.Poco más de un año después de la conformación de la Siderúrgica Huachipato, ubicada en Talcahuano (abril de 1946), muchos de los trabajadores de la naciente usina (entre gringos y chilenos) coincidían en que era necesario crear una instancia recreativa que uniera al personal y que aportara distracción frente a la rutina del trabajo. En ese sentido, la idea de los funcionarios del Taller de Estructuras (Departamento de Ingeniería) de fundar una rama de fútbol le llenó el gusto a todos, ya que no había mejor cosa que el popular deporte para potenciar los lazos e incentivar la camaradería.
Así las cosas, varios representantes de este grupo de trabajadores acudieron a una notaría la fría mañana del 7 de junio de 1947 para fundar oficialmente una rama de fútbol, la que disputó sus primeros duelos en la cancha de la población Gaete, Pero lo que seguramente no pensaron este ramillete de pioneros amantes del fútbol fue que este noble emprendimiento se transformaría -años más tarde- en un importante club profesional, identificando a una buena parte de la población porteña y aportando con un sello distintivo al fútbol nacional (marcado por la seriedad institucional, y el desarrollo de las series menores). A continuación, 21 hitos del club acerero, tras casi 64 años de existencia: 1. Fundación: 7 de junio de 1947. 2. En 1950 ingresa a la Asociación de Fútbol Talcahuano, obteniendo rápidamente el título. 3. Un año después (1951) ingresa a la división de ascenso del Campeonato Regional. 4. En 1952, Huachipato asciende a la división de honor del fútbol regional. 5. 1956, el club obtiene su primer título en el torneo regional. 6. En 1964 llega el segundo título, en el marco del torneo regional. 7. En 1965 Huachipato ingresa a la segunda división profesional (debuta con Municipal Santiago, ganando 3 x 0). 8. Un año después, en 1966, el club obtiene el ascenso a la primera división. 9, El 9 de abril de 1967, Huachipato debutó en primera división (empata a uno con Audax Italiano, en el Estadio Nacional). 10. El 2 de febrero de 1975 el club obtiene su primera estrella (temporada 1974), en dramático partido final con Aviación (1 x 0). 11. 26 de febrero de 1975, Huachipato debuta en un torneo internacional -Copa Libertadores- con un empate en blanco, con Unión Española. 12. En 1979, Huachipato se consagra campeón del Torneo "Polla Gol" de segunda división. 13. El 9 de diciembre de 2012, el club obtiene su segunda estrella (Torneo de Clausura) al vencer, en infartante final, a Unión Española (definición a penales). 14. 14 de febrero de 2013, Huachipato vuelve a la Copa Libertadores después de 38 años y vence a Gremio, en Porto Alegre, 2 x 1. 15. El 16 de abril de 2014, Huachipato disputa la final de la Copa Chile, donde cae 3 x 1 con Deportes Iquique. 16. En junio de 2014 se crea la sociedad anónima deportiva Huachpato FC, controlada por el empresario Victoriano Cerda, separándose el fútbol del resto de las ramas deportivas (que siguen bajo el alero del Club Deportivo Huahipato). 17. En agosto de 2014 Huachipato debuta en la Copa Sudamericana, venciendo, en la primera fase a San José de Bolivia (3 x 1 en la ida y 3 x 2 en la vuelta). 18. Entre septiembre y octubre de 2014 Huachipato disputa los octavos de final de la Copa Sudamericana, instancia donde es eliminado por Sao Paulo de Brasil (0 x1 y 2 x 3). 19. En agosto de 2015 Huachipato vuelve a disputar la primera fase de la Copa Sudamericana, instancia en la que es eliminado por Olimpia de Paraguay. 20. En 2020 Huachipato juega otra Copa Sudamericana, en la que comienza venciendo a Deportivo Pasto de Colombia (2 x 0), pero finalmente es eliminado por Fénix de Uruguay (2 x 4). 21. En abril de 2021 Huachipato juega su cuarta Copa Sudamericana y en el debut vence a San Lorenzo de Almagro, en Buenos Aires (1 x 0). ![]() 19 de septiembre de 1989, se jugaba la fecha 15 del torneo de primera división y Unión San Felipe recibía en su estadio al campeón vigente, Cobreloa. Era una soleada tarde de primavera y los poco más de seis mil personas estaban conformes con lo exhibido de partido cuando ya se completaba la primera media hora. Hasta ese momento el cuadro naranja era claro dominador del duelo, de hecho, gracias a su potente mediocampo (conformado por García, Covarrubias y Trobbiani) copaba todo el campo de juego y causaba mucho daño a la defensa local. Por eso a nadie extrañaba que el marcador indicara una ventaja de 2 x 0 a favor de los mineros, producto de anotaciones de Muñóz y Covarrubias. Pocos minutos después, se produjo la primera ación violenta del encuentro, y que ayudaría a prender la mecha para los graves sucesos posteriores. Fue un fuerte encontrón entre el delantero local Bernal y Eduardo "Mocho" Gómez, en que el primero salió muy damnificado, tanto que tuvo abandonar la cancha. Esa fuerte infracción, más la impotencia de los futbolistas sanfelipeños, al verse totalmente superados en la cancha, fueron encendiendo los ánimos en el cuadro del Aconcagua y preparando el ambiente para lo que vendría. El otro partido Todo se detonó en el minuto 41, cuando en un veloz y profundo ataque de Cobreloa Alvarez enfrentó al portero Tapia y este llegó unos segundos tarde, al intentar trabar la pelota, lo que provocó una aparatosa caída del atacante naranja. El juez, Carlos Robles, no dudó un instante y señaló el punto penal, motivando los airados reclamos de los jugadores de Unión San Felipe, que alegaban simulación de Alvarez. Producto de los excesivos reclamos, el árbitro expulsó a González y Valencia del "Uni Uni", desatando el enojo de los forofos locales que comenzaron a tirar objetos al campo de juego.. Pese a todo, instantes después Trobbiani se puso frente al balón y marcó el 3 x 0, desde los doce pasos. Pero ese otro partido estaba recién comenzando, ya que a dos minutos de reanudadas las acciones vino otro ataque loíno y esta vez el defensa Eduardo Soto cometió clara mano en el área. Robles nuevamente no dudó y sentenció la pena máxima, lo que desató aún más ira entre los futbolistas locales, que se fueron encima del referí, el que se vio envuelto en forcejeos, gritos e insultos. Al mismo tiempo, el técnico de San Felipe, Gustavo Cortés, corrió al centro de la cancha para calmar a sus jugadores, pero cayó fulminado por un proyectil lanzado desde la galería. Y para colmo, uno de los jueces de línea también sufrió el impacto de un objeto contundente, que lo dejó literalmente tendido en el piso. La situación era descontrolada y los insultos de los jugadores de San Felipe ya comenzaban a transformarse en agresiones, lo que motivó tres expulsiones mas (Tapia, Garcés y Figueroa). Ahí se acabó el partido, ya que el reglamento señala que no se puede seguir jugando si uno de los equipos tiene menos de siete elementos en cancha. El escándalo siguió fuera de la cancha La abrupta suspensión del match encendió aún más la rabia y molestia entre los hinchas locales que inmediatamente las emprendieron, a pedradas, contra el vehículo que transportaba a los árbitros, los que tuvieron que ser sacados en un furgón policial, hacia las afueras de la ciudad, dada la situación de violencia descontrolada que había en el estadio. Eran cientos los enardecidos fanáticos que estaban apostados en las puertas del recinto deportivo y que ya estaban comenzando a generar importantes desórdenes. Por eso, Carabineros comenzó a lanzar bombas lacrimógenas, con el propósito de dispersar la manifestación. Lamentablemente una de los artefactos disuasivos impactó en una mujer que estaba en el lugar, la que tuvo que ser llevada al hospital para ser atendida. En todo esto derivó un simple partido de fútbol, para no creerlo. Sin duda, una triste jornada en San Felipe, en la que el juego desafortunadamente pasó a segundo plano. HDF/jma Fue, sin dudar, el mejor equipo durante gran parte de la década de los sesenta y, también, uno de los más recordados en toda la historia del fútbol chileno, Hablamos obviamente del inolvidable "Ballet Azul", una escuadra que se conocía de memoria y que sometía a sus rivales con alta sincronización y toque vistoso. Pero más que un equipo de fútbol con los años la legendaria máquina azul se fue transformando en un club de amigos. En ese contexto, son muchas las historias que se tejieron en el transcurso de torneos exitosos y campeonatos ganados, sobre todo con la UC, el eterno rival de esos años.. Acá van algunas.
