En el camino al Mundial de Sudáfrica de 2010, la selección chilena debía visitar Asunción, para enfrentar al siempre difícil equipo paraguayo, que, además, lideraba las clasificatorias con 24 puntos. El partido de ese 6 de junio de 2009 era vital para las pretensiones nacionales, ya que Chile estaba tercero y con un resultado positivo podría lograr su objetivo de mantener ese lugar en la tabla. Las expectativas eran buenas, ya que el equipo de Marcelo Bielsa jugaba bien, mostrando un sistema que ya estaba funcionando, basado en la alta posesión de balón, y la búsqueda del partido, desde el primer minuto. Ya en la cancha, Chile mostró, desde el inicio, su propuesta ofensiva y de riesgo, un audaz esquema que descolocó a los guaraníes, que se vieron imprecisos y desesperados en su afán por robarles la pelota a los chilenos, que la rotaban con calidad en el medio. Y en la primera llegada de la Roja, a los 13 minutos, Matías Fernández, clavó el primero con un zapatazo largo, tras una pared con Alexis Sánchez, que entró por la esquina derecha del arco defendido por Justo Villar. Con la ventaja en el marcador la selección no cedió en la dinámica, pero algo se replegó, en una actitud natural por defender el resultado, ante la arremetida de los albirojos, que se fueron con todo en busca del empate. El resto del primer tiempo y el inicio del segundo probaron la capacidad defensiva de la escuadra nacional. Bravo y Medel salvaron providencialmente el arco chileno en esos minutos de fuerte asedio paraguayo. Sin embargo, todo cambiaría a los 52 minutos cuando un desconcentración del local permitió que Jean Bonsejeur se descolgara por la izquierda, para tirar un centro alto y pasado que alcanzó a conectar, de cabeza, Humberto "Chupete" Suazo. El gol fue mucho castigo para la selección paraguaya que aunque siguió buscando algún descuento no creó más ocasiones de real peligro. Fue el segundo triunfo por eliminatorias en la capital paraguaya, después de ese histórico partido de 1981, en el que convirtió Patricio Yáñez, Esta vez el Pato, estaba como comentarista y cuando bajó a la cancha para entrevistar a los jugadores, tras el término del partido, un sonriente Claudio Bravo le dijo "¿Estás contento?, ya no vamos a recordar más el famoso Paaaaaatricio Yaaaaañez", en referencia al inmortal relato de Patricio Carcuro. /HDF. En 1997 la ANFP se decidió probar, en forma piloto, un cambio de forma en el torneo nacional, la idea era pasar del torneo largo de 30 fechas y dos ruedas, a dos campeonatos independientes (apertura y clausura) de 15 fechas cada uno. El principal argumento era que la nueva modalidad sería más atractiva para el público, más competitiva para los equipos y menos desgastadora para los planteles y jugadores, ya que entre ambos torneos habría un período de descanso. Además, el propósito era evaluar como resultaba este cambio, porque el objetivo era implementarlo con todo desde el año 2000 en adelante.
