En los años sesenta la UC se consolidó como uno de los clubes grandes del fútbol chileno al disputar con el "Ballet Azul" por lo menos cinco torneos oficiales (dos de los cuales ganó, en 1961 y 1966). Sin duda una década brillante donde se lucieron figuras como Behrends, Fouilloux, Ramírez, Prieto, Isella o Tobar, entre muchas otras. Los cruzados se acostumbraron a ser protagonistas y la fiel hinchada ingenuamente pensó que eso sería para siempre. Pero el destino diría otra cosa. Ya en la década de los setenta, todo ese bien ganado prestigio se fue diluyendo peligrosamente, producto del desorden directivo, malas decisiones y una serie consecutiva de nefastos rendimientos. De hecho, sólo en 1970 la UC logró un segundo lugar en el extinto campeonato Metropolitano (y luego fue cuarta en el torneo de honor). De ahí y hasta 1979, el elenco católico obtuvo dos séptimos puestos (1972-76); un décimo lugar, en 1979; y tres años bajo el casillero 10 (71, 77 y 78). Pero el peor momento fue en 1973, cuando tras terminar último el equipo de la franja bajó a la segunda división profesional. Fueron dos largos años en los "potreros", los que duraron hasta 1975 cuando, de la mano de Tito Fouilloux, se logró el anhelado regreso a primera. Tras el golpe que significaron los duros años en el ascenso la institución se replanteó un montón de cosas, la idea era reeditar los años de gloria y encantar de nuevo a los hinchas. Una clave de ese plan fue la llegada al directorio de la UC de Alfonso Swett (1978), quien se propuso, entre otras medidas, reorganizar y potenciar las divisiones cadetes, labor que se asignó a uno de los más distinguidos ex jugadores, Alberto Fouilloux, quien trabajó muy de la mano con su amigo y ex compañero, Ignacio Prieto. En ese sentido, fue determinante la decisión de que los equipos juveniles viajasen a Europa a disputar torneos cortos. Estas ricas experiencias le dieron roce a un montón de nuevas promesas como Francino, Olmos, Mardones, Yoma y Marchiono, Tan importante fue esto último, que muchos de ellos serían protagonistas de la brillante campaña del 84. Otra de las claves que impulsó la nueva mesa fue la de potenciar el primer equipo, para ganar en competitividad. Así, entre 1980 y 1982 se contrató a Pedro Morales y luego a Luis Santibáñez, con lo que fue configurándose un equipo lleno de grandes figuras, entre las que destacaban René Valenzuela. Miguel Angel Neira, Manuel Rojas, Eduardo Bonvallet y Osvaldo Hurtado, Se habló primero del "Ballet cruzado" y después de los "Millonarios", por los altos sueldos que negociaron algunos jugadores. Sin embargo las enormes expectativas que se generaron en los hinchas y el medio no tuvieron su reflejo en los resultados (décimo puesto en 1980; octavo en 1981; y sexto, en 1982). Algo faltaba para que el proyecto de Swett comenzara a dar sus primeros frutos. La respuesta era tiempo, sólo tiempo. Se cosecha lo sembrado Los primeros resultados de todo eso visionario proyecto que se inició en 1978 comenzaron a dar sus frutos en el invierno de 1983, lo que coincidió con la llegada a la banca de un hombre de la casa, hablamos de Ignacio Prieto. El "Nacho" era la persona ideal para el momento que vivía el club, ya que desde su arribo promovió a una gran cantidad de jóvenes, muchos de los cuales conocía a cabalidad, por su trabajo previo en series menores . Su idea fue plasmar un plantel que combinara mucha savia nueva, con otra importante dosis de jugadores con experiencia. Debía ser un plantel numeroso para enfrentar, de manera simultánea, diversos frentes de competición. Ahora, en cuanto al sistema táctico, Prieto incorporó muchas prácticas y tendencias de su paso por el fútbol europeo. En ese sentido, fue uno de los pioneros de la presión en la marca, por todo el campo de juego, lo que mezclaba con marcación zonal, dependiendo de las características del rival. Además, como en la formación titular había muchos jóvenes, en general se privilegiaba la dinámica y la técnica en velocidad, algo donde el preparador físico, Dario Sepúlveda, tenía un rol fundamental. La primera señal de que el equipo del "Nacho" estaba para cosas mayores llegó en la Copa Polla Gol del 83, donde la UC lideró el Grupo Norte, con 10 partidos ganados de un total de 18 (25 puntos). Y el buen desempeño se prolongó hasta la liguilla final, en la que los cruzados ganaron los tres partidos (frente a O´Higgins, Palestino y Cobreloa), consiguiendo un título después de muchos años de sequía. Ese logro les permitió sumar una buena cantidad de puntos -como bonificación- en el torneo oficial, donde acabaron en un quinto puesto (el mejor rendimiento en 12 años). Y además, permitió asegurar un cupo en la Copa Libertadores de América, a la que volverían, después de muchos años de ausencia. 1984, la idea se consolida El hecho de haber encontrado un estilo y forma de juego, más la obtención de buenos resultados impulsaron notablemente el trabajo de Ignacio Prieto, quien comenzó a ver con mesurado optimismo las `proyecciones para 1984. Estas buenas sensaciones se re confirmaron con un nuevo título, esta vez fue la Copa de la República, torneo que se jugó entre enero y marzo y en el que la UC venció -en la final- a Naval de Talcahuano (1 x 0). Algo que cobró aún más valor si se piensa que Universidad Católica no sumó nuevos refuerzos ese año, el foco estuvo en la renovación de piezas importantes como Aravena, Neira, Mardones, Valenzuela y Hurtado. A esa altura, el ambiente propicio para una gran campaña estaba al alcance de la mano. Un técnico que conocía bien al plantel, sobre todo a los jóvenes, a quienes motivaba y ofrecía reales oportunidades; un grupo que se sentía unido y concentrado en pos de los objetivos; y una confianza que crecía semana a semana, de la mano de los buenos resultados. Con esa combinación el éxito era inevitable. La gran campaña Luego de ganar la Copa de la República el siguiente desafío de la UC fue disputar la Copa Libertadores, donde debía enfrentar -por el grupo 2- a O´Higgins de Rancagua, y a los bolivianos Bolívar y Blooming. El rendimiento en esta primera fase no pudo ser mejor, ya que el equipo finalizó en primer lugar con nueve puntos (4 duelos ganados, uno empatado y otro perdido). Ya en semifinales los cruzados se vieron las caras con dos de los mejores equipos del continente como Independiente de Avellaneda y Nacional de Montevideo. Luego de un gran empate con los argentinos, en Santiago, Católica perdió sus siguientes encuentros con lo que selló su eliminación del torneo. Ahora, pese a quedar fuera de la copa el hecho de haber vuelto a jugar contra cuadros importantes y a buen nivel dejó tranquilo al cuerpo técnico, que estaba muy interesado en que los jugadores jóvenes sumaran minutos en partidos de esa talla. En forma casi paralela a la Libertadores la UC debió disputar la liguilla del torneo 83 (en la que resultó en quinto puesto) y una nueva versión de la Copa Polla Gol, en la que figuraba en el Grupo Metropolitano, junto a los demás equipos santiaguinos. Al final de la primera fase los de la franja acabaron como líderes, con 19 puntos en 13 fechas y tan sólo un partido perdido. Luego, en semifinales, dieron cuenta de Green Cross, en partidos de ida y vuelta (3 x 2 final), lo que los instaló en una nueva final de ese torneo, esta vez contra Everton de Viña del Mar. Lamentablemente para la UC en ese última encuentro el Everton del Tata Riera les pasó por encima venciéndolos por un categórico 3 x 0. Dolió en el cuerpo técnico y jugadores esta derrota, pero de alguna forma les hizo replantearse algunas cosas que debían corregirse, sobre todo en la defensa. A principios de julio por fin se dIó el vamos al torneo nacional de primera división, que ese año presentaba muchas novedades, la principal es que había 26 equipos divididos en dos grupos (norte y sur), cuyos dos primeros clasificados deberían jugar una liguilla final por el título. Todo partió mas o menos bien para la UC que en los dos primeros duelos empató 1 x 1 con O´Higgins y luego goleó a Green Cross 6 x 0. Después, el campeonato se suspendió por las Olimpiadas de Los Angeles, lo que aprovecha la Universidad Católica para viajar a España, donde disputaría un cuadrangular en Palma de Mallorca. Y no fueron a pasear, ya que consiguieron dos históricas victorias nada menos que frente al Real Madrid y Barcelona. Recién, a principios de agosto y con el verano europeo todavía fresco en la memoria se reanudó la competencia, y el regreso no fue bueno, el equipo cayó ante la U, en el clásico universitario. En la cuarta y quinta fecha vinieron un 3 x 1 sobre Trasandino y un empate con Fernandez Vial y tras cartón, una nueva derrota, ahora con Rangers. El equipo jugaba bien, pero todavía no alcanzaba la regularidad que esperaba Prieto, lo que se confirmó en los tres partidos siguientes (dos victorias sobre Coquimbo y Palestino y una nueva caída frente a Everton, el mismo que les ganó la final del Polla Gol). Era tiempo de "ajustar amarras" para navegar con mejor rumbo. Una semana después algo hizo click en el equipo, ya que en los nueve partidos que siguieron no conoció de derrotas (seis victorias y tres empates), lo que permitió afianzarse en los lugares de avanzada (destacaron el 3 x 0 a O´Higgins y el 3 x 2 a la U). Esa importante racha se volvió a cortar, muy ligeramente, con el verdugo de todo el año, Everton de Viña del Mar. Pero, por fortuna, fue sólo una raya en el agua, ya que la UC ganó cinco y empató dos de los últimos siete encuentros de la primera fase, que terminó con Católica líder con 37 unidades (tres más que el segundo, Unión Española). A mediados de diciembre comenzó el mini torneo por el título y la UC llegó en buena forma, pese al gran número de partidos jugados en toda esa temporada. Quizá lo único preocupante era la lesión de Jorge Aravena, que se resintió en la goleada al Audax (6 x 1). Pero, a pesar de so, la convicción de lograr un título, después de largos 18 años movió a todo el plantel a sobreponerse al cansancio y a cualquier otro obstáculo. Había que hacer el último esfuerzo, ya que la meta estaba ahí, al alcance de la mano, Y el equipo no arrugó:: 2 x 0 a Cobreloa, mismo marcador frente a la Unión Española y un dramático 0 x 0 con Cobresal fueron el corolario de una campaña agotadora e inolvidable que quedó grabada para siempre en la historia cruzada. Era de noche ya ese 22 de diciembre de 1984, en el Estadio Nacional, y allí festejaba emocionado todo el equipo campeón, ese el de Cornéz, Espinoza, Marchioni, los dos Valenzuela, Neira, Mardones, Aravena, Olmos, Hurtado y Noble. Ese que le devolvió a la UC el prestigio de los grandes. HDF/jma
