La comúnmente denominada “Academia albiceleste” era, al comienzo del torneo profesional 1933, una sólida institución y probablemente, en esos incipientes años del fútbol chileno, el más importante de los clubes en el balompié criollo. El único que le hacía alguna sombra era Colo Colo, un rebelde hijo salido desde sus mismas entrañas. Por eso si había que hablar de algún serio candidato al titulo ese debía ser, sí o sí, Magallanes, un equipo técnico y muy bien trabajado en espacios reducidos (gracias a su pequeña cancha de entrenamientos en el barrio independencia). Además, entre sus jugadores reinaba la humildad y la confianza en los propios recursos, sobresaliendo el liderazgo positivo y natural del consagrado Arturo “carecacho” Torres y la habilidad/oportunismo de José “Chorero” Avendaño.. La firme candidatura quedó plasmada a sangre y fuego desde el inicio, ya que los de la carabela vencieron 3-0 a Santiago National, en el Estadio Militar. Ya en la segunda jornada los “aguerridos” dieron cuenta del “Colocolito” (equipo reserva de Colo Colo, cuya escuadra titular andaba de gira por Perú). Fue un claro 3 x1 con gran actuación del “Chorero” Avendaño. Los duelos entre albos y magallánicos eran ya todo un clásico en esos tiempos y muchas veces estos no estaban exentos de polémicas y violentas grescas entre los jugadores. A la semana siguiente el que cayó fue Morning Star y por goleada (5 x 1). Luego fue el turno de Badminton, que es derrotado por la cuenta mínima (el partido es anulado y resuelto finalmente por secretaría) y después Magallanes venció a Green Cross por 5 a 3. La senda de las victorias continuó, sin parar, con un 4 x 0 sobre Audax Italiano, hasta que se cortó sorpresivamente con la derrota ante Unión Española. Los hispanos vencieron, sin objeción, por 3 a 2 colocando la primera alarma en la campaña albiceleste. Al final del torneo Colo Colo, ya con su equipo titular en cancha, tuvo un rendimiento calcado al de Magallanes (sólo una derrota), lo que obligó a que ambos elencos tuvieran que jugar un partido de definición por el título. Este se lleva a cabo el 5 de noviembre en los Campos Sport de Ñuñoa, en el cual los “aguerridos” se impusieron merecidamente y sin contrapesos por 2 a 1. Así, casi sin despeinarse, Magallanes levantó su primera corona de fútbol profesional, un título ampliamente merecido y que marcaría el inicio de su hegemonía en esos primeros años del torneo chileno. La formación 1933 comenzaba con Ibacache, en la valla; Vargas, Córdova, Osorio y Carmona, en defensa; Ponce, Lama, Pacheco y Ogaz, en el medio terreno; y Avendaño y Torres, en ofensiva. El entrenador, curiosamente, era el mismo Arturo Torres, que combinaba los roles de capitán y técnico. Equipo bueno repite Ya en 1934 Magallanes era un equipo muy sólido y que se conocía casi de memoria, lo que permitió sacarle mucha ventaja al resto de los equipos. Además, pese a las tentaciones de los traspasos el club logró mantener a sus principales figuras, lo que mantuvo intacto su poderío futbolístico. El campeonato debía partir entre abril y mayo, pero recién comenzó el 30 de junio, por el rechazo de los cuadros grandes a jugar con equipos amateur. Tras el acuerdo, el debut llegó con abultada goleada de 8 x 0 sobre Deportivo Alemán (uno de los elencos “chicos” incorporados). La segunda fecha no fue antes de tres semanas, receso en que los albicelestes jugaron un histórico partido con Colo Colo, con los que no habían disputado duelo amistoso alguno, desde el nacimiento de los albos, en 1925 (fue victoria 3 x 0). El 22 de julio se reanudó el campeonato y Magallanes derrotó 5 x 0 a Green Cross. Luego venció 4 a 0 a Badminton y 2 x 0 a Unión Española. Tres triunfos que los hicieron ver como imparables ante el resto de los equipos. Pero en la quinta jornada el Audax les hizo gran partido a los “aguerridos”, en un 3 x 3 que deleitó a los asistentes. Magallanes iba ganando 3 a 0, pero los itálicos lograron empatarlo envalentonados por las expulsiones de Carmona y Torres. Ese fue el único punto que cedió en todo el torneo el campeón vigente, ya que desde ahí sólo vinieron triunfos (2 x 1 a Badminton, 4 a 3 a Santiago, 5 a 1 a Carlos Walker y 14 x 1 a Santiago National). Pero no paró ahí ya que una semana después vino la “guinda de la torta” con el triunfo 5 a 2 sobre Colo Colo, el rival más enconado. En la última fecha llegaría el triunfo final por un abultado 11 a 1, esta vez, ante Morning Star. La formación titular del campeón 1934 fue con Ibacache, Vargas, Córdoba Jorge, Córdova Julio, Torres Arturo; Ponce, Torres Guillermo, Carmona, Ogaz, Avendaño e Inostroza. El final del exitoso ciclo La disputa entre equipos grandes y chicos volvió a encenderse en 1935, pero esta vez el asunto se resolvió exitosamente con la creación de dos campeonatos (profesional y amateur) y ascenso/descenso directo. Esto revitalizo la competencia y fue un gancho para la notable mejoría en el público asistente a los estadios y en la recaudación (que llegó a la cifra récord de un millón de pesos). Semanas previas al inicio del torneo las cosas estaban mucho más parejas que los dos años anteriores. De hecho, Magallanes ya no era tan favorito para conseguir el título, ahora competían con iguales chances un bien reforzado Audax Italiano y un sólido Badminton. Los “aguerridos” ya experimentaban el desgaste del éxito y se podía vislumbrar una incipiente renovación en aquella imbatible escuadra triunfadora del 33-34. Ibacache dejó el arco y llegó Eugenio Soto, se incorporaron Fernando Farfán y Enrique Trejos; pero quizá la más importante cara nueva fue Carlos “Zorro” Vidal, que llegó “repatriado” desde su Lota querida. El campeonato partió para Magallanes el 19 de mayo, ante Unión Española, en el Estadio de Carabineros. Fue triunfo 3 x 1 con goles de Inostroza, Farfán y Vidal. Pese a la victoria, el nivel de juego no dejó contento a nadie, el equipo estaba claramente en rodaje y no era ni la sombra del campeón. En la fecha siguiente los albicelestes ganaron 5 a 2 a Santiago, con inolvidable actuación de Arturo Torres y ya se vio una notable mejoría en el rendimiento. Las goleadas siguieron con el 7 x 3 sobre Badminton (con ciclo goles de Ogaz) donde Magallanes ganó, gustó y goleó. Así llegó la cuarta fecha, donde los de la carabela debían batirse con Colo Colo. El clásico se jugó a estadio lleno y con lluvia, lo que favoreció a los albos que se llevaron la victoria 2 a 1. Fue un golpe bajo para los magallánicos, pero que no alcanzó para dejarlos en la lona. La primera rueda terminó para Magallanes con un 5 a 3 sobre Audax Italiano, tras lo cual el torneo