En ese contexto, a fines de mayo de 1997 y completadas las 15 fechas reglamentarias del Torneo de Apertura, Colo Colo y Universidad Católica llegaban empatados en casi todo (puntos, partidos ganados, empatados y perdidos). La UC tenía una mínima ventaja, ya que tenía mejor diferencia de gol, pero el reglamento del torneo obligaba, en caso de empate de puntos, a una definición en partidos de ida y vuelta. Lo curioso es que por la realización de la Copa América, la ANFP fijó ambos duelos decisivos para un mes después del término oficial del campeonato, por lo que no habría campeón del fútbol chileno hasta esa fecha, algo inédito en la historia del fútbol chileno. Tas el receso por Copa América volvió la acción a las canchas y chilenas y con ello la esperada definición del campeón de apertura. En el partido de ida en un Monumental con cerca de 35 mil personas en las tribunas Colo Colo salió decidido a doblegar la defensa cruzada, ya que el empate no le servía, el problema es que el ataque albo carecíó de claridad, a excepción de algunas subidas de Francisco "Murci" Rojas por la banda izquierda, de hecho, no hubo ocasiones claras para poder desnivelar el marcador, ya que Basay y Zambrano fueron siempre ben anticipados por Dante Poli y Javier Margas. En la segunda etapa, la confusión del cacique se volvió más patente, lo que aprovechó la UC por encimarse un poco más al arco de Marcelo Ramírez, incluso los cruzados pudieron haber liquidado el pleito, pero un vertical impidió el festejo católico. Y cuando el partido se iba irremediablemente con un amargo cero a cero para Colo Colo, vino el batacazo. Minuto 87, de un lateral Sierra recoge la pelota y lanza un ajustado centro que pilla a Basay con ventaja sobre Poli, el "Hueso" conecta de cabeza y bate a Nelson Tapia. El gol caló hondo en el equipo de la franja, ya que sus jugadores sentían que merecían mejor suerte. Colo Colo quedaba con la primera opción, pero todavía quedaban 90 minutos. La vuelta, que se jugó la noche del 10 de julio de 1997, encontró a una Universidad Católica dispuesta a jugarse la vida en cada jugada, lo que a la postre pudo haber marcado la diferencia. Apenas sonó el pitazo inicial la UC se volcó sobre la valla de Ramírez, tanto que encontró temprano premio a su actitud, ya que a los 2 minutos el Beto Acosta superó el salto de Reyes y batió al meta albo. Se aclaraba el panorama para los católicos y Colo Colo recibía un duro mazazo de entradita y, más encima, ahora tenía la obligación de desnivelar el marcador. Luego de un rato, se notó la impotencia de Colo Colo, que no sabía cómo resolver el puzzle; Sierra, Espina y Barticciotto no se encontraban en la cancha y el cacique casi no hacía daño al rival. De esa forma, no extraño a nadie lo que sucedió en el minuto 23, centro de Caté, la pelota rebota en Reyes y le queda mansita a Bizconti, que fusila al "Rambo". Más tarde, el arquero del cuadro popular ofuscado por los dos goles en su valla, cometió una falta evitable contra Alberto Acosta y se fue expulsado dejando a su equipo en inferioridad numérica. El partido ya era un trámite cuando Ricardo Lunari liquidó todo en el minuto 81. Victoria clara de la UC y festejo total en Ñuñoa, caía una nueva estrella para la Universidad Católica, después de largos 10 años. /HDF Es el 18 de diciembre de 1994 y el campamento de El Salvador está inundado de hinchas azules que han llegado desde todo Chile, no es para menos esa tarde el cuadro universitario puede terminar con 25 años de sequía en títulos y así acortar en algo la distancia con el archirrival Colo Colo.
La U. de Chile necesitaba sólo un punto para llevarse la copa, eso lo sabían los jugadores, que entraron a la cancha con presión, pero además con el convencimiento de que el objetivo estaba al alcance de la mano. Sólo había que estar concentrados y demostrar lo que habían hecho durante todo el año. El partido en líneas generales no fue bueno, Cobresal evidenció porque estaba penúltimo en la tabla y la U no mostró su habitual juego, quizá porque la ansiedad fue un obstáculo difícil de controlar, Eso se notó en los 45 minutos iniciales, donde ambos elencos no se hicieron daño. Todo cambió en el minuto 55 cuando un córner servido por Orlando Ozzán pilló mal parado al meta Sergio Vargas, lo