Las siestas del "Zorro" Era un clásico repetido en todas las concentraciones, giras o viajes. No había caso que el entrenador azul, Luis Alamos, dejara de lado sus inolvidables y largas siestas. Lo más increíble de todo es que apenas posaba su cabeza en la almohada era como si alguien lo desconectara. No sabía más nada del mundo. Sin embargo, su récord de sueño seguido no lo hizo en la U, fue en la selección y nada menos que en París (algo que perecería imperdonable). Esa vez el D.T. cayó en los brazos de Morfeo, por el espacio inimaginable de 16 horas continuas. De hecho, en esa ocasión algunos jugadores de la Roja comenzaron a inquietarse, pero luego de la extensa jornada de "tuto" apareció el "Zorro" como nuevo. Un crack. Los desvelos de Marcos Hablando de sueño, uno que sufrió harto fue Rubén Marcos, quién se vino a jugar por el "Ballet" desde su natal Osorno. Cuando el talentoso volante se instaló en la capital el club lo ubicó en un departamento de calle Bulnes. El lugar estaba bien bonito y cómodo, pero el problema era el ruido que todas las noches metían, sobre todos los locales nocturnos del sector. Marcos acostumbrado al silencio rural no podía conciliar el sueño en medio de la música, los bocinazos y los gritos de los revoltosos nocturnos. Lo peor de todo es que a la nueva incorporación del chuncho se le veía trasnochado en los entrenamientos, por lo que no faltaban las bromas y risas entre sus compañeros. Por suerte, con el pasar de las semanas y meses los oídos de Rubén se fueron acostumbrando al ruido de la gran ciudad. Farra infantil En el torneo de 1965 la U fue una máquina de eficiencia, logró 57 de los 68 puntos en disputa (cerca de un 84 por ciento de rendimiento), lo que le permitió levantar la copa cuando todavía quedaban dos fechas para el final. Fue en la visita de los azules a Playa Ancha, para enfrentar a Santiago Wanderers (duelo que se ganó por la mínima, con gol de Marcos). Esa tarde noche los jugadores estaban tan contentos que la celebración post partido fue tan inolvidable como el título. Pero el caso más emblemático fue el del argentino Juan Carlos Oleniak, quien no halló nada mejor que festejar junto a su hijo de tres meses edad. El tema es que la señora había viajado a Buenos Aires y había dejado a Oleniak a cago del menor, quien fue la mascota del plantel durante esa loca velada, que duró hasta , la madrugada del otro día. Nunca se supo qué pasó en la casa del delantero al regreso de la madre viajera, ya que no debe haber estado muy contenta con las andanzas de Juan Carlitos junto a su pequeño nene. Los miedos de Araya Pedro Araya, denominado el "Garrincha chileno" fue uno de los mejores punteros derechos que se han visto en canchas chilenas. Era encarador y anotaba hartos goles, pero su gran cualidad era esa finta terrible que dejaba tirado en el piso a cualquier defensa que le salía al paso. Fue protagonista casi absoluto del "Ballet", ya que estuvo en todos los títulos, a excepción del de 1959, lo que lo transformó en uno de los símbolos del mítico equipo. Sin embargo su gran explosión fue en 1967, cuando su nombre fue conocido internacionalmente luego del sudamericano de ese año, en el cual tuvo actuaciones memorables. Fueron tantos los que quedaron asombrados con la calidad de Araya que muy pronto llegaron suculentas ofertas para llevarse al pequeño puntero a otras latitudes. Sin embargo, cada propuesta se topaba con la negativa de Pedrito, que estaba inseguro y temeroso de dejar el propio terruño. Primero fue Santos que llegó a poner sobre la mesa 200 mil dólares, toda una fortuna para la época; luego Nacional, que ofreció 200 millones por un año de contrato; y después vino a buscarlo uno de los grandes de Argentina. Esa última vez ya estaba todo listo, pero el delantero criollo se arrepintió, a última hora. con llanto incluido, lo que obligó a deshacer la operación. Finalmente, Araya terminaría igual en el extranjero, primero en el Santos y luego en el Atlas de Guadalajara. Aunque cuentan que estuvo como una semana despidiéndose de sus amigos. Los temores recién se le pasaron en tierras paulistas. La loca aventura de Leonel En una ocasión, por una mezcla de razones (entre motivos disciplinarios y también por lesión) Leonel Sánchez no fue considerado en la nómina de jugadores que iría a Viña del Mar, para disputar un partido con Everton, válido por el campeonato oficial de ese año. Algo disgustado el zurdo decidió ir igual a la ciudad jardín, para hacer causa común con sus compañeros. Y no halló nada mejor que ir en el mismo tren que por esos días solía transportar a lo barra oficial de los azules. Como era de suponerse Sánchez fue reconocido casi de inmediato por los hinchas que lo subieron al mismo carro en que viajaban, cosa que fue imposible de evitar para el delantero. Aun más, ya dentro del convoy los fanáticos presionaron a Leonel para que los entretuviera con mil y una anécdotas, tanto de la U como de la selección chilena. Fue una experiencia casi religiosa para los barristas que nunca imaginaron tener de cerca y por un buen rato a una de las figuras del equipo. Y para nuestro protagonista toda una curiosa aventura que le permitió vivir, por una horas, desde el ángulo de los hinchas. Cuando Leonel Sánchez se apareció por el Estadio Sausalito lo primero que contó fue el viaje que acababa de tener junto a la barra, ante la mirada sorprendida del resto de los jugadores, que no daban mucho crédito a su inusual relato....Cosas del fútbol. HDF/Croata Jugaba Santiago Morning con Everton en la década del 50, en un disputado encuentro. En uno de los tantos ataques de los “Ruleteros” el puntero de apellido Báez, en su afán por ir contra la valla bohemia, tuvo un violento choque con el arquero Alberto Expósito. El delantero viñamarino quedó literalmente desvanecido sobre el pasto, mientras que el portero de los autobuseros se retorcía de dolor. Los jugadores del Morning corrieron en auxilio de su guardavallas y al acercarse escucharon que este lo único que decía era: "¡Me mataron! ¡Me mataron! ¡Estoy muerto!" En eso, uno de sus compañeros, Biondi, le contestó: "cállate gil, no ves que el muerto es el otro", apuntando a Báez quien todavía no daba señales de vida.