entró en un largo receso de dos meses y medio. Luego del intermedio, que incluyó gira a Perú y varios amistosos locales, la “academia” reanudó el torneo el 15 de septiembre frente a Unión Española. Fue triunfo 5 x 0 con brillantes actuaciones de Ogaz y Avendaño. Dos semanas después llegó otro duelo con Colo Colo, ocasión en que el cacique volvió a vencer, esta vez por 3 a 1. Las sombras reaparecieron en el horizonte, pero el rival a vencer era Audax Italiano que venía haciendo gran segunda rueda. Tras la caída, se disiparon las dudas con dos nuevas victorias (4 a 0 a Santiago y 3 a 2 a Badminton), pero la incertidumbre se instaló de nuevo con una amarga derrota frente a los itálicos, el rival con el que peleaba el título. Ya finalizado el torneo ambas escuadras estaban empatadas a 14 puntos, tras lo cual sobrevino la polémica. La comisión de reclamos acogió un alegato de Santiago y le descontó un punto al Audax, lo que convirtió a Magallanes en campeón por tercer año consecutivo. Fue una larga y angustiosa espera, ya que recién el 16 de diciembre se supo el desenlace. Concluía así la época dorada de Magallanes y un tricampeonato que fue una marca imbatible por más de 50 años. Tres años de cátedra futbolística que incluía técnica depurada, identidad de estilo y figuras descollantes como Torres, Vargas y Avendaño. Un equipo que jugaba de memoria, que dibujaba en la cancha y que se imponía -con clase- a sus adversarios en lo que fue una verdadera “aristocracia futbolera”. HDF/MisterPipa En la galería de imágenes se incluyen fotos de partidos con Colo Colo, Audax Italiano y Unión Española. 27 de enero de 1971, un Estadio Nacional lleno hasta las banderas (más de 71 mil personas) recibe a Unión Española y Colo Colo que disputarán la tan esperada final del año, luego de que ambos elencos terminaran empatados en la liguilla por el título. La expectación es grande porque por un lado los hispanos han hecho todo el gasto siendo, sin dudas, el mejor equipo de la temporada (ganaron el torneo metropolitano luego el Nacional y finalmente finalizaron primeros en la liguilla). Y por otra parte, Colo Colo aspira a romper una sequía larga de siete años sin estrellas, aunque con un rendimiento con altibajos y dudas, de hecho clasificó a la liguilla con grandes esfuerzos.
En los rojos de Santa Laura un peligroso dejo de cansancio, frustración y desánimo parece invadir el camarín, ya que el equipo iba con tranco seguro hacia el título, pero esa derrota con Everton, en la última fecha tiró todo por la borda obligándolos a jugar un partido de definición con los albos. En cambio en el cacique todo es buen ánimo y alegría, ya que hasta hace pocos días atrás el campeonato ya se daba por perdido. La farra de la Unión en la última jornada y el importante triunfo sobre Green Cross han revivido la esperanza y es seguro que en este último duelo irán, con nuevos bríos, en busca del triunfo. Eso sí la polémica no ha faltado en la interna más que nada por la intromisión del "Chita" Cruz en el armado del equipo, que ha dejado al DT Francisco Hormazábal literalmente "mirando para el techo". Esa "rebelión del camarín" tendría, si duda, efectos decisivos en el desenlace final. Colo Colo sale a la cancha con su mejor 11 (el once del "Chita"), esto es con Manuel Araya, en el pórtico; Aldo Valentini, Leonel Herrera, Rafael González y Gerardo Castañeda, en el bloque posterior; Sergio Ramírez y Humberto Cruz, en el medio; Juan Carlos Gangas, Víctor Zelada, Elson Beiruth y Leonel Sánchez, en labores de ataque. La única modificación importante es que Leonel le ha ganado el puesto a Carlos Caszely, quien ha sido marginado de la final por razones de indisciplina. En el lado contrario Unión Española salta al campo con su formación estelar, compuesta por Juan Olivares, en la valla; Remigio Avendaño, Juan Rodríguez, Raúl Angulo y Antonio Arias, en defensa; Carlos Pacheco y Pedro García, en medio terreno; y Rogelio Farías, Eladio Zárate, Francisco Valdés y Leonardo Véliz, en ofensiva. Primer tiempo; estudio y equilibrio La pelota ya rueda en el pasto del Nacional, en la gran final del año. Los primeros minutos de partido son de nervio e imprecisión, ya que hay mucho en juego. Pero es Union la que parece imponerse en el manejo de la pelota, a través del talento de "Chamaco" Valdés, quien es secundado por Rogelio Farías. A los albos les cuesta agarrar el ritmo, a pesar de los esfuerzos de Cruz y Sánchez por recuperar el balón y construir juego. Los rojos meten miedo con sendas incursiones de Zárate, pero Herrera y Gonzalez responden bien controlando las escaramuzas. Así estaba el duelo hasta que en la primera clara de Colo Colo (minuto 24) Sanchez se manda una jugada de aquellas y deja solo a Beyruth, quien con clase marca el primero. Los hispanos mastican rabia y frustración, otra vez hacen el gasto y reciben castigo, mientras que los albos rebozan de entusiasmo y confianza, es el mejor escenario para ellos, ahora esperarán firmes atrás apelando a la desesperación del rival y a la opción del contra ataque. Los últimos veinte minutos de la primera etapa son de predominio rojo, que una y otra vez, pero en forma desordenada, van sobre el arco de Araya. Valdés, Zárate y Véliz intentan por todos lados, sin embargo siempre se encuentran con una muralla defensiva. El cántaro se rompe a los 43, cuando Pacheco encuentra el espacio y manda un zapatazo que se le cuela al "Loco" Araya. El empate es más que merecido, por lo visto en la cancha de Ñuñoa. Beyruth hace la diferencia Tras la vuelta a camarines se nota un cambio en Colo Colo, Sergio Ahumada ingresa por Juan Carlos Gangas lo que claramente habla que las intenciones del cacique son las de ir por el partido. Eso se nota en la cancha, ya que los albos se ven más seguros y sólidos, sobre todo gracias al juego de Leonel Sánchez, que pone la experiencia necesaria para este tipo de lances. Cada pelota que toca denota talento, claridad e intención de juego. Además, el "negro" Ahumada se transforma en una preocupación extra para la zaga roja, por su permanente merodeo y oportunismo. En la Unión Española todo es nervio y adrenalina, la igualdad conseguida por Pacheco les dio el aire que se les había escapado. Ahora hay que poner toda la carne en el asador e ir por la victoria. Es imperioso despercudirse de los ánimos fatalistas y demostrar porque Unión es el mejor equipo de 1970. Pese a todo, en esta segunda fracción, aparte de las amenazas e intentonas frustradas no hay grandes y decisivas opciones de gol. Ambos equipos se han neutralizado casi en en forma perfecta, lo que lleva el partido a un status