que permitió que el ex UC Adolfo Ovalle aplicara un terrible frentazo que infló las redes de la U. Gran parte de las 18 mil almas que llegaron al Estadio El Cobre quedaron paralizadas, el sueño se escapaba de las manos. Pero, tras breves minutos el aliento de la Bullanguera retomó fuerzas, como intentando inyectarles pasión y ganas a sus 11 gladiadores que batallaban en la cancha contra el rival de turno, pero también contra una historia esquiva que les había negado la alegría y el éxtasis por mucho tiempo. Y el apoyo del jugador número 12 surte el efecto esperado, ya que a los 78 minutos de juego Marcelo Jara lanza un pelotazo al corazón del área, Marcelo Salas gana la posición, pero Rivera lo desequilibra. Salvador Imperatore no duda un segundo e indica el punto penal. Restan 12 minutos para que termine el partido y el designado, Patricio Mardones, se pone frente al balón. No vuela una mosca en el estadio, muchos hinchas prefieren no mirar, ya que hay demasiado en juego. En una fracción de segundo, se resume la historia de 25 años de frustraciones y casi casi. Es demasiada la tensión y Mardones lo sabe, así que sin dudar corre hacia el balón y fusila al portero Jhony Pérez, con un derechazo a su izquierda. Cae la estrella 9 en el firmamento azul, los hinchas invaden la cancha, se funden en un abrazo extremo con los jugadores y terminan llevándose pedazos de pasto, mallas, graderías y todo lo que sirva para recordar por siempre ese inolvidable día. Al final un justo premio a un equipo notable, que basó su poderío en un excelente funcionamiento colectivo, trabajado primero por Salah y luego por el técnico campeón Jorge Socías, lo que se complementó con individualidades destacadas como el caso de Marcelo Salas, Esteban Valencia, Juan Carlos Ibáñez, Luis Musri, Patricio Mardones, Ronald Fuentes y Sergio Vargas./HDF Uno de los clásicos entre la U y la UC más recordados por su trascendencia y emotividad fue el que se jugó a principios de 1962, en un atiborrado Estadio Nacional. Era el último de tres partidos consecutivos entre ambas escuadras (el primero, por la última fecha del torneo, había sido empate a cero y en la primera definición habían igualado a uno).
En el segundo encuentro y definitorio Carlos Campos puso arriba a los chunchos a los tres minutos de juego, pero un minuto después empató Alberto Fouilloux. Campos volvería a poner en ventaja a su equipo a los 16, ante la expectación de todo el estadio que observaba como los jugadores brindaban un espectáculo mayúsculo en el campo de juego. Recién iniciado el segundo tiempo y con las emociones al tope, Ibáñez volvería a empatar animando a las huestes cruzadas, que saltaban de delirio en los tablones de Ñuñoa. De ahí en adelante se sucedieron ocasiones para las dos universidades, que no se daban tregua en su esfuerzo por conseguir el ansiado título. Hasta que llega el último minuto del duelo y el árbitro Luis Ventre cobra penal para la UC. El estadio se paraliza y no vuela una mosca cuando agarra la pelota Fouilloux y se pone frente al arquero azul. Son segundos eternos para ambos bandos. “Tito” Fouilloux toma carrera y le pega un zapatazo con toda el alma, que produce una escalofriante confusión en los más de 60 mil fanáticos, ya que la pelota rebota en algo y vuelve a la cancha. Los de la U ruegan que sea el palo y los de la UC no quieren mirar. Finalmente el referí con la ayuda del guarda línea validan el tanto, ya que el fuerte disparo de atacante católico había entrado pegando en el fierro que sostenía la red. Fin de la historia y título para la UC. /HDF Copa América de 1987 en Argentina, Chile enfrenta a Brasil en el Estadio Chateau Carreras de Córdoba, en su segunda presentación, luego de batir a Venezuela por 3 goles a 1 en el mismo recinto. Hay una tranquilidad nerviosa, ya que la estadía en tierras trasandinas no ha estado exenta de dificultades, fundamentalmente por los escasos partidos internacionales de preparación, las ausencias importantes como la de Jorge Aravena y, más que nada, por el conflicto suscitado en torno a los premios. Aún así los jugadores se ven concentrados y sólo desean hacer lo mejor posible frente a los tricampeones mundiales. Chile comienza bien el partido, pero con el correr de los minutos comienza a