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Colección de Historias

Paraguay y Chile definen la Copa América 79

10/5/2016

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Estadio de Velez Sarfield, Buenos Aires (Argentina), 11 de diciembre de 1979, está por empezar el tercer y definitorio partido de la final de la Copa América, entre la Roja y Paraguay. A esa hora millones de chilenos se preparan para seguir el duelo por televisión, esperanzados de que por fin Chile pueda levantar la copa de campeón. Ya va a sonar el pito del árbitro brasileño César Coelho, pero antes es necesario entender como se ha llegado hasta acá. 

Desde principios de 1979 la selección chilena había comenzado una profunda etapa de renovación, de la mano del nuevo presidente de la Asociación Central de Fútbol, Abel Alonso, y también desde la banca, donde había llegado Luis Santibáñez, precedido por sus éxitos en Unión San Felipe, Unión Española y O´higgins. La idea era revitalizar el equipo e iniciar un proceso que tenía dos objetivos: en el corto plazo, la Copa América; y en el largo,  las eliminatorias para el Mundial España 1982.

Luego de seis irregulares partidos amistosos con selecciones sudamericanas y europeas (en los que se obtuvo cuatro derrotas, un empate y sólo una victoria), la Roja dio inicio a su participación en la Copa América, que desde 1975 se venía jugando en partidos de eliminación directa. El comienzo, a principios de agosto, no fue muy esperanzador, ya que se empató a uno con Venezuela, en San Cristóbal; y se perdió -por la cuenta mínima- con Colombia, en Bogotá. La sensación no era buena, incluso en la vuelta a Santiago el técnico fue duramente criticado por la prensa y el medio, que exigía resultados y mejor nivel de juego. Santibáñez pedía tiempo y paciencia, y en la interna, hacia todo lo posible por ajustar las piezas de su andamiaje. En todo caso, el  D.T. sabia que en Santiago, a estadio lleno, la cosa sería distinta. Y así fue, porque en los partidos de revancha la selección encontró un sólido equilibrio y recuperó un goleador excepcional como Carlos Caszely. Se aplastó a los venezolanos siete por cero, para luego vencer a los cafeteros por dos goles de diferencia. Santibáñez recuperó algo de confianza y aunque tardó un poco, encontró el equipo titular con Osbén; Galindo, Valenzuela, Figueroa y Escobar; Dubó, Rivas y Rojas: Yáñez, Caszely, Véliz. 

En semifinales, Chile venció a Perú, en Lima, por dos tantos a uno y vengó la humillante eliminación del Mundial 78. Ese día, 17 de octubre, Carlos Caszely se mandó una actuación soberbia y anotó ambas dianas, volviendo locos a los del Rímac. La serie se cerró en la revancha de Santiago, con un empate a cero, que nos instaló en la final soñada, pese a la expulsión de Elías Figueroa. Esta vez, todo parecía darse, ya que el sistema de eliminación directa había dejado fuera a todos los gigantes sudamericanos (Argentina, Brasil y Uruguay), emparejándonos con Paraguay, rival difícil, pero no inalcanzable, más cuando el fixture determinaba que todo se definiría en nuestra casa. 

Finales de dientes apretados

En la primera de las finales, jugada en Asunción, los paraguayos mostraron toda su clase y oficio "copero", estimulados por 40 mil personas que apoyaron fervientemente a la "Albiroja". El problema es que los locales se pusieron muy luego en ventaja, por dos a cero, con goles de Morel y Romero, ante grandes vacilaciones defensivas de la zaga chilena. Y eso que el partido estaba siendo más o menos equilibrado. Las fallas de funcionamiento se pagaban caro, aunque, aún así, Rojas y Fabianni tuvieron el empate, y casi al término del primer tiempo Caszely pudo haber anotado el descuento, cuando ya íbamos dos goles abajo. En el segundo lapso, Chile trató, pero volvió a fallar en el finiquito y luego sufrió otro gol en contra del talentoso "Romerito". Final amargo, pero la revancha estaba a la vuelta de la esquina.