Tiempo después (1959), en Buenos Aires, Chile se entrenaba en la cancha de Boca (La Bombonera), en el marco del campeonato sudamericano que se jugaba en Argentina. Era una práctica con todas las de la ley, incluso con árbitro y en medio de un calor extremo. La Roja enfrentaba a una mixtura de titulares y reservas del cuadro xeneise. Cuando los rojos se imponían 1 x 0 vino un tiro largo, desde unos cincuenta metros, enviado por uno los defensas argentinos y la pelota entró limpiamente en el arco del portero chileno, Francisco Fernández. Lo más curioso de todo es que cuando el balón entró no había nadie bajo los tres palos. ¿y dónde estaba el arquero chileno? Se encontraba junto a un poste degustando un refrescante helado….plop, En esa misma época jugaban un entretenido duelo Universidad Católica y Palestino cuando, de repente, uno de los jugadores árabes se despachó un balazo imparable, desde muy lejos, que entró junto a uno de los postes cruzados defendidos por el portero Sergio Litvak. Pero increíblemente el balón volvió a salir del arco por una pequeña rotura de la red, situación que fue aprovechada por Litvak, quien puso la pelota en área chica para el saque de meta. El árbitro que había validado el gol tuvo un momento de vacilación, lo que motivó la airada reacción de los futbolistas tricolores que se tomaban la cabeza ante la duda del juez. En eso, el defensa católico Manuel Álvarez se acercó sigilosamente al referí y le dijo: “Señor árbitro, usted cree que a Sergio le pueden hace un gol desde 40 metros”. El colegiado lo miró fijamente y exclamó: “de veras” y luego ordenó saque de meta, ante la mirada desesperada de los jugadores de Palestino y una mueca burlona del avivado meta. Otra de Litvak, jugaba la UC con Santiago Wanderers y el meta católico se quejaba de una lesión en una de sus piernas, producto de un encontrón con un jugador caturro. Ante el dolor en aumento el golero se tiró al suelo aparatosamente y ahí estuvo un buen rato, lo que motivó la interrupción del partido. En eso, se acercó Manuel Alvarez, quien le dijo: “Vamos flaco levántate, te quejas por sólo un rasguño, no te acuerdas que a Galvarino le cortaron las dos manos y ni se que arrugó. ¿Y como siguió atajando? respondió el adolorido Litvak…… Y para terminar, una del Audax. Corrían los tiempos en que a los itálicos los entrenaba el húngaro Ladislao Pakozdi, el mismo que sacó campeón a los verdes en 1957. Al europeo le gustaba participar activamente en los entrenamientos con sus dirigidos, principalmente con los porteros, ya que en su época de jugador se caracterizaba por su potente remate. Precisamente Pakozdi estaba probando al arquero suplente Donoso, a quien le tiraba fuertes tiros de mediana distancia. Pero, para sorpresa de los presentes, uno de los balonazos del técnico tuvo tal violencia que le rajó la mano al gurdavallas, en una herida grande y profunda que iba desde el dedo pulgar el índice. Todos se miraron sorprendidos por la situación, ya que pese a que había barro y la pelota estaba pesada era raro que un remate provocara tal daño. El entrenador luego de cerciorarse de que el meta tuviese la debida atención médica se vanagloriaba de que todavía le quedaba dinamita en sus pies… HDF/Croata ![]() El super clásico de ese domingo 17 de julio de 1977 era, como siempre, un partido especial, donde se ponía nuevamente en juego la tradicional rivalidad entre "chunchos" e "indios", esa que cobró vida propia en 1959, en aquella recordada noche en que Leonel Sánchez dejó "ciego" a Misael Escuti. Seguramente esta vez, y como antes, disputarían la vida en cada pelota y cada jugada, aunque ese año ambos equipos vivían realidades muy distintas. Cuando el torneo transitaba por el último tramo de la primera rueda Colo Colo ocupaba el segundo lugar de la tabla, tras un sorprendente Lota Schwager, mientras que la U apenas se ubicaba en la posición 13, con magras 11 unidades. Esa tarde el Estadio Nacional lucía imponente, con mas de cincuenta mil almas en las tribunas (algo que se veía desde hacía un buen rato). Había mucho ambiente, eso se notaba en cada rincón, a pesar del frío invierno santiaguino que ya se dejaba sentir a la hora del partido. Ya en la cancha desde el mismo pitazo del árbitro, Sergio Vasquez, se notó que el ritmo y la intensidad del juego serían distintos aquella jornada. De hecho, recién a los tres minutos, en una de las primeras intentonas albas, Julio Crisosto casi la embocó -de cabeza-, después de un ajustado centro de Ramón Héctor "Mane" Ponce. La pelota salió apenas desviada, lo que provocó el rugido de la parcialidad popular. En pocos minutos ya estaban presentes todos los ingredientes de un verdadero clásico: nervios, pierna fuerte, jugadas de peligro y emoción en las tribunas. Y los goles tampoco tardarían en llegar. El primero cayó a los 15 y de la forma mas impensada. Tras una ofensiva del cacique la pelota fue punteada por Manuel Pellegrini hacia su arquero, Hugo Carballo, quien intentó atraparla sin éxito, lo que fue aprovechado por Ponce, quien acechaba buscando algún descuido. Con el regalo en sus pies el delantero colocolino sólo tuvo que empujarla para que el balón entrara bien pegado junto al palo izquierdo del meta universitario. El duelo se volvió más intenso con el gol, ya que la U herida en su orgullo reaccionó con todo, en busca de la paridad, actitud que la dejó expuesta al contragolpe del rival. Así, a los 22 vino otro ataque blanco, el que pilló en evidente fuera de juego a Luis Díaz, pero inexplicablemente el juez de línea no se dio nunca por enterado, lo que permitió al volante albo fusilar a Carballo para poner el 2 x 0. Con dos goles en contra (uno regalado por el línea) no fue raro que los jugadores de la U cayeran en la ofuscación, más aún luego de que a los 25 Jorge Ghiso rematara fuertemente motivando una brillante manoteada al córner de Adolfo Nef. Y cómo de la ofuscación al descontrol hay sólo un delgada línea, un minuto después Vladimir Bigorra fue fuerte contra Ponce, lo que provocó una aparatosa caída del puntero. Cuento corto, Vasquez le compró al argentino y le sacó tarjeta roja al lateral azul (se justificaba sólo una amarilla), lo que agregó otro ingrediente más a la lucha. Pero las emociones estaban muy lejos de acabarse esa soleada tarde de invierno, ya que a los 31 minutos un tímido ataque laico fue desbaratado por Nef, quien, para sorpresa de todos, salió muy lejos de su arco eludiendo rivales. Hasta que pasó lo que muchos temían, el mediocampista azul Peralta le quitó la pelota al "Gringo" y envió un largo tiro hacia la portería de Colo Colo, el que fue entrando lentamente, ante la desesperación de los jugadores del cacique. Hasta ese instante lo mejor del partido era que no se jugaba en medio terreno, se pasaba de la defensa al ataque en sólo un suspiro, lo que generaba incesantes y peligrosas llegadas en cada arco. Esto último presionaba a las retaguardias, que muchas veces caían en errores que no se veían en otros partidos. Eso justo pasó a los 39, cuando luego de un preciso centro de Ponce, Pellegrini la metió en arco propio en su esfuerzo por impedir el empalme de Crisosto. Era el 3 x 1, lo que parecía demasiado premio para Colo Colo y excesivo castigo para la U. que, contrario a lo que pudiese pensarse, se había envalentonado tras la expulsión de Bigorra. Los últimos minutos de la primera etapa fueron más de lo mismo, ambas escuadras saltándose el medio campo para ir como celajes en busca del arco opuesto. Colo Colo algo más pausado sabiendo que estaba arriba en el marcador y con un hombre más en la cancha. Emoción, goles y siempre algo más. Cuando los equipos regresaron de camarines muchos pensaron que el vértigo y las emociones tenderían a la baja en lo que restaba del encuentro. Pero la verdad es que estaban muy equivocados. Al minuto de reanudada la brega Ghiso estrelló su remate en uno de los palos de Nef, lo que era una clara señal de que los azules iban por más. Pero Colo Colo no se amilanaría, porque a los 3 Crisosto llegó profundo motivando el rechazo con los pies de Carballo. Y a los siete, contestó la U, tiro libre para el chuncho y luego de un rebote la pelota le quedó "mansita" a Alberto Quintano, quien sin marca batió a Nef. Era el 3 x 2. A esa altura, el partido era sin pausa y los jugadores de ambos bandos corrían aleonados por el apoyo de sus respectivas hinchadas. A los ocho minutos Héctor Pinto se mandó un tiro de antología que dejó vibrando, por un buen rato, el travesaño de Carballo. Y a los 10 Gabriel Rodríguez se hizo expulsar tontamente cuando tras recibir un golpe repartió combos, a