de equilibrio e intrascendencia. No son buenos esos pasajes, es como si los 22 jugadores hubiesen firmado un pacto para esperar el alargue y en esa instancia volver a jugarse la vida. Y así efectivamente ocurre, ya que el pito del árbitro peruano Pedro Reyes (especialmente designado para la final, para que fuera más imparcial) decreta el fin de los 90 reglamentarios. Ahora viene un tiempo suplementario de 15 minutos por lado. Cuando comienza el tiempo extra se nota en ambas escuadras la merma física, ya el juego no tiene ese ritmo e intensidad de otros pasajes. Aún así, parece que la Unión está mejor, ya que muestra más vértigo e intención, pero todos sus avances se estrellan con la marca fiera de la dupla Herrera/Gonzalez, que despeja cualquier peligro que llega al área colocolina. Luego, es el cacique el que se impone con la batuta de Leonel y el peligro incesante de Ahumada y Beyruth. Y es precisamente este último el que finalmente tuerce el destino del partido. Minuto 110, un largo rechazo de Cruz provoca el pique de Beyruth, quien es perseguido desesperadamente por Pacheco y Arias. El brasileño sacando fuerzas de no se sabe donde supera el velocidad a sus dos marcadores y enfrenta la salida dramática de Olivares, quien corre dispuesto a todo. Pero el carioca, mostrando todo su talento y genialidad, la toca magistralmente haca un rincón del arco hispano, superando la resistencia del golero. Lo que vino a continuación del gol fue emocionante, miles de colocolinos sacaron antorchas celebrando la agónica conquista. Es que después de años de sinsabores y problemas el elenco popular obtenía la tan ansiada décima estrella. Los minutos restantes de partido sólo quedaron para la anécdota con un rebosante Colo Colo y una desecha Unión Española, que solo quería que terminase la brega para olvidar esa auténtica pesadilla. Ese fue el epílogo de otra jornada histórica en el Nacional, una que quedó para siempre como la tarde de la sorpresa alba y la farra de la Unión Española. /HDF JMA 27 de diciembre de 1978, última fecha del torneo nacional, Palestino llegaba como puntero absoluto del fútbol chileno con 51 puntos y una gran campaña donde sólo había perdido cuatro partidos. Ese día debía verse las caras con Colo Colo, que llegaba en sexto puesto, ya lejos de opciones de liguilla y sólo pensando en las vacaciones. La escuadra árabe era escoltada a sólo dos puntos, por el sorprendente Cobreloa, que recién se estrenaba en primera división. Por eso, la consigna era ganar u empatar frente a los albos y estar atentos de lo que sucedía en Talca, donde los loínos se enfrentaban a Rangers. Desde los primeros instantes Palestino manejó el partido a su gusto, aunque el cacique mostró algo más en el segundo cuarto de hora, en los pies de "Chamaco" Valdés, Crisosto y Caszely. Todo se mantuvo sin grandes variaciones hasta el minuto 27 cuando Atilio Herrera le cometió foul a Oscar Fabbiani fuera del área grande, jugada que cambiaría el destino del match. Tomó la pelota Manuel Rojas, quien ubicó el balón a casi 35 metros del arco. El portero albo Adolfo Nef tomó los resguardos normales ordenando una barrera de tres hombres. Parecía un tiro imposible, pero el 10 tricolor se tenía fe, se notó por la gran distancia que tomó antes de patear la falta. Segundos después Rojitas comenzó su carrera para accionar su zurda llena de fuerza y talento. El impecable zapatazo de Manuel se fue a colar en el rincón derecho de la valla colcocolina, que hizo estallar la marquesina. Justo allí la bulliciosa barra tricolor deliraba de éxtasis. Es que no lo podían creer, el sueño del título comenzaba a ser una dulce realidad. De hecho, después de eso tímidamente comenzaron a salir unos coloridos lienzos con la leyenda “Palestino Campeón 1978”. HDF/JMA El fútbol llegó a Chile en los barcos ingleses llenos de marinos mercantes que recalaban en los distintos puertos del país. Esos “gringos” durante sus ratos libres, aparte de enamorar a las chilenas, jugaban fútbol en las plazas y parques despertando la admiración e interés en los chilenos. Llamaban la atención sus botas descomunales y sus raras vestimentas. Valparaíso fue testigo de las primeras “pichangas”, que tuvieron lugar en los cuidados pastos del campo de Cricket de Viña del Mar. En poco tiempo el entretenido juego con la pelota llamado Foot-Ball se fue expandiendo desde los puertos hacia casi todas las ciudades y pueblos de Chile. Al principio como pasatiempo o hobbie y luego dando lugar a las primeras competiciones. El 19 de junio de 1895 tuvo lugar una reunión en el café Pacífico de Valparaíso, donde nace oficialmente la “Foot -Ball Associaion Of Chile”, que aglutinó a ocho equipos porteños (Valparaíso Foot-Ball Club, Mac Kay And Sutherland, Victoria Rangers, Chilean, Santiago Athletic, Santiago Rangers, National Foot-Ball Club y Valparaíso Wanderers). La directiva de esa histórica primera asociación estuvo conformada por Mr. O.N. Scott (presidente), Mr. Gernell (secretario) y Mr. Reid (tesorero). El impulso de este primer grupo de amantes del fútbol muy pronto fue replicado por otras ciudades, así surgen asociaciones en Coquimbo (1888), Iquique (1902), Santiago (1903), Concepción (1906), Antofagasta y Talca (1907). Nacen las crisis federativas En 1912, la Foot-Ball Association Of Chile hacía grandes esfuerzos para no desaparecer más que nada por su escasa influencia más allá de Valparaíso. Por ello, ese mismo año y tras largas reuniones en el Hotel Francia de Viña del Mar, surge la Asociación de Fútbol de Chile, cuyo principal objetivo era aglutinar a todas las entidades distribuidas, a lo largo y ancho de Chile. Uno de los hitos de la nueva agrupación fue la alianza con la Federación Sportiva Nacional, creada en 1909, con quien dieron vida al primer campeonato nacional de futbol, que se jugó en distintas zonas del país (el primer campeón fue Antofagasta, en ese mismo 1912). Sin embargo, a poco andar, fueron surgiendo diferencias y discrepancias entre ambas entidades, más que nada por luchas de poder. Estos desacuerdos y disputas se replicaron en las otras asociaciones dando lugar a dos bandos irreconciliables. Fruto de esto, la Asociación Santiago se marginó fundando la Liga de Santiago, optando por el bando de la federación. El caos reinó por casi tres años en el naciente fútbol chileno y sólo fue aplacado en 1915 cuando un comité representativo de todas las partes se propuso desenredar el conflicto. El tema es que se necesitaba de manera urgente un arreglo, ya que se debían programar las competiciones internas e internacionales. Gracias a esto, por ejemplo, Chile pudo acudir al