Poco antes de que comenzara el torneo profesional 1945, los claros aspirantes al título eran los de siempre. El campeón Colo Colo, Audax Italiano, Magallanes, Unión Española y Santiago Morning. Ellos concentraban el favoritismo, principalmente por las figuras de sus planteles. Después, estaba el resto de los equipos que aspiraban, más que nada, a no pasarlo mal y a realizar un papel decoroso. En éste último lote figuraba Green Cross, el equipo "pije", el que tras ser uno de los fundadores del profesionalismo, en 1933, tuvo bajas campañas en esos dos primeros años. Ello motivó a que fuera relegado, a partir de 1935, a la serie B o segunda división, de la que ascendió recién en 1939, junto a la UC y los extintos Metropolitano y Santiago National. Entre este último año y 1944 los de la cruz verde tuvieron rendimientos irregulares, a veces entreverados en la mitad de la tabla y otras en los lugares de abajo. En todo caso, temporada tras temporada nadie se hacía muchas ilusiones con el rendimiento del equipo, Tomando en cuenta la panorámica anterior, en mayo de 1945, semanas antes que comenzara el campeonato oficial, la tónica no era muy diferente a años anteriores. Por lo demás, la institución era austera en términos de inversiones, debido a lo cual no serían tantas las novedades, en cuanto a refuerzos. De hecho, llegaron tres argentinos (Converti -que volvía- el arquero Biglieri y el delantero Zárate) y a ellos se sumaban algunas que otras incrustaciones entre cuasi retirados (Salfate) y otros jugadores que habían sido desestimados por otros clubes (Carmona, Ruiz, Orlando y Jaime). Las claves de un buen grupo Pese a que, en el papel, Green Cross no ofrecía mucho cartel hubo algunos detalles que fueron ayudando a que fuera configurándose, desde el inicio, un buen grupo de jugadores, tanto en lo humano como en lo futbolístico. En este logro tuvo especial responsabilidad el cuerpo técnico, a cargo del entrenador Eugenio Soto (ex arquero de la Roja, Colo Colo y Magallanes), quien supo dar -muy luego- con una formación titular, a la que inculcó, a sangre y fuego, un orden y disciplina táctica, a toda prueba. Y a lo anterior, se agregaron dos elementos claves: un gran trabajo de preparación física, a cargo del PF Guzmán (el equipo tuvo muy pocas lesiones, lo que permitió siempre contar con la escuadra titular, lo que garantizó regularidad en el rendimiento) y un gran espíritu de lucha que estuvo siempre en el ADN del equipo y que se fue fortaleciendo, en la medida en que los resultados se fueron dando. Una campaña marcada por la regularidad Green Cross debutó el el 19 de mayo con la Universidad de Chile, venciendo al débil cuadro estudiantil por 5 a 2, lo que claramente fue un envión importante, ya que permitió que el DT confirmara varias de las cosas que había visto en las prácticas previas. En el segundo y tercer duelo se igualó con Santiago National y Badminton por marcadores de 1 x 1, ocasiones en que el equipo no deslumbró y, más bien, dejó varias dudas de funcionamiento. Pero en la jornada siguiente, ante Santiago Morning, la cruz verde volvió e ganar 5 x 2 mostrando ya el rendimiento y sistema de juego buscado por el técnico Soto, lo que se confirmó luego con una nueva victoria ante Everton (1 x 0). En ambos partidos Green Cross mostró un bloque defensivo sólido, donde destacaba la figura de Salfate; un medio terreno de gran despliegue, con Acuña y Zambrano; y un eje ofensivo donde resaltaban la creación de Converti y el olfato goleador de Zárate. El primer revés llegó en la sexta fecha, en un intenso encuentro con Unión Española que se terminó perdiendo 2 x 3. Ese día, la desazón entre las filas del "Pije" era grande, ya que bien entrado el partido iban arriba 2 x 0, pero los hispanos lo dieron vuelta, en gran reacción. Muchos pensaron que esa tarde sería el inicio del bajón de Green Cross, pero siete días después la derrota quedó en el olvido con el 5 x 3 que le propinaron a Colo Colo y que confirmó que el equipo estaba para grandes cosas. Luego vino un empate en blanco con Santiago Wanderers y tres victorias al hilo (3 x 2, a la UC; 5 X 0, al Audax; y 1 x 0, ante Magallanes) con lo que se cerró la primera rueda. A esas alturas el Green era más puntero que nunca y el grupo de jugadores ya se había acostumbrado a mirar la tabla desde la cima. Al comienzo de la segunda rueda, a principios de septiembre de 1945, el equipo ya se conocía de memoria y lo más importante es que la confianza en lo que podían hacer en la cancha no tenía límites. En el arco un lesionado Biglieri había sido reemplazado, sin problemas, por Nicolás; en la defensa, la dupla Salfate-Camus era prenda de total garantía; en el mediocampo, Acuña, Zambrano y Converti cumplían, a cabalidad, las funciones de recuperación/creación de juego; y adelante, Jaime, Ruíz, Araya, Zárate y Orlando, ofrecían múltiples variantes para llegar al gol. En suma, aquel tímido equipito que partió el torneo sin mayores pretensiones se había convertido en un cuadro aguerrido, de excelente despliegue táctico y con un estado físico envidiable. La serie de revanchas partió con una clara victoria sobre la U (2 x 1), a lo que siguió una sorpresiva caída ente el débil Santiago National (2 x 4), donde claramente se notó la ansiedad de los jugadores, ya que el torneo entraba en fase decisiva. Sin embargo, cualquier atisbo de duda se disipó rápidamente con sendas goleadas (4 x 1, a Badminton; 4 x 3, a Santiago Morning; y 4 x 1, a Everton). Esa seguidilla de buenos resultados fue clave, porque permitió al elenco de la cruz verde juntar confianza, antes de enfrentarse a su principal oponente y más cercano perseguidor, Unión Española. El match con los rojos fue de alta intensidad y terminó en tablas (1 x 1), lo que produjo un importante desgaste en el plantel, lo que se notó en los tres duelos posteriores (derrota ante Colo Colo, 1 x 2 y disputados empates con Wanderers -2 x 2- y la UC -4 x 4-). A esa altura, las combinaciones de resultados sólo exigían que Green Cross venciera al Audax, para que abrochara el título, cosa que ocurrió el 26 de noviembre con un merecido 3 x 0 sobre los itálicos. A la semana siguiente (29 de noviembre) se desató la celebración, justo después del partido final con Magallanes, el que pese a la derrota 1 x 2 (ya no se jugaba nada) hizo que jugadores y cuerpo técnico pudieran disfrutar, el máximo, la principal hazaña deportiva del club, en toda su historia. Una historia que años después se trasladaría a Temuco, donde hoy están los herederos legítimos de la gloriosa cruz verde. HDF/MisterPipa En la galería de abajo, imágenes de la campaña de Green Cross, en ese inolvidable torneo de 1945. La comúnmente denominada “Academia albiceleste” era, al comienzo del torneo profesional 1933, una sólida institución y probablemente, en esos incipientes años del fútbol chileno, el más importante de los clubes en el balompié criollo. El único que le hacía alguna sombra era Colo Colo, un rebelde hijo salido desde sus mismas entrañas. Por eso si había que hablar de algún serio candidato al titulo ese debía ser, sí o sí, Magallanes, un equipo técnico y muy bien trabajado en espacios reducidos (gracias a su pequeña cancha de entrenamientos en el barrio independencia). Además, entre sus jugadores reinaba la humildad y la confianza en los propios recursos, sobresaliendo el liderazgo positivo y natural del consagrado Arturo “carecacho” Torres y la habilidad/oportunismo de José “Chorero” Avendaño.. La firme candidatura quedó plasmada a sangre y fuego desde el inicio, ya que los de la carabela vencieron 3-0 a Santiago National, en el Estadio Militar. Ya en la segunda jornada los “aguerridos” dieron cuenta del “Colocolito” (equipo reserva de Colo Colo, cuya escuadra titular andaba de gira por Perú). Fue un claro 3 x1 con gran actuación del “Chorero” Avendaño. Los duelos entre albos y magallánicos eran ya todo un clásico en esos tiempos y muchas veces estos no estaban exentos de polémicas y violentas grescas entre los jugadores. A la semana siguiente el que cayó fue Morning Star y por goleada (5 x 1). Luego fue el turno de Badminton, que es derrotado por la cuenta mínima (el partido es anulado y resuelto finalmente por secretaría) y después Magallanes venció a Green Cross por 5 a 3. La senda de las victorias continuó, sin parar, con un 4 x 0 sobre Audax Italiano, hasta que se