diestra y siniestra. Esta incidencia no evitó que a los 16 el portero azul debiera extremar sus capacidades para, en espectacular volada, enviar al tiro de esquina un zapatazo de Juan Carlos Orellana. A pesar de que Colo Colo era el que mas se había aproximado en esa parte del cotejo, la expulsión de Rodríguez activó psicológicamente a los azules. Y fue precisamente la U la que volvió a clavar otra banderilla, en el minuto 31. Córner desde la izquierda y el recién ingresado Jorge Neumann empalmó una preciosa volea de derecha que dejó a todos mirando en la defensa alba. Era el 3 x 3, ante la expectación de todo el Nacional. De ahí en adelante podía pasar cualquier cosa. Tres minutos después. en otro de los interminables centros de "Mané" Ponce la defensa de la U quedó entera mal parada, lo que permitió que tanto Crisosto como Orellana quedaran solos frente a Carballo. Y fue el zurdo de Barrancas el que levantó la pelota para lograr un nuevo tanto para Colo Colo (4 x 3). Ya caía la noche en Ñuñoa, pero nadie se movía de sus asientos, todos ansiaban que el memorable duelo siguiera para siempre, con ese ir y venir incesante de ambas escuadras. Ya promediando los 40 minutos del segundo tiempo Nef tuvo que hacer grandes esfuerzos por evitar nuevas estocadas azules, en los pies de Salah y Neumann. Y tras cartón, en el otro pórtico, Ponce aprovechó una gruesa desconcentración de la zaga universitaria para marcar el 5 x 3 con un bien colocado cabezazo, luego de un tiro de esquina. Con el quinto tanto la parcialidad alba explotó de desahogo y alegría, y en muchas partes del estadio asomaron las tradicionales antorchas, que simbolizaban el agradecimiento del público por una jornada memorable de fútbol. Y aunque quedaba algo más, ya que a los 48 Ghiso marcó el definitivo 4 x 5 (de penal), cuando sonó el pito de Vasquez, lo que reinaba en el Nacional, incluso entre las huestes de la U, era una sensación de felicidad y emoción por todo lo vivido esa inolvidable tarde-noche de domingo. HDF/jma ![]() 26 de septiembre de 1976, jugaban, en el Estadio El Bosque, el desaparecido Aviación y Everton de Viña del Mar. Era ya la fecha 26 del torneo nacional y ambos equipos vivían realidades distintas: los de la Fuerza Aérea rondaban la mitad de la tabla, mientras que los “Ruleteros” estaban inmersos en una emocionante lucha por el título con la Unión Española. Cuando el duelo recién comenzaba, apenas en los cinco minutos de partido, se produjo un despeje desde la zona defensiva de Aviación y la pelota llegó hasta la línea central, donde la recibió el atacante uruguayo de los aéreos, William Noble. Acto seguido, el charrúa comenzó una carrera infernal hacia el arco oro y cielo defendido por Leopoldo Vallejos. Primero amagó, para eludir la marca de López; luego apuró el tranco, para superar una débil aproximación de Salinas; y después se fue en diagonal, hacia el área rival, sobrepasando la férrea resistencia de Brunel. La virtuosa carrera de Noble siguió con un enganche hacia la izquierda, para dejar en el camino a Azocar; y finalizó con una fina estocada de zurda, que dejó sin opción a Vallejos. Un golazo por donde se le mire, al mejor estilo de Maradona, pero 10 años antes. Sin embargo, la joya de Noble no serviría de mucho, ya que Ceballos y Ahumada marcarían para los de Viña, en ese mismo primer tiempo, estableciendo la ventaja definitiva para Everton. HDF/jma En muchos rincones del mundo, pero principalmente en Sudamérica, es muy frecuente que el exacerbado fanatismo por el fútbol genere, a veces, episodios y casos que tienen más que ver con la superstición que con la lógica del juego. Esto se da, por ejemplo, cuándo los malos resultados de un equipo o de una selección nacional persisten en el tiempo y se vuelven verdaderas "maldiciones" para los hinchas. En estas circunstancias de mala suerte prolongada la cultura popular suele vincular la poca fortuna con la actuación de personas y también con lugares., que por estar "malditos", impedirían el éxito deportivo.
Esto es lo que pasó por mucho tiempo en Chile con nuestro querido Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, donde por largo tiempo ningún equipo local y menos le Roja de todos pudieron ganar algo en las instancias decisivas de torneos (Llámese sudamericanos, panamericanos, Copa Libertadores y Copa Sudamericana). Se excluyen en esta serie desafortunada las eliminatorias mundialistas donde si se lograron victorias importantes en los procesos de España 1982, Francia 1998, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Para muchos la "maldición" comenzó en el verano de 1941, en el marco del campeonato sudamericano que se jugó en Chile. En esa ocasión una aguerrida selección chilena dio dura batalla para hacerse con el título goleando a Ecuador y venciendo después a los peruanos. Sin embargo en los encuentros decisivos cayó, como casi siempre en esa época, contra uruguayos y argentinos. De hecho, en el último duelo con la albiceleste cuando ya se decretaba el empate a cero, una fortuita jugada de los transandinos le permitió al "Chueco" García marcar el 1 x 0 final. Cuatro años más tarde (1945) en otro sudamericano jugado en Chile la "maldición" volvió a meter la mano. Chile hizo un torneo memorable derrotando a Ecuador, Bolivia, Colombia y Uruguay. Luego se tuvo a los argentinos en las cuerdas, pero un inalcanzable taponazo de Méndez batió la resistencia del gran Sergio Livingstone decretando el definitivo 1 x 1. Pero la mayor tristeza vendría en el último partido con Brasil donde un gol de Heleno sepultó todas las esperanzas chilenas. La historia pudo ser distinta si Medina o Las Heras concretaban sus inmejorables ocasiones de gol, pero el destino no quizo. La fatídica serie continuó en 1952 con ocasión del Torneo Panamericano. Esa vez la Roja volvió a realizar un inmejorable campeonato venciendo a Panamá, México, Perú y Uruguay. Pero terminó perdiendo nuevamente con Brasil, en un doloroso 3 x 0. Tres años después, en una nueva versión chilena de los sudamericanos, la Roja dio cuenta de Ecuador, Perú y Paraguay; además de igualar con la celeste uruguaya. Y en el último y decisivo duelo con Argentina, cuando el título estaba más cerca que nunca, Chile exhibió un nivel más bajo del acostumbrado malogrando, además, claras opciones de gol. Por eso, no extrañó que el puntero transandino Micheli batiera -en los 60- a Misael Escuti para llevarse nuevamente la gloria del primer lugar. Hay que agregar, aparte de la muy dolorosa derrota, que antes del partido se produjo una trágica estampida entre las personas que esperaban ingresar al estadio, lo que resultó en siete personas fallecidas y mas de 100 heridos de diversa consideración. Nuestro viaje por la mala fortuna deportiva llega hasta 1962, con ocasión de la séptima Copa del Mundo jugada en suelo chileno. Esa vez la Roja realizó su mejor desempeño histórico logrando un meritorio tercer lugar, tras vencer, en el "partido de consuelo", al representativo de Yugolslavia. Pero días antes en quizá el duelo más importante de su historia, la selección enfrentó, por semifinales, al temible Brasil, en la que se consideró como la "final anticipada" del mundial (el vigente campeón del mundo contra el sorpresivo y fuerte anfitrión). Fue un encuentro de dientes apretados, pero como siempre -hasta esa fecha- la fortuna estuvo con el rival. Primero en la apertura de la cuenta para los cariocas (rebote que dejó sólo a un jugador amarillo); luego en tiros en los palos, que ahogaron el gol chileno; y después en la baja actuación del portero chileno Escuti, quien fue responsable de por lo menos dos de los cuatro tantos brasileños. No había caso, la Roja no podía ganar nada jugando en el coloso de Ñuñoa. La "maldición" se