sudamericano de 1916 y ser uno de los países fundadores de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Años más tarde el germen de la crisis volvió a contaminar al fútbol chileno, fundamentalmente por el deseo de los dirigentes santiaguinos de instalar en la capital a la asociación madre, en lo que alentaron a otras agrupaciones del país. Debido a esto la Asociación de Fútbol de Chile decidió castigar a las ligas que estaban de acuerdo con el cambio de sede eliminándolas de sus registros oficiales. Esta situación motivó a los "rebeldes" a reunirse en Santiago, en 1922, para constituir la Federación de Fútbol de Chile, que contaría con 22 miembros. El nuevo caos federativo en Chile alertó a la Confederación Sudamericana que dejó en claro que, bajo instrucción de la FIFA, se prohibían las divisiones locales en los países miembros. Dada la situación, el gobierno decidió tomar cartas en el asunto creando la Confederación Deportiva de Chile, la que fue la encargada de “calmar las aguas” entre las partes. Finalmente y después de acaloradas negociaciones se mantuvo el nombre de Federación de Fútbol de Chile y se decidió conservar el asiento en Valparaíso. /HDF jma Es en la elipse del Parque Cousiño donde se realizaron los primeros aprontes del fútbol en la capital, en los primeros años de la última década del siglo XIX. En ese emblemático lugar grupos de jóvenes, entre trabajadores y estudiantes, improvisaban canchas llevando los arcos y marcando el campo con ceniza. Simultáneamente se disputaban entretenidos duelos, seguidos muy de cerca por algunos británicos que frecuentemente corregían algunos aspectos del juego. La actividad futbolística que casi siempre se extendía hasta el anochecer, al principio eran observada con incredulidad por transeúntes y curiosos, pero con el pasar de los meses y años cientos de personas se fueron reuniendo en el parque para ver o jugar este novedoso y entretenido deporte. Era un lugar popular y para todos que siempre mantuvo ese sello. Ya en 1892, una selección de esos jóvenes y pioneros futbolistas capitalinos crearon el Santiago Club y luego decidieron retar a sus símiles de Valparaíso, los que se suponía eran los mejores de Chile. Nacían así los famosos "entre ciudades". El esperado primer duelo Inter City finalmente se efectuó el 5 de agosto de 1893, en los pastos del Parque Cousiño, en los que se conoce como el primer partido formal de la historia del futbol chileno. La mayor habilidad y experiencia de los porteños se notó ese día en la cancha, ya que los visitantes aplastaron a sus anfitriones por un categórico 7 a 2. Arbitró en esa histórica jornada Mr. E.W. Millie y los equipos formaron así: por Santiago; P.Scott, Mac Coll y Coast; Madden, Roger y Anderson; Hood, Melrose, V. Scott, Jones y Allan. Y por Valparaíso: Webb, MacNougton y Reynolds; Roberts, Bailey y Crangle; Baldwin, Woodgate y D.Scott, Fleming y Simpson. Claramente parecía un partido jugado en Inglaterra, pero así eran las cosas en esa época, los británicos eran los amos y señores del futbol. Santiago vistió un uniforme con franjas horizontales azules y rojas y pantalón azul; mientras que Valparaíso usó camiseta blanca con una franja diagonal roja y pantalones blancos. Un partido aparte disputaron las barras de ambos equipos. La porteña, muy bulliciosa, hacía sonar pitos, matracas y bombos; mientras que la de Santiago, menos numerosa, contaba con la banda musical del "English", que interpretaba marchas y operetas de la época. Después del encuentro, ambos equipos se reunieron en una velada de camaradería en el sector de Quinta Normal, donde quedó pactada la revancha. La que se materializó el 10 de septiembre en la elegante cancha del Sporting Club. En ese duelo no cambiaron mucho las cosas, ya que los porteños volvieron a golear, esta vez por un claro 5 por cero. Estos primeros duelos pusieron a Valparaíso como referente del incipiente fútbol nacional, algo que incluso llegó hasta fuera de las fronteras, ya que a fines de ese mes una delegación de gringos de Argentina llegó al país para disputar unas mini olimpiadas de fútbol, tenis y cricket con los gringos locales. El resultado en fútbol fue 1 x 0 para Chile, en lo que se conoce como el primer partido internacional en la historia del fútbol chileno. HDF/MisterPipa. Los jugadores de fútbol, y el chileno no es la excepción, son fuente inagotable de anécdotas, tanto fuera como dentro de la cancha. Entonces, a ponerse cómodo para disfrutar cinco episodios reales ocurridos en nuestros pastos.
El arquero devoto. En los años 30 uno de los arqueros de reconocida calidad que había en Chile era Juan Ibacache, portero de Magallanes. Era seguro, de buenos reflejos y mantenía una regularidad que lo transformaba siempre en penda de garantía para su equipo. Una tarde los albicelestes jugaban un partido amistoso con una selección del norte e Ibacache masticaba la rabia por un gol tonto que le habían hecho. En eso un dirigente al verlo molesto le acercó una estampa de Fray Andresito para que cambiara la cara y tuviese mejor suerte. Sin embargo, el golero rechazó el obsequio. Y un minuto después, en una rápida jugada un delantero rival llegó tarde a una pelota y le pegó una feroz patada en el mentón, que lo dejó casi con pérdida de conocimiento. Cuento corto Ibacache estuvo casi tres meses en el hospital y desde ese minuto nunca más se atrevió a rechazar al patrono. Es más, hasta que dejó de jugar siempre colocaba una imagen del fraile en un rincón del arco, y le agradecía devotamente luego de cada buena actuación. El queso de "Colo Colo" González. Durante la famosa gira de Colo Colo, en 1927, el plantel se encontraba en La Coruña (España) alojando en un Hotel de nombre "La Perla". Si bien, el establecimiento no estaba lleno de lujos la comida era en exceso abundante. Por ejemplo, un almuerzo cualquiera consistía en: entrada de mariscos, sopa, guiso de carne, guiso de verdura, asado, postre, frutas y pasteles. A todo este suculento menú se agregaba un enorme queso fresco que alcanzaba, por lo bajo, para cuatro personas. El tema es que a medida que pasaban los días, en cada almuerzo o cena el queso desaparecía muy rápido lo que alertó al empresario que organizaba la gira, el que increpó duramente al dueño del hotel. El asunto es que tras una investigación se descubrió que en la habitación del jugador Gaonzález, más precisamente, debajo de la cama, se encontraba un lote grande de quesos que el futbolista sustraía sigilosamente en cada una de las jornadas. Más tarde cuando la delegación viajó a Portugal cada vez que los jugadores tenían hambre aparecía un