cortó sorpresivamente con la derrota ante Unión Española. Los hispanos vencieron, sin objeción, por 3 a 2 colocando la primera alarma en la campaña albiceleste. Al final del torneo Colo Colo, ya con su equipo titular en cancha, tuvo un rendimiento calcado al de Magallanes (sólo una derrota), lo que obligó a que ambos elencos tuvieran que jugar un partido de definición por el título. Este se lleva a cabo el 5 de noviembre en los Campos Sport de Ñuñoa, en el cual los “aguerridos” se impusieron merecidamente y sin contrapesos por 2 a 1. Así, casi sin despeinarse, Magallanes levantó su primera corona de fútbol profesional, un título ampliamente merecido y que marcaría el inicio de su hegemonía en esos primeros años del torneo chileno. La formación 1933 comenzaba con Ibacache, en la valla; Vargas, Córdova, Osorio y Carmona, en defensa; Ponce, Lama, Pacheco y Ogaz, en el medio terreno; y Avendaño y Torres, en ofensiva. El entrenador, curiosamente, era el mismo Arturo Torres, que combinaba los roles de capitán y técnico. Equipo bueno repite Ya en 1934 Magallanes era un equipo muy sólido y que se conocía casi de memoria, lo que permitió sacarle mucha ventaja al resto de los equipos. Además, pese a las tentaciones de los traspasos el club logró mantener a sus principales figuras, lo que mantuvo intacto su poderío futbolístico. El campeonato debía partir entre abril y mayo, pero recién comenzó el 30 de junio, por el rechazo de los cuadros grandes a jugar con equipos amateur. Tras el acuerdo, el debut llegó con abultada goleada de 8 x 0 sobre Deportivo Alemán (uno de los elencos “chicos” incorporados). La segunda fecha no fue antes de tres semanas, receso en que los albicelestes jugaron un histórico partido con Colo Colo, con los que no habían disputado duelo amistoso alguno, desde el nacimiento de los albos, en 1925 (fue victoria 3 x 0). El 22 de julio se reanudó el campeonato y Magallanes derrotó 5 x 0 a Green Cross. Luego venció 4 a 0 a Badminton y 2 x 0 a Unión Española. Tres triunfos que los hicieron ver como imparables ante el resto de los equipos. Pero en la quinta jornada el Audax les hizo gran partido a los “aguerridos”, en un 3 x 3 que deleitó a los asistentes. Magallanes iba ganando 3 a 0, pero los itálicos lograron empatarlo envalentonados por las expulsiones de Carmona y Torres. Ese fue el único punto que cedió en todo el torneo el campeón vigente, ya que desde ahí sólo vinieron triunfos (2 x 1 a Badminton, 4 a 3 a Santiago, 5 a 1 a Carlos Walker y 14 x 1 a Santiago National). Pero no paró ahí ya que una semana después vino la “guinda de la torta” con el triunfo 5 a 2 sobre Colo Colo, el rival más enconado. En la última fecha llegaría el triunfo final por un abultado 11 a 1, esta vez, ante Morning Star. La formación titular del campeón 1934 fue con Ibacache, Vargas, Córdoba Jorge, Córdova Julio, Torres Arturo; Ponce, Torres Guillermo, Carmona, Ogaz, Avendaño e Inostroza. El final del exitoso ciclo La disputa entre equipos grandes y chicos volvió a encenderse en 1935, pero esta vez el asunto se resolvió exitosamente con la creación de dos campeonatos (profesional y amateur) y ascenso/descenso directo. Esto revitalizo la competencia y fue un gancho para la notable mejoría en el público asistente a los estadios y en la recaudación (que llegó a la cifra récord de un millón de pesos). Semanas previas al inicio del torneo las cosas estaban mucho más parejas que los dos años anteriores. De hecho, Magallanes ya no era tan favorito para conseguir el título, ahora competían con iguales chances un bien reforzado Audax Italiano y un sólido Badminton. Los “aguerridos” ya experimentaban el desgaste del éxito y se podía vislumbrar una incipiente renovación en aquella imbatible escuadra triunfadora del 33-34. Ibacache dejó el arco y llegó Eugenio Soto, se incorporaron Fernando Farfán y Enrique Trejos; pero quizá la más importante cara nueva fue Carlos “Zorro” Vidal, que llegó “repatriado” desde su Lota querida. El campeonato partió para Magallanes el 19 de mayo, ante Unión Española, en el Estadio de Carabineros. Fue triunfo 3 x 1 con goles de Inostroza, Farfán y Vidal. Pese a la victoria, el nivel de juego no dejó contento a nadie, el equipo estaba claramente en rodaje y no era ni la sombra del campeón. En la fecha siguiente los albicelestes ganaron 5 a 2 a Santiago, con inolvidable actuación de Arturo Torres y ya se vio una notable mejoría en el rendimiento. Las goleadas siguieron con el 7 x 3 sobre Badminton (con ciclo goles de Ogaz) donde Magallanes ganó, gustó y goleó. Así llegó la cuarta fecha, donde los de la carabela debían batirse con Colo Colo. El clásico se jugó a estadio lleno y con lluvia, lo que favoreció a los albos que se llevaron la victoria 2 a 1. Fue un golpe bajo para los magallánicos, pero que no alcanzó para dejarlos en la lona. La primera rueda terminó para Magallanes con un 5 a 3 sobre Audax Italiano, tras lo cual el torneo entró en un largo receso de dos meses y medio. Luego del intermedio, que incluyó gira a Perú y varios amistosos locales, la “academia” reanudó el torneo el 15 de septiembre frente a Unión Española. Fue triunfo 5 x 0 con brillantes actuaciones de Ogaz y Avendaño. Dos semanas después llegó otro duelo con Colo Colo, ocasión en que el cacique volvió a vencer, esta vez por 3 a 1. Las sombras reaparecieron en el horizonte, pero el rival a vencer era Audax Italiano que venía haciendo gran segunda rueda. Tras la caída, se disiparon las dudas con dos nuevas victorias (4 a 0 a Santiago y 3 a 2 a Badminton), pero la incertidumbre se instaló de nuevo con una amarga derrota frente a los itálicos, el rival con el que peleaba el título. Ya finalizado el torneo ambas escuadras estaban empatadas a 14 puntos, tras lo cual sobrevino la polémica. La comisión de reclamos acogió un alegato de Santiago y le descontó un punto al Audax, lo que convirtió a Magallanes en campeón por tercer año consecutivo. Fue una larga y angustiosa espera, ya que recién el 16 de diciembre se supo el desenlace. Concluía así la época dorada de Magallanes y un tricampeonato que fue una marca imbatible por más de 50 años. Tres años de cátedra futbolística que incluía técnica depurada, identidad de estilo y figuras descollantes como Torres, Vargas y Avendaño. Un equipo que jugaba de memoria, que dibujaba en la cancha y que se imponía -con clase- a sus adversarios en lo que fue una verdadera “aristocracia futbolera”. HDF/MisterPipa En la galería de imágenes se incluyen fotos de partidos con Colo Colo, Audax Italiano y Unión Española. El sueño alcanzó para tres partidos. Luego de una brillante y larga campaña, el debutante Cobreloa se instaló en la gran final de la Copa libertadores, donde le tocó medirse con el poderoso Flamengo, cuadro brasileño que contaba entre sus filas a Zico, en ese entonces, uno de los mejores jugadores del mundo. El partido de idea se disputó el viernes 13 de noviembre, en el Estadio Maracaná, ante 94 mil personas, un escenario grandioso y apremiante para la mayoría de los jugadores chilenos, muchos de los cuales nunca habían jugado ante tanto público. El imponente marco no fue indiferente para los futbolistas loínos, que se vieron tensos e imprecisos en gran parte del primer tiempo. Ese pánico escénico maniató a los nortinos y no los dejó hacer el juego acostumbrado. Pero más que eso, la pasividad chilena permitió que Flamengo jugara a sus anchas, algo que aprovechó rápidamente, ya que a los 12 una pared de los brasileños en plena área naranja dejó solo a Zico, que con un derechazo venció a Wirth. Fue un verdadero balde de agua fría para los hombres de Cantatore que se veían desorientados y temerosos. Afortunadamente las varias ocasiones de los cariocas no se transformaron en goles, lo que posibilitó una tenue reacción de los mineros, que en los 28 tuvieron la primera opción de gol, en un remate alto de Siviero, que se fue rozando el . travesaño.. Pero un minuto después cayó un brasileño en el área y el árbitro Expósito cobró penal, sanción que Zico transformó en gol. A esa altura se veía negro el panorama, aunque cuando se iba la primera etapa, Mario Soto desvió un cabezazo en plena área chica. La situación varió en el segundo tiempo y Flamengo pasó de dominador a dominado, gracias al gran repunte del equipo chileno. Es que Cobreloa se hizo dueño del partido, claro que sin la necesaria claridad para transformar el poder ofensivo en goles. Aun así, en los 66 Merello marcó el descuento, luego de una falta penal contra un jugador chileno. El buen juego naranja inquietó al Maracaná, pero en esos momentos faltaron piernas y ganas para cambiar el destino del partido. Al final del duelo si bien es cierto había amargura por la derrota, también existía una pizca de esperanza, más que nada por el rendimiento del equipo en los segundos 45 minutos. Ahora, se verían las caras en Santiago. El partido de la esperanza. Es la noche del 20 de noviembre de 1981, el Estadio Nacional hierve con más de 60 mil almas, que están expectantes por lo que pueda hacer Cobreloa en el campo de juego, frente al gran equipo de Flamengo. Se disputa el cotejo de vuelta por la final de la Copa Libertadores y los naranjas están obligados a ganar, para así motivar un tercera finalísima en cancha neutral. El encuentro comienza con todo, desde el primer minuto, con los loínos dispuestos a mandar en la cancha de Ñuñoa, aunque sea con algo de juego brusco. Hay que imponerse como sea, eso lo sabe Mario Soto, quien le pone un codazo de entrada al hábil Adilson, que lo