sufrir con la dupla Careca-Muller que crea constante peligro en el arco de Roberto Rojas, los que son alimentados por un ágil mediocampo compuesto por Rai, Douglas y Edu. Es más, el portero chileno realiza por lo menos tres portentosas intervenciones para evitar el gol carioca. La Roja se refugia, con máxima concentración y orden táctico. Hasta que viene el momento bisagra del partido, minuto 41 y Edu se equivoca en la salida y Basay se va en velocidad al área brasileña, pero es derribado por el mismo Edu, poco antes del área grande. La falta la sirve magistralmente Jorge Contreras y su tiro alto es aprovechado en el segundo palo por Basay, que conecta con un cabezazo potente para derrotar al portero Carlos. Chile se ponía 1 a 0 ante la sorpresa de todos. Ya en la segunda etapa Brasil entra con todo, pero se encuentra con la muralla defensiva chilena comandada por el gran Roberto Rojas. Y sólo minutos después, Geraldao se tropieza justo cuando le llegaba un pase hacia atrás y permite que Juan Carlos Letelier se vaya solo en demanda del arco, quien con un suave globito vence por segunda vez el arco brasileño. La sorpresa ya no es casualidad en Córdoba y los brasileños se ven desencajados y molestos, lo que se agranda aún más cuando a los 56 minutos Nelsinho se va expulsado por una fea falta contra Letelier. De ahí en adelante comenzó el toque chileno, ya que el equipo se soltó y empezó a castigar a un rival que ya había desaparecido del campo de juego. A los 68 Basay puso el tercero de palomita, tras corner del Coke Contreras, y a los 75 vendría la guinda de la torta con un verdadero golazo, después de una magistral pared entre Fernando Astengo y Letelier, que termina este último con el arco a su disposición. Chile 4 Brasil 0, decía el marcador electrónico del estadio, un triunfo histórico de esa roja sorprendente que sólo sería frenada por Uruguay en la final de Buenos Aires. /HDF Dos semanas después del golpe de estado que derrocó al gobierno del Presidente Salvador Allende y, en el primer vuelo autorizado hacia el extranjero, partía hacia Argentina la mayor parte de los integrantes de la selección chilena de fútbol. Se iniciaba así un periplo que tenía como destino final el partido de ida con la Unión Soviética, por el repechaje del Mundial Alemania 1974, a jugarse el 26 de septiembre. La delegación, encabezada por Pedro Fornazzari, enfiló inmediatamente hacia Ciudad de México, donde ganó un juego amistoso con la selección local. Luego se trasladó a Suiza, para jugar el 23 de septiembre con el Xamax y de ahí el plantel viajó hacia Moscú. Ya en el aeropuerto de la capital soviética, todo se volvió difícil y confuso, ya que no dejaban entrar a Elías Figueroa y Carlos Caszely, porque aparecían diferentes en la foto del pasaporte, además faltaba el documento del periodista de la ACF (Asociación Central de Fútbol) Luis Alberto Gasc. Para resumir, se armó una discusión de aquellas entre los funcionarios y los dirigentes que encabezaban la delegación, quienes amenazaron con reclamos a la FIFA si no autorizaban la entrada de los jugadores y el periodista. Sólo después de eso la selección pudo dejar el aeropuerto y enfrentarse con la gélida mañana de Moscú.
Siempre, mientras la selección estuvo en tierras soviéticas, la vigilancia fue rigurosa y obsesiva, incluso días antes del partido, cuando el plantel fue a ver al Ballet y visitó la Plaza Roja. Eran una visita incómoda para el régimen, de eso no había duda. El día del partido, los llevaron con gran resguardo al estadio y los metieron en un túnel, donde el equipo hizo el calentamiento previo, tras lo cual salieron a la cancha. En ese momento la impresión fue grande para los jugadores chilenos, que se encontraron un imponente y repleto estadio, con 80 mil almas pifiándolos desenfadadamente. El equipo nacional sintió el ambiente adverso e instintivamente se fue hacia atrás. De hecho, gran parte del encuentro se jugó en campo chileno, lo que motivó una actuación gigantesca de Elías Figueroa y Alberto Quintano, quienes fueron una verdadera muralla infranqueable para los atacantes soviéticos, que chocaban una y otra vez contra la zaga roja. Pero en el último minuto de partido, paradójicamente pudo haber cambiado la historia, ya que en un bien armado contragolpe