queso de la maleta del "Colo Colo" González. . Los gritos de Jose Manuel Moreno. Cuando el astro argentino estuvo en Chile, en 1949, una de las cosas que más echaba de menos de su tierra era el grito enfervorizado del público, una característica muy particular de nuestros hermanos allende Los Andes y que tiene que ver con su ascendencia italiana. La cosa es que José Manuel señalaba que hasta le incomodaba jugar a veces, ya que el estadio parecía tener un "público fantasma". Por esa razón el transandino gritaba como loco todo el partido, ya que así tapaba el pesado silencio del hincha chileno. Goleadores récord en un solo partido. Anotar seis o más goles en un solo match no es cosa fácil, de hecho son contados con la mano los jugadores que han logrado tal proeza. En 1961 hubo dos casos, algo que nunca más se ha repetido. El primero fue Carlos Campos un día que la U aplastó a Rangers por seis a dos. Y meses más tarde, el argentino Giarrizo de Everton le hizo otros seis a Audax en el 7x1 final. Después, en 1972, Francisco "Chamaco" Valdés hizo seis en el 8x0 a Rangers; mientras que en 1974 Jaime Barrera convirtió seis en la goleada de La Serena sobre Antofagasta. La serie sigue en 1990 cuando Aníbal González logró batir también en seis ocasiones a Arturo Fernandez Vial. Sin embargo, el récord de récords llegaría en noviembre de 1993 cuando el cruzado Lukas Tudor logró la hazaña de marcarle siete goles a Antofagasta (8x3 final). Otros jugadores que también hicieron seis goles en un partido fueron Hector Zapata de Mulchen Unido (regional penquista) y Ricardo Cabrera, de Lota Schwager (torneo de ascenso). Debut sin aire. en 1988 llegaba a Cobreloa el reconocido volante argentino Marcelo Trobbiani, campeón del mundo con la selección de Bilardo del 86. El esperado debut de la gran contratación loína se concretó en un partido con O'higgins de Rancagua en el antiguo Municipal de Calama. Y la verdad es que el transandino no defraudó, ya que convirtió un gol de gran factura y luego habilitó con maestría a Juan Covarrubias para que este anotara. Eso es lo que se vio desde fuera, porque dentro del campo Marcelo no lo pasó tan bien. De hecho, cuando no iban ni cinco minutos de partido y, tras los primeros piques, Trobbiani ya no daba más, por el efecto de la altura. Le pesaban las piernas y tenía dificultades para respirar. Tanto era su incomodidad que varias veces le preguntó al arbitro cuanto quedaba para el fin del partido. Con el tiempo el astro rioplatense se fue acostumbrando a las condiciones calameñas, aunque nunca se olvidaría del terrible ahogo que sufrió en ese primer encuentro. HDF/facundo En todos los equipos de nuestro país, sin excepción, hay historias raras y chistosas dignas de contar. Aquí les presentamos siete para comenzar....
Arqueros vialinos. En 1968 Arturo Fernandez Vial presentaba sus credenciales para postular al campeonato de ascenso, anhelo muy perseguido por esa centenaria institución que ya se sentía preparada para dar el salto al profesionalismo. En conferencia de prensa los dirigentes aurinegros hablaban de tradiciones, proyectos y otros detalles de la postulación cuando se tocó un tema curioso, que tenía relación con los últimos arqueros que había tenido el club. Lo cierto es que los tres más recientes habían sido Obregón, Robles y Pino; todos apellidos madereros, por lo se decía que en el Vial "había buena madera" para afrontar los nuevos desafíos.... El ballet miedoso. En 1964 el equipo de la U mas conocido como el "Ballet Azul" tenía que viajar a Copiapó para disputar un parido amistoso y ya cuando el avión se aprestaba a despegar un desperfecto obligó al piloto a volver al aeropuerto para que revisaran la aeronave. Fue tanto el miedo que invadió a muchos jugadores que la mayoría no se quiso subir al siguiente avión que se dispuso para el viaje. El más temeroso era el defensor Sergio Navarro, quien ofreció a varios la opción de irse en auto hacia para el norte. Al final una mitad abordó el nuevo avión y la otra se fue en varios vehículos. Los primeros llegaron sin problemas, y los segundos vivirían las mil peripecias en el trayecto. Incluso Navarro fundió el motor en Coquimbo y tuvo que arrendar un taxi, el que también quedó varias veces en pana. El llanto de los jugadores árabes.. A fines de los 60 el equipo de Palestino regresaba de Rancagua, después de un duelo con O'higgins, en el que habían sufrido una dura derrota por tres a cero. La mayor parte del plantel dormía en sus asientos cuando, de repente, se prendieron las luces y el entrenador Hugo Tassara se dio cuenta que varios jugadores estaban llorando. Impresionado por la situación el DT les dijo que no era para tanto, que era sólo una derrota y que ya vendría la rehabilitación. En eso se paró uno de los futbolistas y entre risa y lágrimas comentó: "No pasa nada profe, lo que ocurre es que un chistocito desparramó un frasco de pimienta que nos ha picado a todos en los ojos". El bromista había sido el "Tano"Almeyda que estaba bien escondido y muerto de la risa, en una de las butacas de atrás. Origen de los colores de Coquimbo Unido. Cuenta la historia que a principios del siglo XX arribó al puerto de Coquimbo un barco inglés que traía, entre sus marineros, a todo un equipo de fútbol Al bajar a tierra los navegantes británicos fueron los primeros en practicar este deporte en la ciudad. De hecho, mientras jugaban en una de las plazas decenas de curiosos se juntaban para mirar lo que hacían los gringos, al principio con suspicacia, pero al final con franco entusiasmo. Los europeos, en señal de simpatía decidieron dejar sus camisetas que lucían los tradicionales colores aurinegros del actual elenco "pirata". Breve historia del nombre de Rangers. Uno de los socios fundadores del club talquino, Jorge Donoso, recordaba, hace décadas atrás, como fue que le pusieron Rangers al club piducano. El añoso dirigente contaba que entre los que formaron la institución figuraba Luis Greenstreet y su padre Juan, un ingles radicado en Chile que era muy simpático y bueno para la talla. Resulta que en una de las primeras reuniones se invitó a don Juan precisamente para discutir el nombre que se le daría al club. Y el británico lleno de nostalgia exclamó "pechos rojos" rememorando al club de su tierra natal. Después de eso, el grupo se decidió por Rangers, inspirados en el club de la liga inglesa, que significa "gurdianes, defensores, vigilantes". Ellos serían los defensores del fútbol talquino. El "yeta" de Melipilla. A principios de los 70 el cuadro de Melipilla ganaba por lejos un partido por el torneo zonal, cuando súbitamente las cosas