaron a portentosas atajadas de Mario Osbén. Hasta que en el minuto 42 se abrió la cuenta, gracias a una genialidad de Caszely, quien anotaría por segunda vez recién iniciada la segunda etapa. Con la ventaja a su favor el cuadro albo se relajó, permitiendo que los rojos de La Paternal asumieran la iniciativa del partido, y obtuvieran el empate, con dos goles de Molina. Los albos anunciaron una contraofensiva, pero esta se encontró con la violencia de los argentinos, que ensuciaron el juego con muchas faltas. Y ya cuando el final se acercaba se encendió con todo el match, primero con el golazo de tiro libre de Ponce, que sentenció la victoria del cacique, y minutos después, con la lesión de Maradona, tras violenta falta de Leonel Herrera. Los trasandinos se fueron con todo hacia el defensor colocolino, tras lo cual el árbitro expulsó a Molina y Vidal, para luego dar por concluido el encuentro. Y ¿Qué pasó con Maradona? La historia cuenta que al Diego se lo llevaron en ambulancia hasta la Posta Central, donde luego de revisarle la rodilla izquierda golpeada le pusieron una venda de yeso y lo mandaron a descansar al hotel. Al otro día, la naciente estrella del fútbol mundial se embarcaba con su equipo de vuelta a Buenos Aires, todavía adolorido por la marca de los defensores de Colo Colo. /HDF Es el 5 de julio de 1981 y la selección chilena está recién clasificada para el Mundial que se celebrará en España. En ese contexto se recibe la visita de quienes serán los anfitriones en la cita planetaria, sin duda una fuerte prueba para la Roja, que servirá para seguir ajustando piezas en el comienzo de la fase de preparación. El partido comienza con mucho vértigo, ya que a los ocho minutos de juego Carlos Caszely marca para Chile, en un gol muy de su factura, tras un brillante centro de Patricio Yáñez. El tempranero tanto sirve para animar el ambiente invernal que se vive ese día, con mucho frío y niebla, lo que ha incidido en el poco público que ha llegado al Estadio Nacional. uego del gol ambos cuadros intentan, sin éxito, romper los cercos defensivos, hasta que que casi al final del primer tiempo España logra el empate, en una lucida combinación entre Juanito, Alonso, Zamora y Satrústegui, este último anota con un globito sobre Mario Osbén. Sin duda, una gran jugada de la selección española, que pilló mal parada a toda la defensa roja. En el segundo lapso, España asume más iniciativa, pero Chile también muestra lo suyo, destacando la labor de jugadores como René Valenzuela, Rodolfo Dubó, Patricio Yáñez y Gustavo Moscoso. No así Carlos Caszely, cuyo rendimiento -a excepción del gol- dejaba preocupado a Luis Santibáñez, el en ese entonces entrenador de la selección. /HDF En el marco su preparación para una gira por Europa la selección uruguaya de fútbol invitó, en 1980, a Everton de Viña del Mar, para disputar un partido amistoso, a jugarse el Estadio Centenario de Montevideo. En el encuentro, que terminó sin goles, se vio una más que correcta actuación de los "Ruleteros", que dispusieron una muralla defensiva de extremo orden táctico, con el objeto de contener los embates charrúas . El cuadro "Oro y Cielo" puso en cancha ese día a Vallejos, en el arco; López, Salgado, Diaz y Sorace, en la zona defensiva; Martínez, Castillo y Zurita, en el mediocampo; y Zamora, Paredes y Videla, en la ofensiva. /HDF
El 16 de marzo de 1986 se vivió una nueva edición del clásico popular, hablamos del partido jugado entre Colo Colo y el Almirante Arturo Fernández Vial, en ese entonces el club de mayor convocatoria en regiones. El duelo fue toda una fiesta en las tribunas, ya que esa tarde llegaron al Regional penquista 32.248 personas, es decir no cabía ni una aguja en el recinto de la Avenida Collao. El encuentro que había generado mucha expectación previa fue muy trabado desde el inicio, lo que restó vistosidad al juego y llegadas a los pórticos. Finalmente, ambas escuadras no se hicieron daño y firmaron un deslucido empate a cero que no dejó muy contentos a los miles de hinchas que fueron al estadio. /HDF
El primer partido ganado de Chile en canchas europeas fue el 22 de junio de 1969 en la ciudad de Magdeburgo, en ese entonces parte de lo que era la antigua República Democrática Alemana (RDA). La escuadra nacional, dirigida técnicamente por Salvador Nocetti, venció en el primero de los dos partidos acordados con los teutones, gracias a un agónico gol de Guillermo Yávar, poco antes del final del encuentro. En el segundo lance, efectuado días después, los locales derrotaron a la roja por dos tantos a uno. /HDF
|