traspasa a los clubes A comienzos de los sesenta comenzó a jugarse la Copa Libertadores de América entre los equipos campeones de los países sudamericanos, competición que luego se abrió a los vice campeones. Los cuadros chilenos tuvieron presentaciones muy destacadas ya desde la década del setenta, cuando Colo Colo (1973) y Unión Española (1975) llegaron a disputar la final del certamen continental (perdiendo en ambas ocasiones con Independiente de Avellaneda, pero fuera de Chile). Y a principios de los 80 otro cuadro chileno, Cobreloa, accedió, también, a dos finales consecutivas de la Libertadores. La primera la perdió en tercer partido de definición con Flamengo y en la segunda, cayó dolorosamente con Peñarol de Montevideo. Adivinen dónde se resolvió esta última.... Fue el 30 de noviembre de 1982 en un repleto Estadio Nacional y con miles de fanáticos en todo el país alentando al mejor cuadro loíno de la historia. Todo parecía darse, ya que los naranjas habían sacado un valioso empate a cero en el partido de ida, jugado en Montevideo. Ese panorama abría grandes esperanzas para cerrar -con éxito- la llave en Chile, donde todo un país estaría apoyando al gran cuadro nortino. Sin duda, fue un partido apretado y tenso, desde el primer minuto. Los chilenos buscaron por todos lados y los charrúas se defendieron con dientes y uñas. Y ya casi al final del partido cuando todos daban por sentada la igualdad y, por consiguiente, la opción de disputar un tercer duelo en cancha neutral vino nuevamente la cruel "maldición". Se jugaba literalmente el último minuto y en un infernal contragolpe de Peñarol, iniciado por Venancio Ramos, vino un centro a media altura desde la derecha y el goleador Fernando Morena aprovecho la ocasión para batir con un calculado zurdazo al portero Oscar Wirth. La decepción y la tristeza de jugadores, público del estadio y de todo Chile fue incalculable esa noche, incluso ese partido es, hasta ahora, el duelo más fatídico en la rica historia del elenco minero. Las últimas estaciones de la mala suerte En 1991, la Copa América (el antiguo torneo sudamericano) volvió a jugarse en Chile, en tiempos de una Roja castigada (por los sucesos del Maracaná, en 1989) y que tenía como principal estandarte al gran Iván Zamorano. En esa ocasión Chile volvió a realizar un buen torneo ganando a Venezuela, Perú y Paraguay; empatando con Argentina y Colombia; y perdiendo dolorosamente con Brasil. En la segunda fase de la copa hubo episodios muy desafortunados como el penal perdido por Zamorano ante Colombia, el que pudo haber significado la victoria y también la posibilidad de haber llegado con más opciones al final del certamen. Pero también jugaron en contra la copiosa lluvia que cayó el día del segundo partido con Argentina y la expulsión de Patricio Yáñez, en ese mismo duelo, que dificultó mucho las opciones del equipo para ir por la victoria. Las posibilidades chilenas de lograr la ansiada copa se esfumaron completamente en el último partido con Brasil, que termino obviamente con derrota. Dos años más tarde la gran Universidad Católica de Wirth, Lepe, Lunari, Pérez, Tupper Almada y compañía llegaba a la tan deseada final de la Copa Libertadores, instancia en la que debía verse las caras con el temible Sao Paulo comandado por Telé Santana. En el partido de ida, jugado en el Estadio Morumbí, el gigante paulista arrasó con la UC con un abusivo 5 x 1, marcador que puso bien cuesta arriba la llave, ya que obligaba a lograr una verdadera hazaña en el partido de vuelta, a disputarse en el Nacional santiaguino. Pero contra todo, los cruzados se pusieron dos a cero arriba en los 15 primeros minutos, lo que encendió la ilusión en la hinchada católica. Es más, a los 40 minutos de esa primera etapa Luis Pérez quedó solo frente al arco rival, pero su tiro se fue mordiendo uno de los postes. El atacante de la UC se tomó la cabeza como no entendiendo porque esa pelota no fue gol. Era clave ese tercer tanto, porque significaba irse al descanso con la moral a tope y así tener todo el segundo lapso para marcar el gol de diferencia e igualar la serie, Pero nuevamente el esquivo destino o la "maldición del Nacional" truncaron las aspiraciones chilenas. Tras esa opción perdida los de la franja literalmente bajaron los brazos y en el período complementario sólo fueron a estrellarse una y otra vez contra la bien parada defensa visitante. Así llegó el final del partido y nuevamente otro cuadro foráneo celebró un título en el Estadio Nacional. Para no creerlo. El último episodio de la "saga" ocurrió el 13 de diciembre de 2006, cuando el inolvidable Colo Colo de Claudio Borghi llegó hasta la final de la Copa Sudamericana, donde tuvo que enfrentar al Pachuca mexicano. En la ida los albos lograron un trabajado empate a uno, reservando todas las fichas para la vuelta que, para sorpresa de muchos, no se jugaría en el Estadio Monumental, sino en Nacional de Ñuñoa. Mala cosa. dijeron muchos. Todo partió bien para el cacique, porque a los 35 minutos del primer tiempo Humberto Suazo abrió la cuenta con un derechazo letal que venció la resistencia del meta Miguel Calero. Se pensó que, a partir de ahí, los albos asegurarían el partido, a través de su potente eje ofensivo integrado por un joven Alexis Sánchez, Matías Fernandez y el mismo Suazo, a los que se sumaba un defensor con buena vocación ofensiva, un tal Arturo Vidal. Sin embargo, el campeón chileno se relajó, lo que hizo posible el crecimiento de los aztecas, los que, tras el descanso, salieron enfocados en dar vuelta el partido. Así, a los ocho del complemento Caballero puso el 1 x 1 aprovechando una desconcentración de la zaga colocolina. El tanto de la igualdad paralizó a Colo Colo que nunca mas volvió al encuentro, factor que fue aprovechado por el Pachuca que siguió machacando. Y en otro rápido contragolpe vino el golpe de gracia, nuevo centro por izquierda y esta vez Jimenez fue el encargado de batir a Cejas, con un fuerte derechazo cruzado. La desazón en las huestes blancas fue total y ya no hubo reacción alguna hasta el final del match. Mientras tanto en las tribunas la hinchada del cacique masticaba la rabia y más de alguno comentaba; "Este estadio es yeta, si lo jugábamos en el Monumental lo ganábamos todo el rato"... Entre JM y la U rompen el maleficio Pero como "no hay mal que dure cien años...", la ya histórica mala fortuna atribuida al Estadio Nacional algún día tenía que romperse. Algunos sostienen que todo cambió a mediados de 2008 cuando el estadio pasó a llamarse Julio Martínez Prádanos, atribuyendo al recordado comentarista alguna acción desde el "más allá" para poner fin al maleficio. Lo cierto es que, coincidencia o no, después de eso, en octubre de ese año, la Roja de Marcelo Bielsa le ganó a Argentina por primera vez en partidos oficiales, y fue precisamente en la cancha del Nacional. Todo un logro que costó varias décadas poder alcanzar. Ahí parece que algo se liberó. El fin definitivo de la mala suerte del recinto ñuñoíno llegaría en diciembre de 2011, cuando una inmensa Universidad de Chile derrotó en la final de la Copa Sudamericana a Liga Deportiva de Quito. Fue un 3 x 0 categórico (goles de Vargas, en dos ocasiones y Lorenzetti) que enterró para siempre la tan comentada "Maldición del Nacional". En todo caso, si quedaba algún fantasma dando vuelta esto se disipó totalmente en el glorioso 2015, cuando una Roja fantástica e inolvidable derrotó en Ñuñoa y por penales, a la Argentina de Messi y compañía, coronándose campeón de la Copa América. Fue el final feliz de una de las "mufas" más largas de nuestra historia futbolera. HDF/jma ![]() En los años sesenta la UC se consolidó como uno de los clubes grandes del fútbol chileno al disputar con el "Ballet Azul" por lo menos cinco torneos oficiales (dos de los cuales ganó, en 1961 y 1966). Sin duda una década brillante donde se lucieron figuras como Behrends, Fouilloux, Ramírez, Prieto, Isella o Tobar, entre muchas otras. Los cruzados se acostumbraron a ser protagonistas y la fiel hinchada ingenuamente pensó que eso sería para siempre. Pero el destino diría otra cosa. Ya en la década de los setenta, todo ese bien ganado prestigio se fue diluyendo peligrosamente, producto del desorden directivo, malas decisiones y una serie consecutiva de nefastos rendimientos. De hecho, sólo en 1970 la UC logró un segundo lugar en el extinto campeonato Metropolitano (y luego fue cuarta en el torneo de honor). De ahí y hasta 1979, el elenco católico obtuvo dos séptimos puestos (1972-76); un décimo lugar, en 1979; y tres años bajo el casillero 10 (71, 77 y 78). Pero el peor momento fue en 1973, cuando tras terminar último el equipo de la franja bajó a la segunda división profesional. Fueron dos largos años en los "potreros", los que duraron hasta 1975 cuando, de la mano de Tito Fouilloux, se logró el anhelado regreso a primera. Tras el golpe que significaron los duros años en el ascenso la institución se replanteó un montón de cosas, la idea era reeditar los años de gloria y encantar de nuevo a los hinchas. Una clave de ese plan fue la llegada al directorio de la UC de Alfonso Swett (1978), quien se propuso, entre otras medidas, reorganizar y potenciar las divisiones cadetes, labor que se asignó a uno de los más distinguidos ex jugadores, Alberto Fouilloux, quien trabajó muy de la mano con su amigo y ex compañero, Ignacio Prieto. En ese sentido, fue determinante la decisión de que los equipos juveniles viajasen a Europa a disputar torneos cortos. Estas ricas experiencias le dieron roce a un montón de nuevas promesas como Francino, Olmos, Mardones, Yoma y Marchiono, Tan importante fue esto último, que muchos de ellos serían protagonistas de la brillante campaña del 84. Otra de las claves que impulsó la nueva mesa fue la de potenciar el primer equipo, para ganar en competitividad. Así, entre 1980 y 1982 se contrató a Pedro Morales y luego a Luis Santibáñez, con lo que fue configurándose un equipo lleno de grandes figuras, entre las que destacaban René Valenzuela. Miguel Angel Neira, Manuel Rojas, Eduardo Bonvallet y Osvaldo Hurtado, Se habló primero del "Ballet cruzado" y después de los "Millonarios", por los altos sueldos que negociaron algunos jugadores. Sin embargo las enormes expectativas que se generaron en los hinchas y el medio no tuvieron su reflejo en los resultados (décimo puesto en 1980; octavo en 1981; y sexto, en 1982). Algo faltaba para que el proyecto de Swett comenzara a dar sus primeros frutos. La respuesta era tiempo, sólo tiempo. Se cosecha lo sembrado Los primeros resultados de todo eso visionario proyecto que se inició en 1978 comenzaron a dar sus frutos en el invierno de 1983, lo que coincidió con la llegada a la banca de un hombre de la casa, hablamos de Ignacio Prieto. El "Nacho" era la persona ideal para el momento que vivía el club, ya que desde su arribo promovió a una gran cantidad de jóvenes, muchos de los cuales conocía a cabalidad, por su trabajo previo en series menores . Su idea fue plasmar un plantel que combinara mucha savia nueva, con otra importante dosis de jugadores con experiencia. Debía ser un plantel numeroso para enfrentar, de manera simultánea, diversos frentes de competición. Ahora, en cuanto al sistema táctico, Prieto incorporó muchas prácticas y tendencias de su paso por el fútbol europeo. En ese sentido, fue uno de los pioneros de la presión en la marca, por todo el campo de juego, lo que mezclaba con marcación zonal, dependiendo de las características del rival. Además, como en la formación titular había muchos jóvenes, en general se privilegiaba la dinámica y la técnica en velocidad, algo donde el preparador físico, Dario Sepúlveda, tenía un rol fundamental. La primera señal de que el equipo del "Nacho" estaba para cosas mayores llegó en la Copa Polla Gol del 83, donde la UC lideró el Grupo Norte, con 10 partidos ganados de un total de 18 (25 puntos). Y el buen desempeño se prolongó hasta la liguilla final, en la que los cruzados ganaron los tres partidos (frente a O´Higgins, Palestino y Cobreloa), consiguiendo un título después de muchos años de sequía. Ese logro les permitió sumar una buena cantidad de puntos -como bonificación- en el torneo oficial, donde acabaron en un quinto puesto (el mejor rendimiento en 12 años). Y además, permitió asegurar un cupo en la Copa Libertadores de América, a la que volverían, después de muchos años de ausencia. 1984, la idea se consolida El hecho de haber encontrado un estilo y forma de juego, más la obtención de buenos resultados impulsaron notablemente el trabajo de Ignacio Prieto, quien comenzó a ver con mesurado optimismo las `proyecciones para 1984. Estas buenas sensaciones se re confirmaron con un nuevo título, esta vez fue la Copa de la República, torneo que se jugó entre enero y marzo y en el que la UC venció -en la final- a Naval de Talcahuano (1 x 0). Algo que cobró aún más valor si se piensa que Universidad Católica no sumó nuevos refuerzos ese año, el foco estuvo en la renovación de piezas importantes como Aravena, Neira, Mardones, Valenzuela y Hurtado. A esa altura, el ambiente propicio para una gran campaña estaba al alcance de la mano. Un técnico que conocía bien al plantel, sobre todo a los jóvenes, a quienes motivaba y ofrecía reales oportunidades; un grupo que se sentía unido y concentrado en pos de los objetivos; y una confianza que crecía semana a semana, de la mano de los buenos resultados. Con esa combinación el éxito era inevitable. La gran campaña Luego de ganar la Copa de la República el siguiente desafío de la UC fue disputar la Copa Libertadores, donde debía enfrentar -por el grupo 2- a O´Higgins de Rancagua, y a los bolivianos Bolívar y Blooming. El rendimiento en esta primera fase no pudo ser mejor, ya que el equipo finalizó en primer lugar con nueve puntos (4 duelos ganados, uno empatado y otro perdido). Ya en semifinales los cruzados se vieron las caras con dos de los mejores equipos del continente como Independiente de Avellaneda y Nacional de Montevideo. Luego de un gran empate con los argentinos, en Santiago, Católica perdió sus siguientes encuentros con lo que selló su eliminación del torneo. Ahora, pese a quedar fuera de la copa el hecho de haber vuelto a jugar contra cuadros importantes y a buen nivel dejó tranquilo al cuerpo técnico, que estaba muy interesado en que los jugadores jóvenes sumaran minutos en partidos de esa talla. En forma casi paralela a la Libertadores la UC debió disputar la liguilla del torneo 83 (en la que resultó en quinto puesto) y una nueva versión de la Copa Polla Gol, en la que figuraba en el Grupo Metropolitano, junto a los demás equipos santiaguinos. Al final de la primera fase los de la franja acabaron como líderes, con 19 puntos en 13 fechas y tan sólo un partido perdido. Luego, en semifinales, dieron cuenta de Green Cross, en partidos de ida y vuelta (3 x 2 final), lo que los instaló en una nueva final de ese torneo, esta vez contra Everton de Viña del Mar. Lamentablemente para la UC en ese última encuentro el Everton del Tata Riera les pasó por encima venciéndolos por un categórico 3 x 0. Dolió en el cuerpo técnico y jugadores esta derrota, pero de alguna forma les hizo replantearse algunas cosas que debían corregirse, sobre todo en la defensa. A principios de julio por fin se dIó el vamos al torneo nacional de primera división, que ese año presentaba muchas novedades, la principal es que había 26 equipos divididos en dos grupos (norte y sur), cuyos dos