empezaron a empeorar. El rival descontó, las pelotas no entraban, los jugadores estaban ofuscados y la figura del equipo salió por lesión. En eso jugadores y dirigentes comenzaron a mirar en dirección a la galería ¿Dónde está? ¡Búsquenlo y sáquenlo luego! gritaban algunos. A los pocos minutos entre cinco llevaban a un individuo fuera del estadio. Lo más increíble es que tras el episodio Melipilla volvió a jugar bien y salieron mas goles, con lo que ganó cómodamente el partido. El misterioso espectador era conocido como "Fúlmine", y lo que ocurría es que cada vez que iba a la cancha el equipo perdía o pasaba algo.Tanta era la preocupación de los directivos que habían prohibido venderle entradas., pero él se metía a escondidas amenazando el rendimiento deportivo del equipo de los pollos. Marcas curiosas del Everton campeón de 1950. A final del torneo de ese año el cuadro viñamarino junto con bajar su primera estrella logró tres marcas dignas de mencionar. Fue el primer club provinciano, en obtener el título; el primero, en ganar un torneo en tiempo complementario; y el primero en ser proclamado campeón, en horas de la madrugada. /HDF -jma Es el 31 de mayo de 1987 y en el Estadio Santa Laura está a punto de comenzar el partido entre Universidad Católica y Everton, por la fecha 13 del Campeonato de Apertura. De pronto, por los parlantes del recinto hispano el locutor pide un minuto de silencio por la sensible muerte del gran Honorino Landa, uno de los símbolos de la Unión Española. Segundos después no se escucha un alma en el estadio, una señal de respeto que habla de lo arraigado que siempre estuvo el "Nino" en el hincha del fútbol.
El día anterior, justo cuando se cumplían 25 años de la gesta del 62, se había apagado la vida del gran Honorino, después de una dura batalla contra el cáncer que lo había apartado de su pasión en el último tiempo. Aparición en la Unión Española Original de puerto Natales, Honorino se trasladó a Santiago, a raíz de la enfermedad de su padre. Y es en la capital donde surge la opción de ser futbolista, de hecho, a mediados de los 50 ingresa a las divisiones inferiores de la Union. Con el tiempo aparecieron sus dotes goleadoras y poco poco comenzó a figurar como una de las buenas promesas del cuadro rojo. El ansiado debut llegó en 1959, en un partido contra O'higgins de Rancagua, donde Landa anotó tres goles, cautivando a todos con su letalidad y oportunismo. Ese año aportó en forma esporádica a su equipo que terminó en la sexta posición. Pero es en 1960 cuando nuestro protagonista asomó con todas sus luces transformándose en la revelación del fútbol chileno. Esa temporada, que fue bastante irregular para su equipo, Landa convirtió 16 goles, que lo convirtieron en el segundo goleador de torneo, detrás de Falcon de Palestino. A esa altura aparte de ser un goleador en potencia, Honorino mostraba otras cosas adicionales como su personalidad magnética y una creatividad distinta e impredecible en el juego. Al año siguiente el "Nino" continuó en carrera ascendente terminando como figura del torneo y goleador del año, junto a Carlos Campos, con 24 tantos. Pero a diferencia de Campos (un 9 clásico), Landa se mostraba con más versatilidad, lo que le permitía desarrollar más funciones en el campo de juego. Esas condiciones lo pusieron en la mira de Fernando Riera que lo llamó a la selección que se preparaba para el Mundial de 1962. Su debut en la Roja se produjo el 12 de octubre de 1961, ante Uruguay, donde deleitó a la afición con su sello y calidad. El mundial y el primer adiós a la Unión En el año del mundial Landa integró la exclusiva nómina del plantel que disputó la copa del mundo, siendo el más joven de todo el equipo. Riera confiaba en sus capacidades y su desequilibrio en el área por lo que lo utilizó en cinco de los seis partidos. Incluso el único en el que faltó fue el último frente a Yugoslavia, en el que quedó suspendido por haber sido expulsado ante Brasil. En general, su actuación en el torneo fue buena, a pesar de que muchos lo criticaron por no haber hecho ningún gol, que era gran parte de su función. Pero como el mismo señaló en una entrevista: "en un mundial ultra defensivo como el del 62 los puntas de lanza fuimos muy perjudicados, ya que no teníamos espacio para desplegar nuestro juego". En todo caso la experiencia del mundial marcó la carrera de Landa, ya que después se le vio más maduro futbolísticamente, aunque sin perder nunca su impronta de jugador rebelde y con pinceladas de genialidad. Es que así era Honorino, un jugador de extremos, de repente hacía el gol más difícil y en la jugada siguiente erraba el más fácil, lo que llevaba al hincha a estados emocionales desequilibrados (pasión-decepción, admiración-molestia...). A medida que transcurrió el tiempo su relación con Unión Española se fue agrietando cada vez más, hasta que en 1965 el hilo se rompió. Tras una serie de roces con los dirigentes anunció finalmente que dejaba la tienda hispana, su casa desde siempre. En ese minuto se habló de conversaciones avanzadas con Universidad de Chile, pero finalmente y en una operación relámpago Landa terminó firmando por Green Cross Temuco que tenía un proyecto bien ambicioso, de la mano de Gustavo Becker. Hay que pensar que Honorino estuvo todos los años 60 en los rankings de mejores delanteros, por lo que su partida golpeó fuerte a la tienda de Santa Laura. Buenas y Malas Entre 1966 y 1968 Honorino Landa estuvo en Temuco defendiendo al nuevo Green Cross, ya que el antiguo club se había fusionado el año anterior con Temuco trasladándose definitivamente a las tierras del Ñielol. Esta experiencia sirvió mucho al "Nino", ya que lo descongestionó del mundanal ruido santiaguino y le permitió disfrutar más del fútbol. Si bien es cierto, fueron buenos años para él el equipo no anduvo como se quería, fundamentalmente porque gran parte del año debían entrenar en gimnasios por las inclemencias del tiempo en esa región (se hablaba de las rachas de Green Cross, ya que cuando mejoraba el clima el equipo remontaba en la tabla). En ea época Landa siguió jugando en la selección, de hecho formó parte del plantel que clasificó al Mundial de Inglaterra 1966 y también integró el equipo que fue a la cita planetaria en Europa. En su segunda copa del mundo fue titular en los encuentros con Corea y la Unión Soviética, en los que a pesar de no haber podido convertir hizo buenos duelos, en compañía de Pedro Araya, Guillermo Yavar y Leonel Sánchez. Ese partido con los soviéticos sería, a la postre, el último de Honorino con la casaquilla roja, con la que sumó 34 partidos entre amistosos y