hace desaparecer por largos minutos, dejándole claro como son las cosas. Mientras tanto, el laborioso Armando Alarcón le respira en el oído a Zico, anulando cualquiera de sus brillantes intentonas. Y un poco más allá el talentoso Junior sufre la marca fiera del "Ligua" Puebla que lo corretea por todos lados. Cobreloa se planta bien en los primeros 45 minutos, juega mejor y de forma inteligente, más que nada porque no deja pensar al rival, con una presión pegajosa y efectiva. Sin embargo, en esa primera etapa los nortinos no llegaron con tanta peligrosidad al arco contrario, lo que encendió las alarmas, ya que había que ganar el encuentro a como diera lugar. En la segunda etapa los de Calama partieron empujando con todo. Tabilo y Escobar comenzaron a hacer daño por las bandas, en el medio Merello habilitaba con precisión y arriba Siviero se las ingeniaba para molestar con el juego aéreo, acompañado también por Mario Soto, que subía a buscar el cabezazo. La ofensiva naranja se hizo cada más fuerte, lo que se tradujo en cuatro llegadas claras sobre el arco de Raúl, dos que contuvo el portero y otras dos que salvaron providencialmente Mozer y Leandro. El partido estaba ahí para Cobreloa, cuando en el minuto 78 de partido se produjo la jugada clave. El árbitro cobró una clara mano de un jugador de Flamengo a la entrada del área y Víctor Merello se puso frente al balón, ante el nervio de los 60 mil hinchas que alentaban con fuerza al cuadro de Calama. Y vino, no más, el taponazo colocado del 8 loíno que superó la barrera y rozó levemente en Leandro, descolocando al arquero Raúl. La pelota en la malla y todo Chile estalló de alegría, ya que se hacía justicia en el Nacional, se ponía en ventaja el equipo que había jugado mejor. Tras el tanto de Merello el match se trabó un poco, ya que Flamengo se refugió en su área, para no recibir más goles y Cobreloa pareció conformarse con la mínima ventaja. La tarea estaba hecha, ahora había que esperar la "batalla del Centenario". Continuará. El peor registro de la copa. La gran final se jugó el 23 de noviembre en el mítico Estadio Centenario y hay que decir que no fue buena la presentación del equipo chileno. Los mismos jugadores confesaron que entraron entre confiados y apretados al trascendental encuentro, lo que impidió que pudiesen desarrollar su mejor fútbol y a la vez facilitó que el rival tomara las riendas del juego. Más encima la suerte, tan importante en estas instancias, estuvo siempre con los brasileños, prueba de ello es que Flamengo logró la apertura de la cuenta muy rápido (8 minutos), lo que le permitió afrontar el duelo con mayor confianza..Ese gol, que nació de un lateral, fue, en parte, culpa de los hierros defensivos de la zaga loína que nunca pudo despejar el balón, pero también de la fortuna carioca, ya que el balón justo llegó a los pies de Zico, que con su acostumbrada eficiencia en el área batió a Wirth con un letal derechazo. Junto con ello, pocos segundos después Alarcón se fue expulsado por fuerte entrada sobre Andrade, lo que configuró un panorama sombrío en el amanecer del partido. Cobreloa trató de sacarse la carga de ambas adversidades y comenzó tibiamente a aproximarse al arco de Raúl, fundamentalmente a través de los tiros de media distancia de Olivera. Esta recuperación se notó más, tras la expulsión de Andrade, a los 35 minutos, y también con el cambio de Muñóz por Páez, de muy bajo primer tiempo. Al final del esa primera etapa quedo la sensación de que los naranjas podían hacer algo más. Los destellos de buen futbol del campeón chileno continuaron al regreso de camarines y se extendieron hasta los 65 minutos. De hecho, la esperanza en el gol del empate se acrecentó luego de las sucesivas intentonas ofensivas de los mineros. Muñóz, Olivera y Jimenez tuvieron sendas ocasiones, pero lamentablemente la pelota no quiso entrar. Pero, sin duda, la más clara estuvo en los pies de Siviero, que fue salvada en la línea por Junior. luego Flamengo volvió a tomar el control del partido y Cobreloa se vio encerrado en su área, En esos instantes pareció cerca el 2x0, ya que Nunes, Tita y Adilson malograron nítidas opciones de gol. Sin embargo, el que nunca falló fue Zico, quien a los 79 minutos liquido las aspiraciones chilenas. Tras un fulminante ataque carioca Wirth se vio obligado a manotear el balón fuera de su área reglamentaria, lo que el referí sancionó con tiro libre directo. Se puso al frente del balón el 10 de Flamengo, quién con astucia pateó casi al mismo tiempo que el árbitro comenzaba a accionar su pito, lo que pilló descolocado al portero chileno, el que sólo hizo vista a la pelota. Fue un tiro muy colocado, pero que contó con la malicia necesaria del astro brasileño para convertirse en el gol del título. Después del segundo tanto de Flamengo Cobreloa fue hacia arriba con el amor propio que a esas alturas le quedaba y lo más increíble de todo es que tuvo tres oportunidades muy claras, a través de Siviero, Olivera y Puebla. Pero no hubo caso, podrían haber estado jugando hasta el otro día y no hubiese llegado el gol loíno. La desazón de los jugadores de Cobreloa se convirtió en rabia y enojo en los minutos finales, tras la cobarde reacción de Anselmo sobre Soto que generó un conato de pelea y varias expulsiones. Terminaba así la primera final de Cobreloa, con tristeza, pero con la convicción de haberlo entregado todo. Proximamente, toda la historia de Cobreloa en la libertadores de 1982. La epopeya de Montevideo. Entre octubre y noviembre de 1981 Cobreloa enfrentó el reto más grande de su corta historia. Y no era poca cosa, ya que debía enfrentar, en partidos de ida vuelta, por el grupo B de la segunda fase, nada menos que a Peñarol y Nacional de Uruguay, dos gigantes del fútbol sudamericano y poseedores de un rico historial copero. Los augurios no eran buenos, puesto que hasta esa fecha nunca ningún equipo chileno había salido victorioso del mítico pasto del Estadio Centenario A pesar de la historia en contra los pupilos de Cantatore venían con la moral alta, tras una primera fase brillante, donde no sólo habían mostrado calidad y buen fútbol, sino también inteligencia táctica para trabajar los partidos adversos, e ir en busca del resultado. El primer escollo fue Nacional, el 8 de octubre, un equipo duro como todos los uruguayos y con grandes y peligrosas individualidades como Morena, Cabrera y Morales. El primer tiempo respondió al libreto tradicional, primeros minutos de ataque frontal de Nacional y Cobreloa resistiendo a pie firma atrás. Quizá la excepción fue la aventura de Alarcon en los 8 que se atrevió a internarse en campo contrario y cuyo remate arrastrado se fue desviado por poco. El resto no fue mucho más, aunque en líneas generales no fue un buen período para los chilenos, ya que el equipo se vio algo errático e inconexo. Los locales tampoco brillaron y sus llegadas fueron bien controladas por la retaguardia loína. Todo cambió en los 45 finales, ya que Nacional abrió la cuenta a los 49 en una larga jugada que se inició con un saque de portería de Rodríguez y que terminó, en el otro arco, con un pivoteo de Morena y un zurdazo de Morales. Un gol extraño, pero que sirvió para remover a los chilenos que hasta ese minuto estaban sólo enfocados en defender el cero..También influyó en el cambio de switch la modificación que hizo Cantatore al sacar a Oscar Muñóz e ingresar a Héctor Puebla. El "Ligua" le dio otro aire al equipo, ya que aportó movilidad,.desborde y vértigo. Incluso fue el mismo Puebla el que abrió el camino del triunfo, a los 62 minutos de juego. Fue una gran jugada, ya que el talentoso lateral volante tomó la pelota en medio terreno y de forma sorpresiva sacó un ajustado remate que se coló en un rincón del arco de Rodríguez. El tanto de Cobreloa fue un golpe duro para Nacional y la escuadra chilena aprovechó el envión para seguir llegando con algún grado de peligro. Pero faltaban más sorpresas en la noche de Montevideo, ya que a los 86 minutos Merello habilitó con un preciso pase a Tabilo, quien desbordó por la derecha y centro hacia el otro costado, donde el balón llegó a los pies de Olivera, el que amagó de zurda y disparó de derecha -al primer palo- venciendo la resistencia de Rodríguez. En esos instantes las caras de los uruguayos lo decían todo, no lo podían creer, un equipo chileno desconocido se estaba llevando, en forma impensada, el botín completo desde la cancha del Centenario. Los últimos minutos fueron eternos para los hinchas naranjas, ya que Nacional se volcó sobre el arco de Wirth, que se transformó en figura consular en esos angustiosos momentos. Y de no ser por él, otra habría sido la historia, ya que a los 85 minutos tuvo una intervención brillante para taparle un feroz cabezazo a Wilmar Cabrera. Esa pelota era el tanto del empate para los locales, pero la providencia y los reflejos del arquero naranja hicieron que esa historia maldita esta vez no se repitiera. Tras el pitazo final los jugadores loínos se fundieron en un emocionado abrazo y no era para menos, habían conquistado el inexpugnable Centenario. Que pase el siguiente. Cinco días después Cobreloa se vio las caras con Peñarol, rival tanto o más complicado que Nacional. La estrategia del cuadro nortino pasaba por aguantar como fuera los primeros 15 minutos, para después motivar la desesperación de los aurinegros. Pero para eso también hubo que aguantar hartas penurias como el cabezazo de Rubén Paz a los siete minutos, que salvó milagrosamente Wirth. Dos minutos más