primeros clasificados deberían jugar una liguilla final por el título. Todo partió mas o menos bien para la UC que en los dos primeros duelos empató 1 x 1 con O´Higgins y luego goleó a Green Cross 6 x 0. Después, el campeonato se suspendió por las Olimpiadas de Los Angeles, lo que aprovecha la Universidad Católica para viajar a España, donde disputaría un cuadrangular en Palma de Mallorca. Y no fueron a pasear, ya que consiguieron dos históricas victorias nada menos que frente al Real Madrid y Barcelona. Recién, a principios de agosto y con el verano europeo todavía fresco en la memoria se reanudó la competencia, y el regreso no fue bueno, el equipo cayó ante la U, en el clásico universitario. En la cuarta y quinta fecha vinieron un 3 x 1 sobre Trasandino y un empate con Fernandez Vial y tras cartón, una nueva derrota, ahora con Rangers. El equipo jugaba bien, pero todavía no alcanzaba la regularidad que esperaba Prieto, lo que se confirmó en los tres partidos siguientes (dos victorias sobre Coquimbo y Palestino y una nueva caída frente a Everton, el mismo que les ganó la final del Polla Gol). Era tiempo de "ajustar amarras" para navegar con mejor rumbo. Una semana después algo hizo click en el equipo, ya que en los nueve partidos que siguieron no conoció de derrotas (seis victorias y tres empates), lo que permitió afianzarse en los lugares de avanzada (destacaron el 3 x 0 a O´Higgins y el 3 x 2 a la U). Esa importante racha se volvió a cortar, muy ligeramente, con el verdugo de todo el año, Everton de Viña del Mar. Pero, por fortuna, fue sólo una raya en el agua, ya que la UC ganó cinco y empató dos de los últimos siete encuentros de la primera fase, que terminó con Católica líder con 37 unidades (tres más que el segundo, Unión Española). A mediados de diciembre comenzó el mini torneo por el título y la UC llegó en buena forma, pese al gran número de partidos jugados en toda esa temporada. Quizá lo único preocupante era la lesión de Jorge Aravena, que se resintió en la goleada al Audax (6 x 1). Pero, a pesar de so, la convicción de lograr un título, después de largos 18 años movió a todo el plantel a sobreponerse al cansancio y a cualquier otro obstáculo. Había que hacer el último esfuerzo, ya que la meta estaba ahí, al alcance de la mano, Y el equipo no arrugó:: 2 x 0 a Cobreloa, mismo marcador frente a la Unión Española y un dramático 0 x 0 con Cobresal fueron el corolario de una campaña agotadora e inolvidable que quedó grabada para siempre en la historia cruzada. Era de noche ya ese 22 de diciembre de 1984, en el Estadio Nacional, y allí festejaba emocionado todo el equipo campeón, ese el de Cornéz, Espinoza, Marchioni, los dos Valenzuela, Neira, Mardones, Aravena, Olmos, Hurtado y Noble. Ese que le devolvió a la UC el prestigio de los grandes. HDF/jma
![]() A inicios de los 40 se adueña de la valla nacional uno de los tres grandes arqueros de toda la historia del fútbol chileno, hablamos de Sergio Roberto Livingstone, muy recordado por sus brillantes jornadas principalmente en la valla de la Roja y de su equipo de siempre, Universidad Católica. El "Sapo" comenzó su carrera como portero en 1938, justo cuando el equipo cruzado aparecía en el profesionalismo y con los años se transformó en todo un símbolo de la institución. De hecho, fue uno de los pilares en los dos primeros títulos de la UC (1949 y 1954) y en total estuvo 19 años en el club (en sus 21 temporadas de trayectoria sólo en dos no estuvo en la UC, en 1943 emigró a Racing de Avellaneda; y en 1957 recaló en Colo Colo). Livingstone era un portero muy completo, irradiaba seguridad, tenía voz de mando, poseía buen juego aéreo, achicaba como los dioses y por su agilidad llegaba a pelotas casi imposibles. En síntesis era un meta muy completo, lo que lo incluye en la galería selecta de los mejores de la historia. Su debut en la selección nacional tuvo lugar el 2 de febrero de 1941, con motivo del Campeonato Sudamericano jugado en Santiago. Fue en el 5 x 0 contra Ecuador y donde el “Sapo” mostró todas sus grandes cualidades. Después de eso, jugó en cinco otros sudamericanos (1942, 1945, 1947, 1949 y 1953), registrando -hasta el día de hoy- el récord de participaciones en el máximo torneo continental. Entre sus muchas actuaciones en esas justas hay dos que fueron realmente memorables y que quedaron, para siempre, en la memoria del hincha. Una fue en 1945 cuando, frente a los argentinos, lo atajó literalmente todo. Fue un muro de piedra para la brillante delantera transandina integrada por Méndez, Pontoni y Martino, quienes no entendían cómo todas sus brillantes jugadas chocaban con las manos del "Sapo". Sólo una fortuita acción albiceleste, con rebote incluido, y cuando Sergio estaba muy tapado, logró vencerlo, casi en las postrimerías del encuentro. Pese a la amarga derrota, ese día su titánica actuación quedó grabada, a sangre y fuego, en el aficionado criollo. La otra, fue en febrero de 1954 en Asunción (eliminatorias para el mundial de Suiza), cuando intervenciones realmente espectaculares motivaron, al término del partido, a que todo el equipo guaraní decidiera levantar en andas a Livingstone, como gesto de admiración por su gran calidad. Y eso que Chile perdió ese partido 4 x 0. Actuación en el Mundial de 1950 Después de 20 años, desde aquel mundial jugado en Montevideo, Chile volvíó a la Copa del mundo en el Brasil 1950, torneo que los cariocas organizaron para ganarlo, pero que sorpresivamente se lo llevaron los uruguayos, con “Maracanazo” incluido. El capitán de esa Roja mundialista fue Sergio Livingstone, quien, a esas alturas, ya llevaba casi una década como arquero de la selección, una gran trayectoria a la que le faltaba justamente la participación en un campeonato mundial de fútbol, el deseo supremo de cualquier jugador. El "Sapo" comandó en Brasil una defensa compuesta por Manuel Álvarez (UC), Arturo Farías (Colo Colo) y Víctor Roldán (UC).. Chile-Inglaterra (25 de junio, Estadio Maracaná). En el primer duelo se enfrentó a la “enorme” Inglaterra, que curiosamente debutaba en los mundiales. El nerviosismo de los jugadores chilenos sumado el excesivo respeto hacia los inventores de fútbol hizo que la selección no mostrara todo su potencial. Había muchos prejuicios y desconocimiento del real nivel que tenía el rival, incluso en Chile muchos temían una goleada en contra. Y la verdad es que el partido fue bastante parejo, aunque siempre fue la Roja la que cedió el dominio del encuentro. En el arco, y desde el primer minuto, Sergio gritaba con fuerza para ordenar a su defensa. Los ingleses tenían el control de la pelota y merodeaban el área chilena, pero sin gran peligro. En la primera media hora hay que consignar un fuerte disparo de Mortensen que el “Sapo” contuvo, en gran reacción, y alguna que otra semi llegada. Hasta que en el minuto 38 el alero izquierdo de los británicos, Finney, desbordó por su banda y centró prácticamente a la cabeza de Mortensen, quien la colocó, de emboquillada, junto al vertical derecho de Livingstone. El gran testazo del inglés fue imposible de atajar para nuestro arquero, que vio batida su valla por primera vez. Ya en el segundo tiempo, los europeos volvieron a la carga desde el primer instante. Y en los 7 minutos cobraron de nuevo. Fue una excelente combinación entre Bentley y Mullen que finalizó, en gran forma, Mannion, con un tiro fuerte y arrastrado que se le fue alejando al “Sapo” hasta incrustarse en las mallas. La gran precisión del disparo atentó contra una mayor reacción de Sergio, que lamentó el tanto con un dejo de fastidio en su rostro. El duelo finalizó 0 x 2, aunque Chile perfectamente pudo haber logrado el descuento y a lo mejor algo mas. Chile-España (29 de junio, Estadio Maracaná). El