Carlos Caszely se fue en demanda del arco pasando a cuanto ruso se le puso en el camino, para luego rematar a portería. Lamentablemente, el tiro dio en el palo y se fue fuera. Quizá hubiese sido mucho premio para Chile, por el trámite del partido. Al final del cotejo, que finalizó sin goles, los jugadores chilenos fueron testigos de una ensordecedora pifia, con que el público despidió al combinado local. De esa forma, la selección rescataba un punto importante, en un lugar en extremo difícil, de cara al partido de vuelta que se jugaría en el Estadio Nacional. Lo que paso en el otro encuentro, dada la no presentación de los soviéticos, cae en el terreno de lo anecdótico e inverosímil, que amerita otra historia. /HDF Fecha 11 de las eliminatorias para el Mundial de Francia 1998, Chile vencía a Venezuela, por 6 goles a cero, con una brillante actuación de Iván Zamorano quien ese día anotó cinco goles, todo un record del "Bam Bam", que hizo delirar a las más de 40 mil personas que llegaron hasta el Estadio Monumental. Y la marca de Iván pudo haber llegado a seis, de no haber perdido un penal en el minuto 58. Eran los mejores pasajes de la Roja, que se encontraba en el juego y, además, aprovechaba el buen momento de la ya famosa dupla Zamorano-Salas. /HDF Ese sábado 25 de noviembre la tarde estaba muy agradable, ideal para disfrutar del buen fútbol. El calor de fin de año ya comenzaba a sentirse en Santiago, aunque no para molestar a los cerca de 35 mil hinchas que llegaron a Ñuñoa. Donde sí había calor y también mucha tensión era en las esferas gubernamentales del régimen pinochetista, en cuyo interior se realizaban extenuantes esfuerzos diplomáticos por evitar la inminente guerra con Argentina, a causa de una disputa por tres lejanas islas ubicadas en Canal del Beagle. Y mientras esto ocurría en el ámbito político, el campeonato chileno vivía su última jornada (fecha 18 de la segunda rueda) donde destacaba el partido entre Palestino y Colo Colo, donde los árabes se jugaban su segunda estrella.
Palestino llegaba como puntero absoluto del fútbol chileno con 51 puntos y una gran campaña donde sólo habían perdido 4 partidos. El equipo de Caupolicán Peña basaba su poderío en el equilibrio de sus líneas. Atras destacaban la solvencia del “Loco” Araya, Elías Figueroa y Edgardo Fuentes; en el medio sobraba talento con Sergio Messen y Manuel Rojas; y adelante, brillaba con luces propias Oscar Fabbiani, quien llevaba 35 goles convertidos (le faltó uno para igualar el record de Luis Hernán Álvarez). La escuadra árabe era escoltada a sólo dos puntos, por el sorprendente Cobreloa, que recién se estrenaba en primera división. Por eso, la consigna era ganar u empatar frente a los albos y estar atentos de lo que sucedía en Talca, donde los loínos se enfrentaban a Rangers. Colo Colo, en tanto, llegaba en sexto puesto y ya pensando sólo en las vacaciones. 90 minutos para la segunda estrella Desde los primeros instantes Palestino manejó el partido a su gusto, ellos sabían que la única forma de combatir la ansiedad era repitiendo la calma y consistencia de otros lances. Y así fue, a pesar de que Colo Colo mostró algo más en el segundo cuarto de hora, en los pies de "Chamaco" Valdés, Crisosto y Caszely, aunque con poca profundidad. Todo se mantuvo sin grandes variaciones hasta el minuto 27 cuando Atilio Herrera le cometió foul a Pedro Pinto fuera del área grande. Tomó la pelota Manuel Rojas, quien ubicó el balón a casi 35 metros del arco. Parecía un tiro imposible, pero el 10 tricolor se tenía fe, se notó por la gran distancia que tomó antes de patear la falta. Segundos después….estalló la marquesina, ya que el impecable zapatazo de Rojitas se fue a colar en el rincón derecho de la valla defendida por Adolfo Nef. La bulliciosa barra tricolor explotó en éxtasis, no lo podían creer y tímidamente comenzaron a salir los lienzos “Palestino Campeón 1978”. La euforia del primer gol se volvió carnaval en el minuto 41, cuando tras otro tiro libre servido ahora por Lazbal, casi desde la bandera del córner, Elías Figueroa aprovechó el centro con comba y se metió como un celaje en el área chica, para conectar un cabezazo hacia abajo y marcar el segundo tanto. El 2 a 0 ponía justicia, por la diferencia mostrada entre ambos