tarde Juan Páez alcanzo a desviar un centro cruzado del mismo Paz, que casi fue autogol; y en los 15 lo tuvo Saralegui en inmejorable posición. Las opciones perdidas de Peñarol fueron creando confianza en el equipo chileno, así Soto y Páez potenciaban sus coberturas; en el medio, Alarcón y Jimenez ganaban todas las pelotas; Merello comenzó a manejar los ritmos; y Puebla era el comodín de todos.. Esto permitió bajarle las velocidades a Peñarol y mantener el cero hasta el fin del primer tiempo. Tras el descanso Peñarol lo tuvo en un tiro cruzado de Paz que salvó prodigiosamente una pierna de Hugo Tabilo. Después de eso Cobreloa se hizo aún más fuerte en defensa y los uruguayos nunca más llegaron con peligro, es más abusaron de los centros, lo que fue bien controlado por la dupla de centrales. Y cuando el partido ya expiraba y Cobreloa se conformaba con el empate vino la jugada del partido, esa que permitió la hazaña. En un rápido y vistoso contragolpe de Cobreloa, el defensa uruguayo Marcenaro derribó a Puebla, en un punto equidistante entre el área local y el centro del campo. Olivera tomó la pelota y se dispuso a preparar su tiro, había por lo menos 40 metros hasta la portería de Alvez, que infructuosamente pedía a su defensa que armara una barrera. El "Trapo" miró al arquero que se inclinaba sutilmente hacia su izquierda, y cuando sonó el silbato, le pegó con toda el alma al balón, el que se fue abriendo hacia la derecha del portero, al tiempo que daba algunos botes en el césped. Alvez se tiró tarde y su manotazo no sirvió de nada, ya que la pelota entró mordiendo el palo, desatando el júbilo de los cerca de 60 hinchas nortinos. Instantes después se acabó el partido, la hazaña estaba completa, aquel desconocido y humilde equipo chileno había logrado lo imposible, ganar en el Centenario a los dos grandes del fútbol uruguayo. Ir a la Tercera Parte. Hasta el día de hoy Cobreloa es el único equipo chileno que ha jugado, en forma consecutiva, dos finales de América; y también el único que ha ganado, también en serie y a domicilio, a los dos grandes de Uruguay (Peñarol y Nacional). Son dos de las muchas marcas que dejó ese inolvidable elenco naranja de principios de los 80, el que bajo la conducción táctica de Vicente Cantatore, ilusionó no sólo a la hinchada loína, sino también a todo Chile.
Después de ganar su primer título, a fines de 1980 el sorprendente equipo de Calama se preparó con todo para afrontar el mayor desafío en la historia del club, el debut internacional en Copa Libertadores de América. Para ello se conservó la base del plantel campeón y sólo se incorporaron la dupla de uruguayos compuesta por ala izquierdo Washington Olivera y el centro delantero Jorge Luis Siviero (quien llegó a reemplazar a Nelson Pedetti). Copa Libertadores 1981, debut en grande La programación de la Copa Libertadores 81, en su fase inicial, no asomaba tan imposible, ya que había que jugar con la U y también con los peruanos Sporting Cristal y Atlético Torino. Uno bien conocido y que no pasaba por un buen momento, y otros dos en el papel accesibles. La apuesta de Cantatore pasaba por aprovechar la altura de Calama y no transar la localía, para después batallar por algunos puntos en los duelos de visita. El primer partido se disputó el 16 de marzo, en el Estadio Nacional, ante la U. de Chile adiestrada por Manuel Rodríguez. Los naranjas salieron con todo, desde el primer minuto, desacomodando a sus rivales, que se vieron superados por amplios pasajes del primer tiempo. Los de Calama coparon toda la cancha con oficio y disciplina encerrando al chuncho en su propia madriguera. Sobresalió, en ese lapso, el trío Armando Alarcón, Victor Merello y Rubén Gómez, quienes literalmente se comieron al mediocampo azul. Lamentablemente, para las pretensiones de Cobreloa el dominio no se reflejó en ocasiones claras y tanto Oscar Muñóz como Jorge Siviero chocaron contra la defensa de la U, bien resguardada por Alberto Quintano. Quizá la única opción clara fue un cabezazo de Puebla, que tapó magistralmente Hugo Carballo. . En el segundo tiempo, la U subió bastante su nivel, pero sin provocar mucho riesgo en la valla defendida por Oscar Wirth. Y por el lado de la visita, no hubo mucho más, sólo una ocasión de Olivera que neutralizó la defensa local, Al final, el empate en blanco dejó tranquilos y conformes a ambos equipos. La siguiente prueba fue la visita a Lima para enfrentar al campeón y subcampeón peruanos, La idea de Cantatore era hacer todo lo posible por rescatar puntos. En el primer partido con Torino (24 de marzo) se comenzó ganando (gol de Nuñez, a los 13 minutos), pero el equipo enfrió demasiado el partido en su afán de mantener el resultado, lo que al final terminó siendo contraproducente. De hecho, aparecieron errores defensivos inusuales en la zaga naranja que posibilitaron que, los 53, Guerrero marcara la paridad, la que se mantuvo hasta el final. Terminado el duelo había conformidad en los loínos por el punto obtenido, pero también cierta frustración, ya que el partido se pudo haber ganado. Con Sporting Cristal el panorama cambió radicalmente (27 de marzo), ya que el campeón incaico, con todo el apoyo de su gente, fue en busca del partido, por lo que Cobreloa debió extremar sus esfuerzos defensivos. En esos momentos apareció otro Cobreloa, uno más especulador y pragmático, que apostó por bloquear y congelar el juego del equipo local. Destacó, en ese sentido, la labor de Eduardo Jimenez, como la de los laterales (Hugo Tabilo y Raúl Gómez), pero fundamentalmente la faena sin errores de la dupla de centrales (Juan Páez y Mario Soto). El objetivo se cumplió a cabalidad, ahora había que matar en Calama. Los partidos de vuelta se vivieron como una verdadero carnaval en Calama, toda la ciudad se volcó al estadio para apoyar a sus 11 gladiadores, creando un ambiente insoportable para los elencos visitantes (dificultad de la altura, ruido de las sirenas y mucho calor).. El triunfo bisagra. Todo comenzó con el match de vuelta con la U, que viajó a Calama a jugarse entera su opción. De hecho, los azules tomaron más riesgos de lo normal apretando el medio terreno con Esteban Aranguiz y Orlando Mondaca y generando algunas opciones en los pies de sus delanteros Héctor Hoffens, Sandrino Castec y Arturo Salah. Por su parte, los mineros, que se vieron sorprendidos inicialmente, poco a poco fueron equilibrando el juego, apostando por la calidad de Víctor Merello y el oportunismo de sus atacantes (Siviero y Olivera). Con el partido en tablas durante el primer tiempo, fue en al segunda fracción que Cobreloa intensificó su presión, ya que percibieron signos de fatiga en el rival. Y así se quebró el empate, en la única gran jugada de gol de los locales. Fue a los 39 minutos, Merello lanzó un pase largo hacia la derecha para Muñoz, quien hábilmente superó en velocidad a Patricio Reyes, llegó hasta linea de fondo, y luego centró hacia atrás, para la aparición magistral de Siviero, quien fusiló a Carballo. La primera prueba estaba superada. Dos goleadas históricas. Lo que vino a continuación conforma una de las páginas más destacadas en la rica historia de Cobreloa. El 10 y el 14 de abril de 1981, los naranjas recibieron en su estadio la vista de los dos cuadros peruanos, registrándose, en ambos encuentros, dos idénticas goleadas por 6x1, algo inédito y espectacular que fue disfrutado, al máximo, en cada rincón de Calama. El parido con Torino fue una verdadera clase magistral, que pudo -incluso- ser una goleada de proporciones históricas si hubiesen entrado muchos casi goles naranjas. La fiesta comenzó a los ocho minutos, cuando Merello sirvió un tiro libre hacia el área chica del Torino, el que fue empalmado por Rubén Gómez, con una zurda cruzada que batió al meta Carrizalez.. Y a los 23, tras gran jugada colectiva del cuadro minero se produjo un foul, en el borde del área visitante, el que fue cobrado por Merello, quien con su maestría habitual, fusiló al arquero. Con el 2x0 terminaron los primeros 45 minutos, aunque los loínos pudieron haberse ido al descanso con por lo menos otros cuatro goles de ventaja. De vuelta de camarines, ya a los 53 siguieron los abrazos naranjas. Olivera se mandó una gran corrida por la izquierda y envió un centro pasado, la pelota llegó a los pies de Nuñez, que remató cruzado para el 3x0. Pero la masacre continuó, ya que a los 65 se produjo una falla en la zaga del Torino, lo que permitió que Siviero conectara un tiro emboquillado que no alcanzó a manotear Carrizalez. Y un minuto después, se generó un rápido contraataque de Cobreloa por la izquierda y el "Trapo" Olivera se despachó un zapatazo cruzado fulminante que decretó el quinto gol naranja. Tras el 5x0 Cobreloa bajó la intensidad por algunos minutos, lo que hizo que, por primera vez, Torino se arrimara a la portería de Wirth. De hecho, se generó un avance por la derecha y el atacante Montero anotó el descuento, tras recibir en el área chica. Pero faltaba la estocada final que llegó a los 81 cuando Rubén Gómez remató un centro llovido desde la izquierda que venció la resistencia del meta Carrizalez. El triunfo dejó enfervorizado a todo los loínos que aplaudían la solidez y efectividad de Cobreloa, De esa manera, los mineros daban un paso gigante para la clasificación a la segunda fase. Y ello se corroboró cuatro días después con la otra gran victoria, ahora frente a Sporting Cristal. La expectativa era que, al igual que en Perú, el campeón incaico sería un hueso más duro de roer que el