segundo partido fue ante España otra gran selección europea, en el cual Chile volvió a realizar un buen duelo, en términos generales. Sin embargo, hubo dos factores que hicieron la diferencia. La gran movilidad y ritmo de los hispanos, contra la lentitud y parsimonia chilena; y la efectividad en el arco rival, Muñóz y Robledo fallaron inmejorables ocasiones de gol, mientras que Basora y Zarra convirtieron en el arco chileno. La actuación del “Sapo” en este segundo lance tuvo de dulce y agraz. En la primara parte tuvo que ir a buscar la pelota al fondo de las mallas en dos ocasiones. En la apertura de la cuenta para los españoles (17 minutos) tuvo una desinteligencia con Roldán en el borde del área grande, en la que ninguno de los dos se hablaron, situación que fue aprovechada por Basora para hacerse con el balón y marcar el 1 x 0. La desazón fue tan grande que el “Sapo” indignado con su defensa gritó su rabia a los cuatro vientos. Y más tarde, a los 30 minutos de juego, un infernal carrerón de la figura hispana, Zarra, terminó en gol, tras un infructuoso achique del portero chileno. Ahora, independiente de los tantos españoles, uno claramente evitable, la actuación de Sergio estuvo en los niveles acostumbrados, acorde con su bien ganado prestigio internacional. Le atajó dos tremendos tiros a Zarra que perfectamente pudieron haber entrado y tuvo varias otras intervenciones seguras y de gran lucidez. Chile-Estados Unidos (2 de julio, Estadio Ilha do Retiro, Recife). En el último duelo del mundial la Roja se batió con la sorprendente y desordenada selección de Estados Unidos. Fue, sin duda, el mejor encuentro de los chilenos, que dominaron el partido con paciencia, calidad en el juego y goles en la valla contraria (algo que faltó en los match anteriores). Incluso, cuando los norteamericanos lograron la igualdad a dos, a inicios del segundo tiempo, el equipo no se desesperó y conservó la serenidad y confianza en los propios recursos, tanto así que se terminó ganando 5 x 2. Respecto del desempeño de Sergio Livingstone hay que decir que en el primer tiempo tuvo muy poco trabajo gracias al amplio dominio de la Roja, que se tradujo en dos goles en la primera media hora (Robledo, a los 16; y Cremashi, a los 32). En todo caso, se vio a un “Sapo” siempre preocupado de dar instrucciones, ordenando a los hombres del bloque posterior chileno y motivando a sus compañeros a ir en busca de la victoria. Ya en la segunda fracción vendría la sorpresa y desconsuelo para nuestro protagonista. Apenas iniciadas las acciones, tras el descanso, la valla chilena vivió cinco minutos de terror. Tras una falla del colocolino Manuel Machuca, el delantero rival Souza se despachó un fuerte remate, a corta distancia, que fue imposible de detener para Sergio. Y tras cartón, una mano de Farías dentro del área hizo que el juez Mario Gardelli decretara la pena máxima. El penal lo transformó en gol el mismo Souza, ante la frustración de equipo chileno. En dos errores evitables Estados Unidos había logrado rápidamente el empate. Después de eso y aunque los yanquis se fueron como locos en busca de la victoria el orden y serenidad de la zaga chilena controló, de buena forma, los desordenados intentos del rival, que nunca volvieron a inquietar a Livingstone. Ayudó también la rápida reacción en el marcador, ya que antes de los 15 minutos Chile ya se imponía 4 x 2, con goles de Prieto y Cremashi. La parte final del partido fue un verdadero baile de los rojos, que dominaban a placer las acciones, incluso con burla. Así terminó el segundo mundial chileno, que significó una experiencia única e irrepetible para nuestro gran Sergio Livingstone, quién ratificó en la cancha toda esa capacidad de líder del equipo y grandísimo portero. El “Sapo” dejaría definitivamente el arco de la selección en 1954 y muchos años después, sería considerado por la Federación de Historia y Estadística del Fútbol como el noveno mejor portero sudamericano en todo el siglo XX. . HDF/jma ![]() Corría enero de 1963 y Jorge Fuenzalida Retamal o el "Huaso" como le decían cariñosamente sus compañeros de Santiago Morning estaba particularmente contento, ya que figuraba como segundo mejor goleador del campeonato de primera división. De hecho llevaba 22 tantos, cuando ya se había jugado la novena fecha de la segunda rueda del torneo 1962, Un logro que lo llenaba de satisfacción, ya que lo suyo eran los goles. Así fue desde sus primeros partidos por el "Chago·" (también sus primeros en el fútbol profesional), por allá por 1956, cuando ya en la tercera fecha mostró sus dotes de goleador en un partido con Unión Española. Ese era su séptimo año entre los "Bohemios", período en el que le tocó vivir muchas experiencias, tanto de las buenas, como de las no tan buenas Ese año del debut vivió la amargura del descenso, la primera del cuadro "autobusero" en toda su historia, algo que lo marcó bastante, como a todo ese plantel. Pero también pasó por esos tres largos años en que el Morning tuvo que batallar en el ascenso, para finalmente conseguir el boleto de regreso, a fines de 1959. Y en toda esa dura etapa en segunda división siempre fue el goleador indiscutido del equipo (tercer goleador del ascenso, en 1957, con 17 dianas; segundo goleador, en 1958, con 23 tantos; y goleador del torneo, en 1959, con 22 anotaciones). a pesar de que a principios de 1958 sufrió una grave fractura de tibia y peroné, que lo tuvo varios meses alejado de las canchas. Pero, independiente de todo, fue, sin duda, uno de los pilares en esa vuelta a primera del 59, donde comandó un tridente ofensivo letal junto a Rodríguez y Leiva. La experiencia en el ascenso lo formó como eje de ataque y le sirvió para explotar, tras el regreso a la división de honor. De hecho, ya desde en 1960 comenzó a aparecer en todos los rankings de delanteros destacados y su peligrosidad en el área era una preocupación constante para las defensas rivales. Como se ve, no cabe duda de que su carrera iba en ascenso, incluso en enero de 1962 tuvo el honor de reforzar a Colo Colo en un cuadrangular internacional en el que enfrentaron a los brasileños de Botafogo. Y para completar el cuadro hay que decir que a medidos de ese enero de 1963 firmaría un nuevo contrato con el "Chago", con mucho mejores condiciones para él, producto de sus exitosas campañas como artillero. Un mal paso en la ruta Lamentablemente, para el "Huaso" ese ascenso expectante de su carrera futbolística se truncaría, de manera fatal, la madrugada del 14 de enero de 1963, en un desgraciado accidente en la carretera norte, a ocho kilómetros de Los Vilos. Fuenzalida venía de regreso de La Serena, donde habían derrotado al elenco local 1 X 0. El viaje lo hacía en un taxi, junto a otros jugadores, entre los que figuraban Fernando Rodríguez, Constantino Mohor, Isaac Carrasco y Humberto Cruz.. El grupo había solicitado volver a Santiago en auto, ya que varios tenían compromisos personales en la capital. Y a la altura de un lugar denominado "Mal Paso" el auto chocó, de frente, con un camión quedando gravemente lesionados Mohor, Rodríguez y Fuenzalida. Rato después, cuando el "Huaso" era trasladado a Santiago, debido a las graves lesiones, su cuerpo no resistió más y falleció, a la altura de Pichidangui. Ese fue el triste final de este destacado futbolista y goleador de Santiago Morning, que se fue a sus 25 años, dejando una profunda huella entre sus compañeros de equipo y en la institución bohemia. El impacto en el medio futbolero fue hondo, así lo reflejó el imponente funeral en que se despidieron sus restos mortales, días después en Santiago. HDF/MrPipa Nota: en la foto de abajo (delantera de Santiago Morning, en 1960) Jorge Fuenzalida es el tercero, de izquierda a derecha. |