oficiales. En 1968, la etapa temucana llega a su fin y Landa emprende regreso a Santiago, esta vez tentado por una jugosa oferta de Magallanes. Sin embargo la estadía en la "Academia" se trunca en el tercer partido, a raíz de una molesta lesión que lo tiene parado poco más de dos meses, Lo pasa mal Honorino en esos días, ya que se siente en deuda con su club, sobre todo por la costosa que fue su transferencia al cuadro albiceleste. Ya cuando regresa a las canchas Magallanes está pelando en la liguilla por no descender y su aporte no tiene mucha gravitación, aunque el equipo finalmente salva la categoría En la temporada siguiente se produce el esperado retorno de Honorino Landa a Unión Española. El hijo pródigo vuelve a casa, después de años de exilo voluntario y con las ganas de volver a encontrar al Landa de antes. Sin embargo las lesiones que se arrastran del año anterior lo condenan a la irregularidad y se pierde gran parte de la temporada entre cuidados y recuperaciones. Juega apenas cinco partidos y sólo en dos muestra cabalmente sus capacidades. Entre 1970 y 1972 Landa vuelve a dejar la Unión Española para recalar primero en Deportes La Serena, donde colabora en una aceptable campaña en el Nacional B, y luego en Huachipato, en el que se queda más tiempo, impresionado por las comodidades y nivel institucional del club acerero. En la escuadra de la usina destaca sobre todo en el torneo 72, donde hizo grandes partidos, como aquel contra Colo Colo, en el duelo en que los albos levantaron la corona. Título y adiós al fútbol Después de su segundo auto exilio Landa regresa a Unió Española, esta vez solicitado por el nuevo entrenador, Luis Santibáñez. El siente que es el momento de reverdecer laureles en el club que lo vio nacer, por lo que se esfuerza por ponerse a punto, dejando atrás los tiempos de lesiones y rendimientos insatisfactorios. Y vaya que lo logra, ya que se consolida como titular en un gran equipo rojo, en el que figuraban nombres como Rogelio Farías, Guillermo Yavar, Hugo Berly y Jorge Toro, entre otros. En total vio minutos en 23 partidos y convirtió ocho goles, transformándose en el cuarto goleador del equipo (detrás de Yavar, González y Farías). Esta vez la Unión alcanza la gloria del título y Honorino grita por primera vez ¡Campéon!.. Es un festejo que lo celebra con toda su alma rebelde y juguetona, pero que también va cargado con la mesura que entrega la madurez y el camino recorrido. Al año siguiente Landa defiende los colores de Deportivo Aviación, que seria la ultima estación en su destacada carrera como jugador. Una que termina recordándolo por siempre como uno de los máximos artilleros de los campeonatos nacionales (cuarto, después de Esteban Paredes, Francisco Valdés y Pedro Gonzalez). Mas tarde, entre 1982 y 1983, es designado entrenador de Unión Española, que sería el capítulo final de su historia ligada al fútbol. Hoy la memoria de Honorino Landa sigue viva en Unión Española, ya que la galería sur del viejo Estadio Santa Laura lleva su nombre, un gesto noble para un jugador especial que paseó su talento rebelde y distinto por todas las canchas chilenas. HDF/ MisterPipa, A casi 60 años del mayor logro de nuestro querido fútbol chileno nos propusimos desempolvar esos pequeños episodios que, a lo mejor, quedaron olvidados en el cajón de los recuerdos. Hablamos de detalles, hechos fortuitos o momentos particulares que vivieron los jugadores de esa gran selección chilena que quedó inmortalizada en el tiempo. 1. Un lugar para entrenar y otro para alojar: La Roja del 62 entrenaba todos los días en el ese entonces sencillo Juan Pinto Durán, cuya cancha principal y otras instalaciones eran cuidadas, con tesón y esmero, por don Florencio Ceballos. En el lugar se habilitó una pieza con colchonetas y hamacas donde los futbolistas acostumbraban a pegarse unas siestas. El otro sitio importante era la casa donde los jugadores pernoctaban ubicada en Cristóbal Colón con Hernando de Magallanes, actual corazón de la comuna de Las Condes. El entrenador Fernando Riera seleccionó ese sitio por la tranquilidad y escaso ruido del sector, con el objeto de que el plantel pudiese tener un buen descanso. Hay que recordar que toda esa zona era semi rural en 1962. por lo que era ideal para concentraciones largas. 2. Los niños de Juan Pinto Durán Mientras se realizó el mundial fue muy común ver una gran cantidad de niños en Juan Pinto Durán, ya que los infantes llegaban en masa con la intención de ver o tocar a sus ídolos. El más molesto con esta situación era Fernando Riera, que no pocas veces terminaba correteando a los escolares para que abandonaran el complejo y dejaran trabajar a los jugadores. Una tarde retó a un grupo de chicos y los llevó a la salida, cuando de repente se escuchó una vos que decía: "¡Yo también Papá!"...Se trataba de unos de los hijos del coach de la Roja que estaba en el lote. 3. Maneras de combatir el ocio Como una manera de acortar los momentos de aburrimiento, que no eran pocos, los jugadores tuvieron una idea que terminó siendo todo un acierto. Se dedicaron a fabricar juguetes de madera para los hogares de menores, Algunos con más habilidades lograron productos de muy buena forma y calidad, que terminaron como joyas invaluables para los niños que las recibieron. 4. Las "copitas de la final" Después de ganarle a Yugoslavia los jugadores siguieron concentrados un día más, esperando que se jugara la final entre Brasil y Checoslovaquia Como ya no había entrenamientos Riera les dio unas horas libres para que se relajaran, aprovechando que él tenía que abandonar el lugar para hacer unos trámites. Sin marca personal muchos futbolistas aprovecharon la ocasión para tomarse unas "copitas", aunque sin abusar. Después de un rato, tipos serios como Manuel Astorga y Alberto Fouilloux reían, cantaban y echaban tallas como nunca, lo que a más de alguno alertó por lo que podía pasar si el "Tata" los encontraba en esas condiciones. Afortunadamente, Riera llegó mucho más tarde y cuando lo hizo venía harto más contento que los jugadores. 