Torino. Y eso fue lo que se vio en el el primer tiempo. Ahora, la tarea de Cobreloa se vio favorecida notablemente por la tonta expulsión de Julio César Uribe, la máxima estrella de los visitantes, tras un violento manotazo a Hugo Tabilo. Pero lo cierto es que pese a contar con un hombre más el campeón chileno no encontró los espacios para doblegar a la cerrada defensa crema. Sólo fue el talento individual de Víctor Merello el que logró destrabar el partido.a los 40 minutos de juego. El gol fue una verdadera obra de arte y llegó en un tiro libre, casi sin ángulo, desde la izquierda del ataque, que se coló en un rincón imposible del arco defendido por el arquero Quiroga. Y pocos minutos después, cuando el duelo estaba en los descuentos, una vistosa jugada colectiva de los mineros terminó en los pies de Siviero, que convirtió el segundo en la boca del arco. Ya en el segundo tiempo, la ventaja abrió el apetito de los loínos, que tempranamente facturaron el 3x0. Fue en el minuto 52, una pared ente Tabilo y Siviero, que terminó el primero con un puntazo que dejó sin opción a Quiroga. Y el cuarto llegó a los 57, gran desborde de Muñóz por la derecha y Raúl Gómez sólo tuvo que empujarla.. A esa altura la moral del equipo peruano estaba ya por el suelo, a lo que se sumaba el efecto de la altura..Por eso no extrañó que a los 83 Muñoz se mandara una gran acción individual eludiendo a tres rivales y rematando de zurda para el 5x0. Ahí ya el partido se acabó, ya que Cobreloa comenzó a a sobrarse un poco, con jugadas vistosas. Y en eso Jimenez se desconcentró y cedió el balón hacia el portero Wirth, sin darse cuenta que estaba al acecho el delantero Ramírez, quien recibió el regalo y anotó el descuento. Pero igual que con Torino, al final vendría la "guinda de la torta", ya que Siviero marcó, con una suave zurda, el 6x,1, tras recibir un centro en plena área chica. Se cerraba así otra jornada inolvidable en Calama, y el equipo ya soñaba con la siguiente fase, donde se vería las caras con los dos gigantes uruguayos. Ir a la segunda parte. . A comienzos de 1979 había impaciencia y frustración en el pueblo colocolino, ya que pasaban años y campeonatos y eran otros los equipos que terminaban levantando la copa. A esa altura, parecía lejana esa tarde noche de diciembre de 1972 cuando los albos empataron con Huachipato en Collao y se alzaron con el título 11 de la historia. Desde esa fecha había pasado harta agua por el río: la espectacular campaña del 73; la fallida inauguración del estadio propio, en 1975; el alejamiento como presidente de Héctor Gálvez; la intervención por parte de la Asociación Central de Fútbol (remoción de toda la directiva); la polémica llegada del grupo llamado "los financistas"; y finalmente, el arribo de Luis Eduardo Simián a la testera del cacique, quien, de manera inteligente hizo un llamado a la unidad y fortalecimiento del club.
En lo futbolístico habían sido largos seis años de amarguras (segundos, en 1973; terceros, en 1974; sextos, en 1975; cuarto lugar, en 1976 y 1977; y sexto puesto en 1978). Influyó en ello, por ejemplo, la aparición de la mejor Unión Española de todos los tiempos, que se llevó tres títulos; pero además, el surgimiento de "campeones sorpresa" como Huachipato, Everton y Palestino que venían trabajando en forma seria, con más presupuesto económico y, por ende, con mayor riqueza en sus planteles. La directiva alba consciente de que ya no había margen (era mucho tiempo sin títulos) lanzó el desafío de "campeonar a como diera lugar". Para eso se mantuvo gran parte de la plantilla del 78, donde destacaba la presencia goleadora de Carlos Caszely (quien había llegado a mediados del año anterior, después de varios años en España). Y además, se contrató como técnico a Pedro Morales, de grandes campañas en Huachipato y Everton. Debido a la estrechez económica de la institución hubo contadas contrataciones, las que fueron literalmente escogidas con pinza. Fueron cuatro en total: Leonel Herrera, quien regresó al club después de un paso por la Unión; el arquero Oscar Wirth; el brasileño Severino Vasconcellos, quien acompañaría en labores de ataque a Caszely; y el delantero Luis Miranda. Un equipo equilibrado para una campaña brillante El comienzo del torneo no pudo ser más espectacular, ya que en las dos primeras fechas el equipo goleó 7x2 a Santiago Wanderers y 6x0 a Santiago Morning, resultados que pusieron el ánimo en las nubes no solo entre los jugadores, sino también en la hinchada. De ahí hasta la quinta jornada todo fue alegría y victorias. "Va a ser difícil que nos ganen" comentaban, a esa altura, algunos jugadores albos. La racha ganadora se cortó en la sexta fecha con el vibrante empate a cero con la UC, donde la portentosa actuación del arquero cruzado Enrique Enoch impidió el triunfo. Tras el duelo con la UC vino quizá el único bajón de la temporada, que coincidió con la lesión de Caszely. Derrota con Green Cross, empate sin goles con Lota, triunfo sobre Aviación y nueva caída, ahora con Everton. En ese minuto el equipo se fortaleció, pero más que eso, se convenció de que podía, gracias a un trabajado equilibrio entre individualidades y orden táctico. Las licencias defensivas de los primeros partidos fueron desapareciendo y se armó una retaguardia solida, que contaba con la solvencia de Adofo Nef, la recuperación de Mario Galindo, la marca / fortaleza de la dupla Atilio Herrera y Leonel Herrera y la eficiencia de Daniel Díaz. Pero el equipo también encontró su medio terreno donde sobresalía el despliegue y contención de Eddio Inostroza, la ductilidad y criterio de juego de Carlos Rivas, y el talento creativo de Vasconcellos. El carioca se transformó en pieza clave, ya que el movía y abastecía a toda la línea de ataque, donde destacaban Héctor "Mané" Ponce, Carlos Caszely y Leonardo Véliz. Entre la fecha 10 y la 34, Colo Colo perdió apenas un partido (1x2 ante Deportes Concepción), lo que habla de la excelente regularidad que logró alcanzar el equipo. Hubo partidos ejemplares como el 3x2 al difícil O´higgins, el 5x0 a Ñublense, el gran empate a 3 con la UC, la goleada 4x0 a la Unión, y el partido bisagra (2x0 a la Universidad de Chile), donde los albos - a estadio lleno- se probaron media corona. La emoción y el festejo llegó la tarde del 16 de diciembre (penúltima fecha), frente a Palestino, cuando el ya veterano Leonardo Véliz, marcó el único tanto del partido, que a la postre significó la obtención del tan ansiado título 12. Ese día los colocolinos festejaron como nunca, después de tantos sinsabores y penas. Había razones de sobra para ello, ya que el cacique totalizó 55 putos, 10 más que Cobreloa,, el segundo en la tabla. Con esa brillante campaña la sequía rápidamente pasó a ser sólo un mal recuerdo. HDF/jma A comienzos de 2002 y con varios clubes en crisis económica (incluyendo Colo Colo y la U de Chile) la decisión ya estaba tomada, la ANFP estaba empecinada en retomar el experimento de 1997 cuando se dividió el torneo nacional en dos campeonatos (apertura y clausura), lo que significaría la instauración de los torneos cortos. Esta vez, a diferencia del 97, el cambio iría un poco más allá, ya que se implementaría el sistema mexicano, que consideraba una fase de grupos y luego una modalidad “playoffs” para dirimir al nuevo campeón del fútbol chileno.
Sin duda, se trataba de un mega cambio en el fútbol chileno, que llevaba largos años –a excepción del citado 1997- jugando torneos largos de 30 o más fechas. Los defensores del nuevo modelo argumentaban que esta forma de campeonato aumentaría la posibilidad de que los equipos más chicos (con planteles más cortos) pudiesen tener más opciones de salir campeones. Las cosas no partieron bien ese año, especialmente para los albos, puesto que el 23 de enero el 22º Juzgado Civil de Santiago decretó la quiebra del club por una deuda de más de 30 millones de dólares. La debacle en las arcas del cacique afectó inevitablemente en lo deportivo. Partieron del Monumental figuras como Héctor Tapia, José Luis Sierra, Claudio Arbiza, Sebastián Rozental, Claudio Villaseca y Francisco Rojas. Veinticuatro días después, el 16 de febrero se daba el puntapié inicial al torneo de apertura, en el Estadio Municipal de Calama. Ese día el Cobreloa perdió sorpresivamente en el debut, por 3 a 1, ante Palestino. Los 16 equipos de primera A jugarían una primera fase de 15 fechas, divididos en cuatro grupos de cuatro clubes. Desde el comienzo de la etapa regular se notó, claramente, cuales serían los equipos que dominarían el torneo. Es que a diferencia de los campeonatos largos, ahora los que rápidamente se ponían a punto o los que entraban en racha tendrían más opciones de llegar más alto. En ese sentido, los tres grandes comenzaron bien, aunque también lo hicieron Palestino y Rangers. Entre los duelos atractivos de la fase de grupos hay que mencionar la reñida victoria de los árabes ante Deportes Concepción, por 4 a 3, en la segunda fecha, en una guerra de goles en La Cisterna. O la aplastante goleada de la UC, ante Cobresal, por 7 a 0, en la décima jornada. Aunque también dio que hablar el triunfo de Colo Colo sobre la U, en la fecha 13. Fue un humillante 3 por 0, que se celebró con el alma, ya que los albos no le ganaban a su clásico rival desde 1998. En ese clásico el héroe fue un muchacho de La Legua llamado Francisco Huaquipán, quien marcó dos golazos de antología. Tras las 15 fechas, en el tope de rendimiento figuraban Colo Colo y la UC (con 30 y 29 puntos respectivamente). Después