Una semana después, el 5 de diciembre, Chile fue al todo o nada en la cancha del nacional, que lucía conmovedora, llena de banderas rojas, antorchas, fuegos artificiales y aliento ensordecedor. Este apoyo llegó hasta lo más profundo de los jugadores, que sintieron, como nunca, la necesidad de entregarse por entero a su hinchada. En los primeros minutos la Roja se instaló con fiereza en el arco paraguayo, dominando absolutamente todas las incidencias de juego, tanto que a los 10 minutos la presión insostenible se tradujo en gol. Fabianni le puso un pase profundo a Manuel Rojas, quien llegó hasta la línea de fondo y mandó un centro, Fabianni pareció que conectaba, pero le hicieron falta y resbaló, aunque alcanzó a puntearle el balón a Bonvallet, que arremetió desde atrás y le pegó el bombazo al arco. El "Gato" Fernández se estiró con toda su larga humanidad hacia su derecha y manoteó la pelota, que le quedó a Carlos Rivas, quien la mandó al fondo del arco guaraní, ante el júbilo y la explosión de 70 mil personas.
Después vendrían las expulsiones de Bonvallet y Morel, que perjudicarían más a Chile por la gravitación que el "Bonva" tenía en el medio campo chileno, aunque la selección tuvo tres claras ocasiones para marcar el segundo. Y en la segunda fracción se vivió un juego contra los nervios, ya que Paraguay se fue encima, en busca del empate, y Chile cedió peligrosamente el terreno. Afortunadamente, Osbén y la dupla Figueroa-Valenzuela estuvieron impecables para defender la ventaja hasta el minuto 90.  Ya estaba escrito, se iba a un tercer partido decisivo.

Volvamos al partido clave, el juez ya dio por iniciado el pleito, que se juega ante casi 10 mil personas en las tribunas. Chille comienza con gran movilidad y Fabianni remata desde lejos a las manos del portero Fernández. Pero luego Paraguay comienza rápidamente a inclinarse sobre el arco de la Roja, que se refugia en campo propio. Son por lo menos cinco claras oportunidades de gol para los guaraníes: un derechazo que Rojas saca de la raya, un tiro bajo que contiene Osbén, un remate que se le va elevado a Romero; un bombazo de Amado Pérez que sale, por poco, junto al palo izquierdo del "Gato" Osbén; y la más clara, un cabezazo terrible de Milciades Morel, que pega providencialmente en el travesaño y luego baja para tocar la raya de sentencia, ante la mirada atónita de Osbén, que luego bloquea el rebote de la pelota, ante la insistencia del delantero paraguayo. Son momentos de mucha angustia para los jugadores y todos los chilenos que, de Arica a Magallanes, miran de reojo el televisor luchando contra la tensión. Sin embargo, casi al final del primer tiempo, parece que se produce el milagro, Manuel Rojas hace un largo cambio de frente, en dirección a Mario Galindo, un defensor paraguayo sale a cortar el remate, pero resbala, dejando al lateral chileno frente al arco y con pelota dominada. Galindo remata cruzado, ante la salida desesperada de Fernández, pero la pelota se va mordiendo el palo derecho. Era el gol chileno, pero el destino quería otra cosa.  
En la segunda etapa Chile mejora bastante su nivel de juego y llega con mucho peligro al arco rival. Caszely casi anota, luego de un rebote en el área chica que Torales saca de la raya; una impresionante corrida de 50 metros de Leonardo Véliz termina con un centro al corazón del área paraguaya, que un defensor albirojo desvía con la mano, pero que el juez no cobra; y después otro casi gol, en un cabezazo infernal de Patricio Yáñez que Fernández saca casi milagrosamente. Los guaraníes sólo llegan con un tiro libre que produjo un rebote en el área chilena y que terminó en un remate bajo de Romero que contuvo Osbén.  Así se van al tiempo complementario. 
En los 30 minutos adicionales se nota el cansancio en ambos bandos, ya que las opciones escasean, las más claras son un remate de zurda de Caszely contra el palo derecho paraguayo, y un tiro de Romero que pega por el lado de la malla del arco de Osbén. Se va el tiempo y la ilusión se extingue con el pitazo final de Coelho, que motiva la celebración emocionada de los guaraníes, que han ganado la Copa América por diferencia de goles. Chile se va con la frente en alto, pero sin la copa, que tendrá que seguir esperando para ser nuestra. /HDF



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