5. El partido olvidado de Chile Siempre se habla del partido inaugural con Suiza; del match con los soviéticos, en Arica; del duelo del combo de Sanchez, con Italia; o del encuentro final con Yugoslavia; pero muy pocos se acuerdan de la única derrota de Chile en el mundial, que fue contra la República Federal Alemana el 6 de junio, en el Estadio Nacional. El tema es que ambos equipos llegaron clasificados a esa contienda, por lo que sólo sirvió para dirimir el primer lugar de grupo que, a la postre, obligó a Chile a moverse de Santiago e ir a jugar a Arica. La selección nacional perdió en esa jornada, en quizá el match más bajo de la copa. Influyó el hecho de que tanto Toro como Fouillouix estaban lesionados, y que sus sustitutos (Moreno y Landa) no tuvieron una buena tarde frente a los germanos. El héroe de esa jornada fue la leyenda alemana Uwe Seeler, quien se fabricó un penal a los 21 minutos -convertido por Szymaniak- (el arbitro vio un empujón inexistente de Navarro en el área chilena) y luego remató el partido, a los 83, con un tanto de su factura, tras gran acción personal. /HDF- jma El calor y la humedad ambiente en el Levi's Stadium de Santa Clara (San Francisco) ese 18 de junio de 2016 parecía ya bajar algo en intensidad, algo ideal para que las más de 70 mil personas en el estadio pudiesen disfrutar del mejor fútbol. Es que el panorama se veía bueno, ya que por los cuartos del final de la Copa América Centenario se enfrentaban las selecciones de Chile y México. Los aztecas llegaban invictos (triunfos sobre Uruguay y Jamaica, y empate ante Venezuela) por lo que estaban confiados en sacar un buen resultado. Además, ya habían vencido semanas atrás a Chile, por la cuenta mínima, en un match de preparación y estaban conscientes de que casi todo el estadio los apoyaría, porque miles de mexicanos se habían trasladado a esta ciudad para ver al "Tri". Y en la vereda contraria la Roja arribaba a este duelo con una mezcla de sensaciones. Se había perdido justificadamente con Argentina en el debut, luego el equipo tuvo que extremar esfuerzos para doblegar a una porfiada selección boliviana; y en el último encuentro, se había vencido a Panamá, pero con algunas dificultades. En todo caso, en el cuadro chileno había una fe interna intacta, ya que esta generación siempre jugaba bien este tipo de torneos. Ya desde que Heber Lopes, de Brasil, pitó el inicio del partido se pudo apreciar que chile tendría una buena tarde. Movilidad incesante, pelota a ras de piso, gran recuperación de pelotas y vértigo en el juego, todas facetas que se plasmaron, a sangre y fuego, desde los años de Bielsa. Por su parte, la selección de México se veía desorientada, le costaba seguir el ritmo de los chilenos y lo peor es que no tenía el balón. Así las cosas, a los 12 Puch encendió las alarmas en un desborde por la derecha. y a los 15 vino la primera explosión. Sanchez recibió por derecha y se la pasó a Aránguiz, quien retrasó para que Díaz, rematara al arco. El potente disparo hizo que Ochoa manoteara y, por suerte, le quedó a Puch, que convirtió con derecha. Se hacía justicia, porque, a esa altura, era más Chile. Tras la apertura de la cuenta el "Tri" tuvo un amago de reacción, pero sus aproximaciones a la portería de Bravo siempre eran desordenadas y bien controladas por la zaga roja. En cambio, cada vez que Chile tomaba la pelota generaba verticalidad y peligro, lo que tenía mudos a los miles de mexicanos que masticaban el enojo y la frustración desde las tribunas. Incluso el segundo pudo llegar en los 35 tras brillante triangulación chilena que Vargas finiquitó en la boca del arco, pero el juez de línea sancionó fuera de juego. La presión chilena tendría su premio nuevamente a los 43 minutos. Bonsejeur de gran partido, la cedió por el lado izquierdo a Alexis que enfrentó a dos defensores aztecas cerca de la línea, habilitando con un preciso pase a Vargas, que se deshizo de su marca y convirtió en las barbas de Ochoa. Así terminó la primera etapa, con un sólido Chile que fue superior en todas las líneas a su rival, que tenía serias dificultades para encontrarle una vuelta al partido- El mejor segundo tiempo en muchos, pero muchos años A la vuelta de camarines, Chile ya le había sacado la foto a los mexicanos, había que seguir jugando de la misma forma, así la victoria estaría a la vuelta de la esquina. Afortunadamente todo se facilitó con el tercer gol chileno, a los 49, tras una magistral doble pared entre Vidal y Sanchez, que éste último terminó con un derechazo desde casi el punto penal. Ese tanto fue letal para los mexicanos, ya que minó gran parte de la confianza que ellos tenían en sus propias posibilidades. Y de paso, agrandó la propia fe de la Roja que, a partir de ahí, copó toda la cancha con un juego de altísima factura. A los 52 se produjo un gran corrida de Vargas por el sector izquierdo que dejó a contramarcha a la defensa azteca y el delantero chileno culminó la jugada con un suave toque sobre la izquierda del Memo Ochoa. Era el 4x0 y faltaba todavía mucho partido. De hecho, sólo cinco minutos después Alexis cedió para Bonsejeur en área rival, éste ganó linea de fondo y centró al medio para que Eduardo Vargas fulminara a Ochoa. A esa altura Chile era una máquina furiosa de buen fútbol y el "Tri" parecía un equipo novato que sólo servía de sparring.. Con el 5x0 en el marcador vino algo de calma para México, que era un equipo abúlico y apabullado, donde ya no quedaba nada de intención de juego. Aún así los norteamericanos tuvieron un par de buenas ocasiones, pero carentes de finiquito. Ahora, aunque Chile bajó un poco el ritmo pudo haber llegado al sexto tanto fácilmente, tras dos claras llegadas de Vidal. Sin embargo la tarde era entera roja en Santa Clara, ya que a los 73 minutos Vargas anotaba el 6x0 y quinto personal en una jugada increíble en que disparó casi sin ángulo, después de una brillante acción de Mark González por la izquierda y un rebote de Puch. Era increíble, todavía faltaban casi veinte minutos de juego y ya la contienda había perdido sentido, además la humillación hacia los mexicanos era cruel y despiadada, ya que desde las tribunas sus mismos hinchas gritaban "olé" cada vez que Chile tocaba el balón. Las caras en la banca azteca eran de incredulidad, verguenza y tristeza, lo único que querían era salir corriendo del estadio y acabar con esa pesadilla. Pero aún faltaba más, ya que el séptimo tanto chileno llegaría a los 87, después de la enésima jugada colectiva entre la sociedad Vidal & Sanchez, que concreto Edson Puch, con una suave derecha sobre el portero. Cuando el encuentro terminó la alegría chilena era indescriptible, se había consumado uno de los mejores partidos en la historia de la Roja. Juego brillante, sin fallas y con una letalidad inédita. El resultado había limado todas las pequeñas fallas de partidos anteriores, lo que permitía enfrentar con renovada fe los próximos duelos de la copa. Quizá este partido, que pasó a llamarse la "Masacre de Santa Clara" fue el impulso anímico y futbolístico que le permitió a la Roja vencer después a Colombia y Argentina, para quedarse con la dorada Copa América Centenario. /HDF jma |