aparecía el sorprendente Palestino, con 26 unidades; la Universidad de Chile y Santiago Wanderers, con 26 unidades cada uno; y Rangers de Talca, con 24 puntos. Por su parte, los peores fueron Cobresal, Deportes Concepción y Unión Española que no superaron las 14 unidades. Comienza la emoción Clasificaron a la siguiente etapa (sextos de final) los tres primeros de cada grupo, tras lo cual se sortearon seis parejas que jugarían en partidos de ida y vuelta. La UC y Palestino no tuvieron grandes problemas para eliminar respectivamente a Huachipato y Coquimbo Unido, mientras que Cobreloa debió esforzarse al máximo para vencer a Santiago Wanderers en dramática definición a penales en Valparaíso (fue el primer partido que se dirimió en tandas desde los 12 pasos, algo que después sería muy común). La tarea le tocó más fácil a Colo Colo que despachó a Santiago Morning en un marcador global (ida y vuelta) de 10 goles a 2. Pero, sin lugar a dudas, donde la emoción estuvo en carne viva fue en los duelos entre U. de Chile/Unión San Felipe y Rangers/Deportes Temuco, ya que ambos partidos se definieron con el recordado “Gol de Oro”, otro registro, hasta esa minuto, inédito en la historia del fútbol chileno. Ya en cuartos de final, Rangers sufrió en demasía para eliminar a Palestino, ya que tras sendos empates logró pasar gracias un gol de visita. Por su parte, Colo Colo se deshizo fácilmente de Cobreloa, mientras que las universidades no la tuvieron fácil frente a Temuco y Wanderers, consecutivamente. Lo interesante estaría guardado para las semifinales, ya que en la primera llave se enfrentaron la UC y la U en dos partidos a muerte, sobre todo en el primero, en el que terminaron empatadas a tres tantos, luego de una épica remontada cruzada que iba perdiendo por 3 a 1 bien entrado el segundo tiempo. La UC finalmente se quedaría con el paso a la final, la tarde noche de 23 de junio, gracias a dos estocadas del paraguayo Jorge Campos, que apagó el sueño azul. En la otra llave se enfrentaban Rangers de Talca y Colo Colo que aparecía como el amplio favorito. Pero pese a todos los pronósticos el cuadro “piducano” sacó ticket para la final con un gran partido como local (triunfo 2 por 1) y un trabajado empate en el Estadio Monumental, que dejó con las manos vacías al gigante albo. La UC, Primer campeón de los torneos cortos El 26 de junio de 2002 más de 15 mil personas repletaban el antiguo Fiscal de Talca, ese noche una multitud de hinchas locales estaban deseosos de vivir una jornada histórica para sus colores. La idea ganar en casa, para luego ir a pelear con todo a San Carlos Apoquindo, tal como lo habían hecho días antes con Colo Colo. El cuadro de Oscar del Solar había sido uno de los más sólidos del torneo, con un equipo equilibrado donde sobresalían Nicolás Peric, en el arco; Marcos González, en la zaga; Matías Guerrero, en la creación; y la dupla Rubén Vallejos/Luis Díaz, en el frente de ataque. Pero al frente estaba la temible UC de Juvenal Olmos, una escuadra que combinaba una dosis perfecta de experiencia y juventud, con figuras como Miguel Ramírez, Cristián Alvarez, Milovan Mirosevic, Pablo Lenci, Arturo Norambuena y Jorge Campos. El equipo estudiantil había sido junto a Colo Colo uno de los más regulares de la primera fase y no había sudado mucho para llegar a la gran final. El partido, quizá a causa de la copiosa lluvia que cayó esa noche en Talca, no fue de gran factura, es más estuvo marcado por lo trabado del juego y las impresiciones. Pero en esa lucha fueron los cruzados los que se vieron mejor y en un contragolpe, a los 57 minutos, Daniel Pérez tiro un remate cruzado que venció la resistencia de Peric. Los locales sintieron el duro golpe y tardaron un rato en darse cuenta que ahora lo importante era no perder. Y la solución vino desde la banca, ya que el argentino Miguel Risso, que ingresó a los 63 del segundo lapso, puso el agónico empate cuando se disputaba el primer minuto de descuento, lo que encendió la ilusión de los forofos locales. En el duelo de vuelta (30 de junio) San Carlos de Apoquindo era una verdadera caldera hirviendo, más de 20 mil fanáticos cruzados alzaban sus banderas en lo que se pronosticaba como una jornada histórica, ya que de ganar sería la primera vez que la UC se titularía campeón en su estadio cordillerano. Desde el pitazo inicial los locales se fueron encima de su presa, a veces con más ganas que fútbol, en una presión asfixiante que luego de más de 40 minutos de juego parecía no dar frutos. Es mas los talquinos habían aguantado el chaparrón inicial y ya se habían aparecido tibiamente por el arco de Walker. En eso estaba el partido cuando a los 45 minutos vino una desinteligencia en la zaga de Rangers y Arturo Norambuena aprovecho el regalo para abrir la cuenta, ante el delirio de los hinchas católicos. Ya en el segundo tiempo y cuando los espectadores recién se estaban reacomodando en sus asientos, vino un terrible desborde por la izquierda de Jorge Campos, que centró hacia el corazón del área para que Norambuena la tocara a un costado de Peric. Era el 2 a 0 y ya Rangers estaba herido de muerte. Lo que vino después fue un monólogo, la UC jugando a sus anchas y el cuadro visitante sólo esperando que el reloj avanzara para que se terminara la pesadilla. Y vendrían todavía más goles, Daniel Pérez, con una ajustada zurda, a los 17; y Milovan Mirosevic, a los 27, con un cabezazo en la boca del arco. Así la UC logró una inolvidable octava estrella, por primera vez en su nuevo estadio y regalándole la gloria a toda su hinchada. Sería el corolario perfecto para ese torneo de apertura 2002, que quizá por la novedad y las emociones nuevas dejó un buen recuerdo en la afición. (JM) l La confianza sobraba en el hincha nacional, a principios de julio de 1991, sobre todo porque un mes antes Colo Colo había levantado la Copa Libertadores de América, en un hecho inédito en el fútbol chileno. De hecho, muchos hablaban de que la Roja debía enfrentar la Copa América con la base de Colo Colo y algunos más, como Zamorano y Basay. Entretanto, el equipo comandado por Arturo Salah se había preparado con la meta de luchar con todo para dejar el título en casa. El desafío no era menor, ya que todas las escuadras llegaban con su mejor gente, principalmente Argentina, que venía con una renovada selección, ya sin la presencia de su máximo ídolo, Diego Armando Maradona. El once de Chile comenzaba con Patricio Toledo, quien se había adueñado del arco, tras el forzoso abandono de Roberto Rojas. Después, en defensa, aparecía una línea de cuatro bien colocolina, con Gabriel Mendoza, Lizardo Garrido, Eduardo Vílchez y Eduardo Gómez. En el medio figuraban Nelson Parraguéz, Jaime Pizarro, Rubén Espinoza y Jorge Contreras; y arriba, el ataque lo comandaban Iván Zamorano y su socio, Hugo Rubio. A ellos se sumaba Patricio Yáñez, quien era pedido a gritos por la hinchada. El debut de la Roja fue el 6 de julio, ante Venezuela, partido que si bien se ganó, sembró varias dudas, en cuanto a la estructura del equipo y la línea de juego. Los primeros minutos fueron muy auspiciosos para la Roja, lo que encendió a las más de 45 mil almas que llegaron a Ñuñoa. Eduardo Vílchez, a los 22, e Iván Zamorano, a los 35 sellaron tempranamente el duelo. Lo que vino después dejó a todos con sabor agridulce, ya que el equipo bajó mucho su nivel de juego y pecó de excesiva falta de efectividad (la única fórmula de ataque, repetida hasta el cansancio, fue buscar el cabezazo de Zamorano). Las pifias al final del duelo mostraron el descontento de muchos. Dos días después, el sorteo de las sedes llevó a Chile a Concepción, para enfrenar a la fuerte selección peruana. Más de 30 mil personas llegaron hasta el viejo estadio de Collao, donde, en medio de la lluvia y el barro, la Roja mejoró bastante su juego y también su potencia goleadora. Recién, a los 16 minutos de partido Hugo Rubio, aprovecho una duda en la zaga incaica, para marcar el primer gol chileno, que desahogó a jugadores e hinchas. Ya en la segunda etapa, en el minuto 51, Zamorano cayó en el área y el arbitro marcó el punto penal. Todo lo transformó en gol Jorge Contreras, con un fuerte lanzamiento alto, estableciendo el dos por cero. A los 59 Flavio Maestri puso el descuento para Perú y un minuto después, la banca chilena dispuso el ingreso de Patricio Yáñez, quien entró y fue ovacionado por todo el estadio. El pato le dio más vértigo al equipo, que rápidamente alcanzó el tres a uno, gracias a un potente cabezazo de Zamorano. El estadio ardía de emoción por lo goles, pero también por el gran juego de los rojos. Pero Perú vendería cara su derrota, ya que 10 minutos más tarde Del Solar volvía a descontar, sembrando la angustia en el estadio. Sin embargo, todo se disiparía tres minutos después, gran jugada de Yáñez por la derecha, centro y cabezazo de Zamorano para desatar el carnaval en Concepción. El tercer partido se disputó el 10 de julio en un Estadio Nacional hasta las banderas. El rival Argentina, por lo que el apoyo en las gradas esta vez fue total y absoluto. En la cancha se notó que el encuentro era clave para ambos, ninguno de los dos equipos cedió un centímetro y la táctica predominó mucho sobre el juego, lo que transformó el espectáculo en un una pugna casi de ajedrez, apretada, sin brillo y llena de faltas. Increíblemente, Yáñez no entró desde el primer minuto, pese al clamor popular que pedía su ingreso. Salah sólo lo puso en el minuto 57, cuando ya las cartas estaban tiradas. Así