elencos. En el segundo tiempo vendría lo mejor, Colo Colo se atrevió más y comenzó a hacer trabajar a Manuel Araya, tanto que por momentos despertó a la adormecida galería. Sobre todo, cuando llegó una de las joyitas del partido, el monumental gol olímpico de Juan Carlos Orellana, quien con una comba perfecta y sin intervención de ningún jugador depositó la pelota en las redes del puntero. A partir de ahí vinieron minutos de gran emoción, de hecho, pudo haber llegado el empate, tras una polémica jugada en la que Fuentes le comete falta a Ormeño. Y tras cartón llega un fulminante contragolpe de Palestino, Pinto cede hacia la derecha para Rojas quien con pierna cambiada llega casi a línea de fondo y centra al medio. Defensores y atacantes corren contra la pelota y la mala fortuna toca a Marcelo Pacheco, quien involuntariamente empuja el balón hacia el fondo de las mallas. Todo está ya consumado, ha bajado la segunda estrella de Palestino, repitiendo la hazaña lograda en ese lejano 1955. La cancha se llena de hinchas, y el equipo se funde en un gran abrazo con su técnico. La tarea está cumplida, después de largas y extenuantes 36 fechas la copa se mira y se toca. Las noticias en Talca informan de la derrota de Cobreloa, a manos del descendido Rangers, los de Calama tendrán muy luego la revancha. Pero esa es otra historia. /HDF Fue el 18 de mayo de 1994, ante un repleto Estadio Nacional. Jugaban la Argentina de Maradona con la Selección Chilena conducida por Mirko Jozic. La expectación era inmensa, por la posibilidad de romper el maleficio de 21 años sin ganarle a los trasandinos. El inicio no pudo ser peor, ya que a los nueve minutos de juego Chamót batió al meta Patricio Toledo sembrando la impotencia entre los más de 50 mil espectadores. Sin embargo, Chile lejos de amilanarse con el gol en contra fue mejorando cada vez más, con el correr de los minutos. Tanto así que a los 33 Rodrigo Barrera logró vencer la valla argentina desatando el delirio en las tribunas. La Roja siguió con el buen juego y la presión constante, lo que hizo retroceder a los albicelestes, tónica que continuó al inicio del segundo tiempo.
Argentina se veía maniatada y desdibujada, gracias a la marca del mediocampo chileno y al desdoblamiento posicional de los jugadores rojos. Pero, como tantas otras veces, una sola desconcentración bastó para que Ariel Balbo se desmarcara y batiera por segunda vez al arco chileno, en el minuto 69. A esas alturas, ya estaba en cancha Marcelo Salas, que había reemplazado recién a Fabián Guevara, era el debut del "Matador" con la camiseta de todos, en ese minuto una de las figuras promisorias del fútbol chileno. Y vaya que no defraudó, ya que a los 75 decretó el empate con un gol de su factura, esa misma que después deslumbraría por los pastos de Argentina e Italia. Todo parecía mejorar y hasta se sentía el olor a triunfo, sobre todo, después del largo carrerón de Barrera, que venció el achique de Islas y puso a Chile en ventaja. La euforia era total, pero también hay que decir que se hacía justicia, Chile había mostrado más en la cancha que Argentina. Lamentablemente, el fútbol no se gana con justicia, sino con goles y en el minuto 82 un cabezazo de Ruggeri y la reacción tardía de Toledo dejaron el marcador empatado a tres, el que a la postre sería el resultado final. Lo positivo de esa noche fue el gran debut del Matador, quien demostró que pintaba para crak. /HDF Copa Chile 1994, juegan la UC y Colo Colo en el Estadio Nacional, los que se mandan un partido inolvidable, de esos que quedan marcados en la retina del hincha. Los albos con un jugador menos y una alineación con varios suplentes llenan de fútbol y goles la cancha derrotando por 4 a 3 a los cruzados de Pellegrini, que contaban con un plantel lleno de figuras, entre los que se incluía a Toledo, Vázquez, Gorosito, Acosta y Tupper. Fue tan intenso el partido que, por ejemplo, los universitarios tuvieron 17 claras opciones de gol, contra 9 del cacique. Tras el match, en la UC cundía la desazón y el enojo, por haber sido eliminados por un Colo Colo B, siendo que la institución había gastado a esa fecha la friolera de 4 millones de dólares, todo con el objeto de ganarlo todo ese año. /HDF
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