las cosas, las dos escuadras caminaron hacia un escenario donde el más mínimo error se pagaría caro. Y lamentablemente, la falla la cometió la defensa chilena, Cuento corto, minuto 81, gol de Batistuta, final de la historia y nuevamente las pifias asomaron en Ñuñoa. El último match de la primera fase (14 de julio) Chile necesitaba ganar a Paraguay para clasificarse, por lo que debía ajustar todas sus piezas y mejorar el juego. Por suerte, el apoyo masivo del hincha que nuevamente llenó el Nacional ayudó a que los jugadores dieran el 100 por ciento por la camiseta. Se notó, desde el primer minuto una actitud distinta, sedienta de triunfo. Ya, a los 12 Rubio abrió el marcador, tras rematar de zurda, después de una combinación con Zamorano. Y tres minutos después, Pizarro se mandó un espectacular desborde por la izquierda, centró y apareció Zamorano para anotar el segundo. Menos de 15 minutos de juego y ya Chile comenzaba a abrochar el triunfo, que nunca estuvo en peligro. La faena la cerraron Estay, con gran volea de zurda, a los 63, y Vera, a los 68, luego de gran acción personal. Cuatro por cero final y alegría en todo Chile, la Roja seguía en carrera. Choque con la realidad Ya en segunda fase de la copa Chile debió medirse con la Colombia de Valderrama y compañía (17 de julio). Un duelo difícil, con escuadras muy parejas. Pero todavía estaba en la retina del hincha, la goleada a Paraguay, por lo que se esperaban buenas cosas. Sin embargo, la realidad dijo lo contrario y la Roja revivió los fantasmas del principio de torneo. Fue un partido para el olvido, ya que la selección nunca se sintió cómoda en la cancha, siendo superada, principalmente en el medio terreno, por los talentosos jugadores cafeteros. Más encima, a los 30 minutos del primer tiempo Zamorano malogró un penal, lo que derrumbó al equipo por un largo pasaje. De hecho, a los 37 Colombia abrió la cuenta gracias a un gran tanto de Iguarán. El segundo tiempo no cambió mucho, un Chile nervioso y desdibujado que sólo atinaba a defenderse de las embestidas colombianas. Sólo un aventura personal de Zamorano que terminó en gol, a los 74, cambió algo el panorama. Las dudas estaban instaladas nuevamente. Dos días más tarde apareció otra vez en el horizonte la selección argentina, en un duelo muy recordado, no sólo por la copiosa lluvia que cayó sobe el Nacional, sino por la gran demostración de garra y corazón que puso, sobe el campo, el cuadro chileno. Consciente de que sólo el triunfo le abría opciones al titulo la Roja presionó con todo en busca de la victoria, ahogando a la escuadra albiceleste. Pudo Chile abrir la cuenta pero Goycochea impidió varias veces el grito de gol. Ya al final del primer tiempo, la expulsión de Patricio Yáñez complicó mas las cosas, ya que el equipo tuvo que redoblar esfuerzos para romper la paridad. Y casi lo logra, ya que luego de empujar a su zona, por varios minutos, al subcampeón del mundo tuvo la ocasión para cambiar el destino de partido. Fue un balonazo de Lizardo Garrido que obligó a una fenomenal contorsión al arquero trasandino. Como tantas veces no alcanzó. La aventura de la Copa América de 1991 terminó el 21 de julio con una derrota frente a Brasil, que eliminó cualquier posibilidad de aspirar al título. Las fallas defensivas y la impericia frente al arco pasaron otra vez la cuenta. Chile terminó el torneo en tercer lugar, pero con una sensación amarga en jugadores e hinchas. /JotaEme A fines de 1957, cuando Audax Italiano logró el título, tras ganar 4 por 3, en gran parido con Colo Colo, la sensación en todo el medio futbolero nacional fue de justicia y conformidad. No había nada que objetarle al equipo de calle Lira, tenía todos los merecimientos y atributos para quedarse con la corona. De hecho lo venía buscando con fuerza desde hacia ya siete años.
Después de lograr la tercera estrella, en 1948, en una campaña de gran regularidad y donde brillaron figuras como el arquero Daniel Chirinos, Carlos Varela y el goleador Juan Zárate; los itálicos lograron un tercer puesto al año siguiente, para caer a un quinto lugar en 1950. En ese momento se hizo evidente la necesidad del recambio y la apuesta por la transformación fue total: Llegó nuevo entrenador, el húngaro Ladislao Pakozdi y se reclutó una camada de jugadores jóvenes. muchos de ellos traídos desde provincia, optándose por no contratar futbolistas extranjeros. Se habló de la "chilenización de Audax", fórmula que le dio al equipo un sorprendente promedio de edad de 21 años. Sólo permanecieron tres figuras experimentadas (Daniel Chirinos, Adelmo Yori y Ramiro Cortés). Todos los demás eran jóvenes promesas (Bello, Olivo, Carrasco, Vera, Espinoza y Tello, entre otros). Y los resultados llegaron muy rápido, ya que al final del torneo de 1951 Audax llegó empatado con Unión Española, en 36 unidades, lo que obligó a partido extra de definición. Pero la mayor experiencia de los rojos hizo la diferencia, ganaron los hispanos por un gol a cero. Al año siguiente se hizo otra gran campaña (tercer lugar), pero se cruzó el mejor Everton de la historia. Y en 1953 (segundo puesto) se apareció el Colo Colo brillante de los hermanos Robledo, que se tituló cuando faltaban tres fechas para el término. Finalmente, en 1954, se obtuvo otro tercer lugar en una lucha cuerpo a cuerpo con la UC y Colo Colo, en la que vencieron los cruzados, de la mano de Montuori y Bum. Con tanto intento y fracaso pareció que el desánimo y la desilusión se apoderaban del equipo. Los dos siguientes campeonatos mostraron algo de eso, ya que los verdes rondaron la mitad de la tabla (octavos y séptimos consecutivamente). Para el medio era frustrante, porque siempre fue una escuadra muy bien dotada técnicamente, de gran poder físico y que prometió protagonismo en la mayoría de los torneos. La promesa se hace realidad El comienzo del torneo 57 no pudo ser el mejor para Audax, estuvo casi toda la primera rueda invicto. perdiendo sólo en la última fecha con Magallanes, por tres a cuatro. Fueron nueve victorias y cuatro empates, con los que totalizó 21 puntos,. rendimiento casi perfecto que lo dejó como el candidato más serio al título del año. Pero el inicio inmediato de la segunda rueda pilló al equipo en un bajón importante y perdió tres partidos más al hilo con Green Cross, U. de Chile y Rangers. El plantel sintió la merma, ya la diferencia de hasta cinco puntos que se había logrado con los demás no existía. Compartía ahora la punta con la U y muy cerca estaban Colo Colo y San Luis. Así estaban las cosas, a comienzos de septiembre, cuando el torneo tuvo que detenerse, obligadamente, con motivo de las eliminatorias para el Mundial Suecia 1958, intermedio que se extendió por casi dos meses. Afortunadamente, el receso fue lo mejor que pudo pasarle a los itálicos, ya que les permitió bloquear la mala racha y rearmarse, con tiempo, para la parte final del campeonato. Tras la reanudación, el equipo recobró regularidad y en los últimos diez partidos consiguió los puntos necesarios para abrochar el título. Ganó seis duelos, empató uno y perdió tres (ante Palestino, UC y Magallanes). Con esto le alcanzó para llegar a 34 puntos y así ya sacarle tres inalcanzables unidades a la U. en la penúltima fecha. La guinda fue el épico triunfo, sobre Colo Colo, en el Estadio Nacional, la noche del 28 de diciembre, coronando así la última estrella itálica. . La defensa, el puntal del éxito La base del equipo estuvo en el `poder de su defensa comandada, desde atrás, por el veterano Daniel Chirinos, prenda de garantía y seguridad para todos sus compañeros. Delante de él, se ubicaba una línea de cinco con Adelmo Yori, Guillermo Miranda, Vicente Astorga, Luis Vera y Sergio Escobar; que soportó el peso del torneo, respondiendo con una eficiencia que, a veces, se volvió casi invulnerable. Este sistema tipo "cerco defensivo" fue una de la tácticas comunes que usó Audax cuando la situación lo ameritaba. De hecho, el cuadro "Tano" se lució más cuando fue dominado por el rival, ya que en esos instantes afloraba la calidad individual/colectiva y la sincronización de su bloque posterior, que se transformaba en un sistema compacto de marca implacable y bloqueo magistral. Además, siempre obligaban al rival a realizar un pase de más u a rematar de distancia, ya que era imposible profundizar en el ataque. Otro rasgo distintivo del sistema audino y que los convirtió en pioneros, en innovación táctica, fue su efectiva presión sin pelota que molestaba en exceso al contrincante y lo obligaba al error (lo que se lograba, en gran medida, por el excelente rendimiento físico de los jugadores). Y cuando se adueñaban del balón, los defensas se incorporaban activamente en acciones ofensivas creando nutridas opciones para los delanteros. Quizá la mayor debilidad que presentaban los itálicos era cuando les anotaban primero y debían ir en busca del empate, ahí toda la estructura defensiva perdía un poco de solvencia y tendían a desordenarse. El ataque, por su parte, si bien no tuvo la velocidad y vértigo que mostró durante los años anteriores (principalmente entre 1951 y 1954) se sustentó más en la habilidad de contragolpe y la capacidad de concreción del quinteto ofensivo conformado por Oscar Carrasco, Juan Martínez, Sergio Espinoza, Carlos Tello y Raúl Aguila; que logró un promedio de dos goles por partido. En suma, todo un gran equipo, que coronó una década gloriosa de triunfos, alegrías y logros que quedaron marcados, a sangre y fuego, en la historia de Audax Italiano. /HDF |